Rebelión
Internacional

La banda de la Riviera Maya: bandidos globales de los cajeros

Por OCCRP, MCCI, Quinto Elemento Lab y Rise Project

No eran precisamente el tipo de personas que podrían ser descritas como exitosas en el mundo de las finanzas y la tecnología: un grupo de jóvenes, de una ciudad pequeña, enclavada en una región agrícola de Rumania. Pero eran listos, tenían agallas y una serie de habilidades únicas.

Aprendieron todo lo que pudieron sobre tecnología bancaria, construyeron un negocio de cajeros automáticos y pronto, operaban en Europa, Asia y América. Invirtieron sus ganancias en nuevas tecnologías y en mano de obra calificada, contrataron ingenieros inteligentes del sector tecnológico rumano, en pleno crecimiento.

El grupo de la ciudad de Craiova estableció relaciones con exitosos empresarios y políticos y se expandió internacionalmente. Hicieron una importante inversión al otro lado del mundo, en el trópico mexicano, y firmaron un acuerdo con un banco local, que les permitió usar su marca en  su red de cajeros.

Compraron máquinas chinas, les incorporaron un software propio, dispositivos de Bluetooth y, rápidamente, ya controlaban más de 100 cajeros en varias de las principales zonas turísticas de México. Invirtieron sus enormes ganancias en lujosos bienes alrededor del mundo.

Si las cosas hubieran sido un poco diferentes, su historia de mendigo a millonario podría haber sido portada de alguna revista de negocios, que presentan historias de empresarios que conquistan la nueva economía global. Pero había un problema.

Su negocio no era legal. Eran skimmers, gente que roba información de tarjetas bancarias insertando dispositivos o software ilegales en los cajeros automáticos. Su líder no era un CEO, era una figura del mundo criminal apodada el Tiburón. Y cuánto más grande era su negocio, más crímenes tenían que cometer para que siguiera creciendo: lavado de dinero, intimidación, soborno, e incluso, presuntamente, asesinato.

Hoy, según la policía y ex integrantes de la banda, son uno de los mayores grupos criminales de skimming del mundo pues controlan cerca del 10 por ciento de un mercado global de 2.000 millones de dólares.

OCCRP y sus socios Mexicanos Contra la Corrupción y la Impunidad y Quinto Elemento Lab revisaron miles de documentos, entrevistaron a personas en tres continentes, rastrearon redes sociales y ordenaron, con piezas dispersas por todo el mundo, un rompecabezas sobre la delincuencia transnacional.

El cuadro que aparece es el de un empresariado despiadado y violento. A pesar de que los agarraron en más de una oportunidad, la banda ha seguido operando en el mundo entero, sin que se vislumbre su final.

Para el tejano Rod W. y su familia, eran unas vacaciones más que necesarias. Y qué lugar podía ser mejor que el sol y las cálidas arenas de Playa del Carmen (México), epicentro turístico de la Riviera Maya. La zona ha sido durante mucho tiempo un destino popular para los estadounidenses, donde pueden evitar la criminalidad y la violencia de los cárteles que controlan parte de México.

Al menos, eso pensaba la familia.

Un día soleado, Rod quiso comprar un habano, para acompañar su cena. Salió del restaurante para sacar efectivo en uno de los muchos cajeros automáticos que están en la zona.

En solo 15 minutos, los ladrones sacaron más de 800 dólares de su cuenta. Él lo notó de inmediato. Dice que tenía activado un sistema de alertas en su celular, que le notificaban cualquier transacción superior a 250 dólares.

“De repente fue ‘boom’, ‘boom’, ‘boom’. Creo que estaban en dos o tres lugares diferentes, haciéndolo al mismo tiempo” dijo Rod.

Rod había sido cuidadoso. Pensó que sabía cómo reconocer un cajero adulterado.

Pero esta máquina no tenía un skimmer aparente, con una luz intermitente sobre la ranura de la tarjeta. Y, además, llevaba la marca de un respetado banco mexicano. No podía saber que un software, instalado en el cajero, se encargaba de hacer el skimming.

