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Trump 2024: una distopía evitable este año | Artículo

Por Antonio Salgado Borge

La posibilidad de que el trumpismo regrese a la Casa Blanca en 2024 es real. También es aterradora. Lo es porque la vuelta de ese movimiento pondría fin a la democracia liberal estadounidense. Y porque, considerando la influencia de este país, es fácil ver que aceleraría el tránsito hacia el autoritarismo en otras partes del mundo.

No estamos ante una distopía disparatada producto del catastrofismo. Tal como han señalado con insistencia periodistas, académicos y activistas, el trumpismo ha dado muestras claras de lo que haría en caso de contar con una segunda oportunidad en la presidencia.

Para efectos de este artículo, utilizaré ‘trumpismo’ como un término paraguas que cubre a todo el conservadurismo radical y antiliberal que controla actualmente al Partido Republicano. Es decir, que el trumpismo incluye a los seguidores y operadores de Donald Trump, pero también a líderes evangélicos, telepresentadores, y a clones locales o rivales de ese expresidente, como el gobernador de Florida Ron De Santis.

Tres razones principales respaldan la idea de que el trumpismo terminaría sepultando a la democracia liberal estadounidense. La primera y más importante es porque sus principales líderes lo han dicho públicamente y con insistencia.

La muestra más clara de ello es la forma en que ese movimiento ha presentado a Viktor Orban –el autoritario sexista, racista y homofóbico presidente de Hungría– como su modelo a seguir y referente. Desde el trumpismo la Hungría de Orban es descrita en términos aspiracionistas por el súper influyente anfitrión de Fox News Tucker Carlson. Orban incluso fue invitado a la más reciente conferencia del Partido Republicano.

La segunda es por lo que se ve a nivel local. Los Republicanos han apostado por seguir la senda marcada por Trump y sustituir a funcionarios públicos independientes, incluso a muchos conservadores, por individuos alineados al trumpismo.

La idea es que en caso de disputas legales o políticas, estas personas terminen inclinando la balanza a favor de su movimiento, y no de lo que es ético, legal o razonable. Este proceso implica controlar a las ‘supremas cortes’ locales, tal como han colonizado a la Suprema Corte de Estados Unidos.

Viktor Orban

Cuatro años de control de la Casa Blanca acelerarían el proceso de erosión democrática de un país que, gracias al Partido Republicano, ya no es considerado una democracia, sino una anocracia o semi-democracia. Y lo haría bloqueando la posibilidad de construir contrapesos, con una Suprema Corte plegada y envalentonando al trumpismo –incluyendo a las decenas o cientos de milicias que le respaldan a través de Estados Unidos– mediante la inyección de recursos políticos, legales y económicos.

En este escenario, las elecciones legislativas de este año en Estados Unidos serán un termómetro y una puerta para el trumpismo.

Un termómetro, porque medirán su fuerza y posibilidades reales de obtener la presidencia en 2024.

Una puerta, porque determinará sus posibilidades reales de implementar su proyecto iliberal desde la Casa Blanca. Por ejemplo, un Congreso dominado por trumpistas podría desconocer el triunfo del candidato Demócrata en 2024, perseguir a independientes u opositores o implementar legislaciones regresivas en términos democráticos.

Hasta hace algunas semanas, la recuperación de ambas cámaras por parte de los Republicanas parecía segura. Sin embargo, esta proyección se ha debilitado sensiblemente en días recientes.

Si bien todavía lo más probable es que el Partido Demócrata pierda control de los Representantes y Senadores, este escenario ya está muy lejos de ser inevitable. Se estima que los Demócratas tienen alrededor de un 20% de posibilidad de ganar las dos cámaras. Pero quizás lo más importante es que el partido del Presidente ha ganado momentum.

Este intento de regreso es adicionalmente destacable cuando se considera la bajísima aprobación de Joe Biden. Tres factores podrían estarlo propulsando.