Rod, que pidió que su apellido no fuera publicado, no fue el único en perder su dinero. Miles de turistas se han enfrentado al mismo problema desde 2012, cuando un grupo de criminales liderado por rumanos convirtió Cancún en su base de operaciones. OCCRP los apodó la banda de la Riviera Maya.

A estos turistas les robaron los números de sus tarjetas bancarias y luego los copiaron en una tarjeta de plástico virgen. Después, uno de los miembros de la banda se encargaba de sacar el dinero de un banco en otro lugar del mundo.

Lo que no sabían era que esta banda rumana convirtió la Riviera Maya en su cuartel general y controlaba docenas de cajeros en esta meca del turismo.

Pero su historia comenzó en un lugar muy diferente a los cielos soleados y azules de México.

Craiova es la ciudad natal de Florian Tudor, un hombre de negocios de 43 años y, según las autoridades rumanas, el líder de la banda de la Riviera Maya. Ésta, de acuerdo a la policía y a un exintegrante, cuenta con unos 1.000 miembros. Varios de los edificios más nuevos de la ciudad son inversiones que vienen de las operaciones de skimming de Tudor, afirma la policía.

A partir de enero de 2020, la policía rumana empezó a investigarlo por dirigir un grupo de delincuencia organizada, por tres cargos de incitación al chantaje, por un cargo de chantaje y por uno más de incitación al asesinato. La policía mexicana también lo tiene en su punto de mira.

La fiscalía rumana alega que Tudor ordenó a amenazar, golpear, chantajear y asesinar a enemigos de la banda, incluyendo exintegrantes con los que se disputó. Según la policía rumana, en 2012 estaba en México, coordinando una trama de contrabando de personas de Rumania a Estados Unidos, vía México.

Tudor, que todavía está basado en México, niega estas acusaciones.

“No soy un criminal y nunca lo seré”, dijo Tudor en un intercambio de correos electrónicos con OCCRP. “Nunca he matado a nadie y nunca he ordenado que maten a nadie”.

Tudor afirma que es un empresario legal, víctima de autoridades corruptas de Rumania y México, sobornadas por criminales. En cambio, acusa a la policía mexicana de haberle robado. Y señala que los reporteros de OCCRP son aliados de estas autoridades corruptas.

Antes de 2014, Tudor se mudó a la Riviera Maya, donde lo conocen como el Tiburón. Varios compatriotas de Craiova le siguieron los pasos.

Uno de ellos era Adrian Tiugan, de 36 años, un matón de poca monta que se hacía llamar Mufa o el Jack. Antes de unirse al Tiburón en México, trabajó con un grupo que plantó skimmers en Italia y el Vaticano. En 2012, las autoridades rumanas lo detuvieron y lo condenaron a dos años y medio de prisión.

En diciembre de 2013, Tiugan reapareció en las oficinas de registro empresarial de Cancún. Estaba allí para crear Top Life Servicios, una compañía comercial que se convertiría en el pilar del imperio empresarial de Tudor. Su objeto era servir y operar cajeros automáticos en México.

Tiugan registró las compañías bajo el nombre de Paul Daniel Ionete, un rumano de Craiova conocido por los miembros de la banda. Para probar su identidad, Tiugan usó un permiso de residencia mexicano y un pasaporte temporal rumano falsificado, que llevaba la foto de Tiugan y el nombre de Ionete. Este documento tenía una vigencia de cinco años, aunque los pasaportes temporales rumanos sólo son válidos un año.

No hay evidencias de que Tiugan haya tenido problemas con las autoridades locales. A pesar del pasaporte falso y a pesar de que Rumania emitiera una orden internacional de captura, después de que no se presentara a la policía de Craiova.

En un email a OCCRP, Tudor refutó el hecho, argumentando que él, su hermano y sus socios no usan identidades falsas porque “no tenemos nada que ocultar”.

Los skimmers y recaudadores de la banda operaban en lugares tan lejanos como Indonesia, India, Barbados, Granada, Paraguay, Brasil, Japón, Corea del Sur y Taiwán.

Así, las víctimas tenían más dificultades para vincular los robos con sus vacaciones mexicanas. E incluso si lograban hacer la conexión, Cancún y la Riviera tienen tal cantidad de cajeros que es poco probable que se pudiera localizar la máquina exacta donde les clonaron su tarjeta.

Cuando Tudor se mudó a Cancún, algunos miembros de su familia lo siguieron, incluyendo a su hermanastro, Adrian Enachescu, de 33 años. En 2015, Enachescu se convirtió en accionista de Top Life junto a Tiugan.

Tudor también trajo a Ion Damian Nedescu, de 49 años, un empresario y filántropo de la ciudad portuaria rumana de Constanțza. Nedescu era un empresario exitoso, que había caído en dificultades financieras. No está claro cómo se conocieron, aunque la novia en aquel momento de Nedescu era de Craiova y podría haberlos presentado.

Nedescu era conocido en Rumania por su historia inspiradora por los esfuerzos que hizo para ayudar a su hijo y a otros niños con autismo. En febrero de 2014 Nedescu se hizo con el 20 por ciento de las acciones de Top Life y se convirtió en representante de la empresa.

La banda empezó a elevar su nivel dedicándose a actividades nuevas y más sofisticadas. Top Life se convirtió en la cobertura perfecta, dándole a sus actividades un barniz de legitimidad. El equipo de Tudor seguiría instalando skimmers en cajeros ajenos, pero se dieron cuenta que las estafas podrían ser aún más eficaces si eran dueños de sus propias máquinas.

Registros judiciales conocidos por OCCRP muestran que la banda empezó a comprar cajeros chinos, incluyendo de las marcas Triton y Hyosung. Lo que hicieron fue hackear sus procesadores e instalar su propio software, diseñado a medida para capturar datos de tarjeta bancaria.

Enachescu se involucró con otras compañías dirigidas por la banda, incluyendo Intaller que compraba y vendía cajeros nuevos y usados.

Pero la banda de la Riviera Maya no se detuvo ahí. En otro movimiento audaz, en 2014 lograron un acuerdo con Multiva, un respetado banco mexicano. Los cajeros que pertenecían a Top Life irían con el logo de la institución financiera.

Nedescu le ayudó a la banda instalar cajeros con la marca Multiva en la Riviera Maya. Su nombre y su firma se pueden ver en un acuerdo para instalar una de las máquinas del grupo en un restaurante Tulum.

Para 2017, Top Life operaba más de 100 cajeros automáticos con la marca Multiva a lo largo de la Riviera Maya y en otros sitios turísticos de México. Cada día, los turistas, que entre todos acumulaban decenas de millones de dólares en sus cuentas, introducían sus tarjetas en las máquinas del grupo. Pero la banda no era codiciosa.

Un exintegrante, que se convirtió en testigo de la fiscalía rumana, describió en una declaración firmada de marzo de 2019, cómo trabajaba Top Life Servicios: “Controlamos alrededor de 100 cajeros con chips instalados en ellos… En promedio, cada máquina copiaba cada mes unas 1.000 tarjetas. Retirábamos alrededor de 200 dólares de cada una de estas tarjetas. 20 millones de dólares retirados cada mes”.

Recordó que tenían 20 cajeros en Puerto Vallarta, cuatro en Baja California, 24 en la isla de Cozumel, 30 en Playa del Carmen, cinco en Tulum y tres en el centro comercial Las Américas en Cancún.

Top Life Servicios terminó generando ingresos de 240 millones de dólares anuales, libre de impuestos. Eso convirtió la banda de la Riviera Maya en operadora de una de las operaciones de skimming más grandes del mundo, con cerca del 10 por ciento del total global manejado por sus miembros.

El exintegrante de la banda dijo que la organización creció hasta tener unos mil miembros, con un núcleo de unas 50 personas cercanos a Florian Tudor.

Para manejar esos ingentes beneficios, la banda creó en 2015 la Inmobiliaria Investcun, a cargo de Enachescu, el hermanastro de Tudor. La compañía invirtió millones del grupo en propiedades en México. La banda construyó su sede, una imponente mansión de varios pisos con piscinas en la azotea y ascensores, en un terreno que Investcun compró en en una zona privilegiada de Cancún.