El primero es la inclusión del aborto como tema principalísimo en la arena política. La decisión de la Suprema Corte controlada por ministros ultraconservadores de echar abajo una decisión que legalizaba el aborto a nivel nacional ha generado una reacción sin precedente.

No sólo el 61% de las personas en Estados Unidos se oponen a una prohibición general de este tipo (Pew Research 13/06/2022), después de la decisión de la Suprema Corte el número de mujeres registradas para votar aumentó en cinco puntos porcentuales en estados donde este derecho está en juego.

Pero quizás la indicación más clara sea lo ocurrido hace algunas semanas en Kansas.

En esta entidad dominada por los Republicanos, un referéndum determinó que el aborto continuaría legal. Más de 60% de las personas que votaron lo hicieron favor de mantener el derecho constitucional de las mujeres a decidir sobre sus cuerpos. Días antes del referendum, 70% de los nuevos registros para votar correspondían a mujeres.

El segundo factor que podría estar impulsando el regreso Demócrata en las encuestas, es la serie de triunfos de trumpistas impresentables en las elecciones primarias del Partido Republicano.

Tal como he explicado en este mismo espacio, en varias entidades los Demócratas apostaron abiertamente por apoyar a estos candidatos en las primarias de su partido rival.

Lo hicieron contratando anuncios y donando fondos a sus campañas. La idea es que, precisamente por impresentables, estos candidatos serán más fáciles de derrotar en una elección abierta. Y que esto es posible si los candidatos Demócratas son liberales y moderados.

Aunque todavía es temprano para saber si este será el caso, una elección extraordinaria llevada a cabo esta semana parece enviar señales promisorias.

En Alaska, un estado casi completamente controlado por el partido Republicano, la elección interna de ese partido arrojó como ganadora a Sarah Palin, una política considerada por muchos como antecesora del trumpismo.

Hasta aquí, ninguna sorpresa. Lo inesperado fue la derrota de Palin ante Mary Peltola una candidata Demócrata y la primera mujer considerada nativa en llegar al congreso de Alaska.

La tercera señal que permite a los Demócratas algún optimismo es la impresionante serie de triunfos que Joe Biden ha tenido recientemente implementando su agenda.

En tan sólo unas cuantas semanas, el Presidente estadounidense logró la aprobación de una ley que inyectará 52 mil millones de dólares para la investigación científica y producción de chips para computadoras. Biden también empujó un decreto para perdonar la deuda que asfixiaba a miles de estudiantes universitarios.

Pero, sobre todo, el Presidente estadounidense logró la complicadísima aprobación de un paquete presupuestal de 740 mil millones de dólares para implementar medidas que permitan cumplir con las metas climáticas, reducir el costo de productos farmacéuticos y aumentar los impuestos a grandes corporaciones.

Dado que este paquete tiene como uno de sus objetivos principales la contención de la crisis climática, un asunto que en Estados Unidos importa, con toda razón, a casi cualquier votante no Republicano.

Aunque este paquete implicó concesiones y está lejos de ser perfecto, galvaniza a un sector de la izquierda que se había sentido traicionado o frustrado por la incapacidad de Biden de generar resultados en este sentido.

En todo caso, al hacer campaña los Demócratas pueden presentar a Biden como un Presidente eficiente y con palabra.

¿Son las razones anteriores suficientes para garantizar un triunfal regreso Demócrata en las encuestas? Me parece que es pronto para saber; al menos en este momento, no me atrevería a hacer ese pronóstico. Sin embargo, lo que me interesa señalar para efectos de este artículo es que, a dos meses de las elecciones, los Demócratas han logrado catapultarse en la dirección correcta.

Y que, por los motivos aquí señalados, una parte importante de los esfuerzos por frenar la posibilidad de la distopía que implica un regreso del Trumpismo a la Casa Blanca en 2024 pasa, en buena medida, por lo que ocurra en las elecciones de este año.

*Associate Lecturer en Filosofía en la Universidad de St. Andrews
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