Para 2019 la empresa también estaba involucrada en el desarrollo de un proyecto residencial y de golf en Puerto Morelos, un destino turístico entre Cancún y Playa del Carmen.

Otras compañías mexicanas controladas por Enachescu incluyen Alto Mundo, una empresa de gimnasios y ropa deportiva; Mexrou, una sociedad de importación y exportación; Intacarrent, que alquila y repara vehículos; y Brazil Money Exchange, que tiene oficinas a lo largo de la Riviera Maya.

El Tiburón era accionista de Intacarrent y de Brazil Money Exchange y tenía poder notarial sobre Inmobiliaria Investcun. También era administrador de Europe Invest, otra empresa con sede en Cancún que usaba para inversiones en bienes raíces.

Hasta al menos 2016, Nedescu, que no tiene antecedentes penales conocidos, le dio la bienvenida a nuevos reclutas en Cancún, en general técnicos expertos rumanos contratados por la banda. Luego, según declaraciones de antiguos miembros de la banda, el Tiburón lo mandó a que se encargara de la parte estadounidense del negocio.

Tudor no respondió las preguntas específicas sobre las acusaciones de actividad criminal, sólo dijo que no era un criminal y que estaba siendo perseguido por fiscales rumanos y la policía mexicana. Aunque OCCRP trató de contactar a otros miembros de la banda, estos no contestaron.

Nedescu dijo que no podía responder las preguntas, pues hay una investigación en curso sobre la organización de Tudor.

“Hasta que terminen las investigaciones realizadas por los órganos competentes, me permitiré no expresar mi opinión. Gracias por su comprensión”, dijo.

Mientras la banda obtenía grandes beneficios, empezó a tener otros problemas. Después de estar varios años fuera del radar, su actividad salió a la luz por primera vez en septiembre de 2015, cuando el periodista estadounidense Brian Krebs publicó una historia sobre su negocio.

Krebs es un ex reportero del Washington Post, especializado en temas de seguridad en Internet. En 2015, mientras la banda de la Riviera Maya construía su infraestructura en México, un técnico le avisó que estaba trabajando para una empresa de cajeros automáticos.

“Escuché a un técnico de cajeros automáticos en México que dijo que se le habían acercado unos tipos de Europa del Este y le ofrecían hasta 6.000 dólares al mes… La fuente dijo que estos tipos habían usado dispositivos Bluetooth que implantaron en los cajeros automáticos”, dijo Krebs.

Sin que Krebs lo supiera en ese momento, su fuente le hablaba de dispositivos de Bluetooth y skimming que fabricó Cristian Simion, un técnico rumano contratado para trabajar en la banda. Este hombre había hallado una manera de usar la tecnología para transmitir directamente los números de tarjetas bancarias robadas a los delincuentes desde los cajeros adulterados.

El periodista tomó un avión y voló México. No fue difícil encontrar cajeros en Cancún, Playa del Carmen e incluso en el Aeropuerto Internacional de Cancún que emitían un enlace Bluetooth llamado free2move.

De vuelta a Estados Unidos, Krebs publicó en su blog la historia sobre el skimming con el sistema Bluetooth en México. En sus artículos mencionó que una fuente le indicó que una banda de Europa del Este estaba detrás de la trama.

Cuando Tudor se enteró de la historia, se puso furioso. Contactó por la aplicación Viber a Constantin Sorinel Marcu, uno de sus hombres y le ordenó que cerrar todas las operaciones.

Simion, el técnico que fue miembro de la banda, es ahora es un testigo protegido. Le explicó luego a fiscales rumanos que el Tiburón convocó a los miembros de la banda en la sede de la empresa y les dijo que extrajeran temporalmente los chips de cerca de 10 de los 25 a 30 cajeros que eran de otros bancos o compañías.

Por incómodas que fueran las revelaciones, la policía nunca les hizo seguimiento y la banda rápidamente volvió a sus operaciones normales. Continuó expandiendo su red de cajeros en México gracias a su acuerdo con Multiva.

Entre tanto, el Tiburón trabajaba con un importante grupo de “recaudadores”, que viajaban por el mundo sacando efectivo con tarjetas clonadas.

Sin embargo, el año que Krebs sacó su investigación, un problema mucho más grande se estaba cociendo. Uno que provocaría una disputa entre la banda y la policía mexicana.

Marcu era uno de los hombres de confianza del Tiburón. Un matón, un amigo de Craiova, alguien que ofreció a su jefe matar a “en cualquier momento, a cualquier hora”. Pero las relaciones entre los dos viejos amigos se terminarían dañando.

Fugitivo de la justicia rumana, Marcu llegó a México en 2014 para trabajar con el Tiburón. Apuñaló un hombre en Craiova, pero huyó del país antes de que lo condenaran por intento de homicidio. Al igual que en el caso de Tiugan, tenía una orden de captura internacional, pero las autoridades mexicanas nunca lo molestaron.

El Tiburón le encargó a Marcu garantizar la seguridad de los cajeros de Top Life, sobre todo en Playa del Carmen. Las máquinas de la banda se alineaban sobre la Avenida Quinta, la principal calle peatonal de la ciudad, donde cada año millones de turistas disfrutan de sus bares, restaurantes y discotecas.

En Rumania el Tiburón y Marcu tenían una relación muy estrecha. Rebeca Tudor, la esposa rumana del Tiburón, era madrina de la hija de Marcu y las familias se veían regularmente. Videos obtenidos por OCCRP muestran al Tiburón celebrando el cumpleaños de Marcu en un club. Los dos hombres brindan y se menean al ritmo de música rumana. Otro video muestra a Marcu en el cumpleaños de uno de los hijos del Tiburón.

Sin embargo, un año después de que Marcu se uniera al Tiburón en México, algunas tensiones empezaron a surgir. Miembros de la banda que son ahora testigos señalaron que Tudor le tenía envidia al éxito de Marcu con las mujeres. Y Marcu no estaba satisfecho con la cuota del negocio de skimming que recibía.

Después las cosas se pusieron aún más feas.

Una serie de capturas de pantalla de celulares, obtenidas en archivos criminales, muestran a Marcu y Tudor intercambiar insultos en mayo de 2015.

Tudor le envió a Marcu un video de WhatsApp, que lo muestra saboteando cajeros de la banda, untando pegamento en el lector de tarjetas, para volverlo inutilizable. Se amenazaron mutuamente durante más de una hora.

Marcu se quejaba porque afirma que proporcionó la fuerza que permitió eliminar los enemigos y la competencia del Tiburón.

El Tiburón dijo que alimentó la familia de Marcu durante el último año y lo salvó de sus problemas legales en Rumania.

El Tiburón le indicó a los miembros de la banda que cortaran relaciones con Marcu. El 2 de abril de 2018, cuatro matones atacaron a Marcu, frente a una oficina de DHL en Cancún. A Marcu le sacaron luego el bazo en un hospital local. En Rumania, el Tiburón y los cuatro atacantes fueron acusados por intento de homicidio.

Marcu nunca pudo vengarse. Dos meses después, el 11 de junio, le dispararon en la cabeza.

Un agente de seguridad mexicano, empleado de Energy Solutions of America, fue arrestado por el asesinato. Pero un juez, investigado por posible corrupción, liberó al hombre con el argumento que solo estaba haciendo su trabajo, defendiendo a los ocupantes del edificio.

El asesinato sí parece haber sido un momento crucial para la banda de la Riviera Maya, ya que desató una guerra no sólo con la familia de Marcu y sus aliados, sino también con facciones de la policía local mexicana.

Tudor estaba ahora en el punto de mira de las autoridades mexicanas.

En mayo de 2019, la policía y la armada realizaron sendas entradas y registros tanto en el cuartel general de Top Life como en la casa de Tudor en Cancún. Tudor y cinco de sus colaboradores fueron detenidos, aunque poco después quedaron en libertad. Tudor denunció que el verdadero objetivo de la operación policial fue robarle joyas, arte, dinero en efectivo y material informático por valor de 2.7 millones de dólares.

Pero contraatacó rápido. Tudor lanzó una batalla legal los meses posteriores a los registros. Presentó una petición de protección  constitucional a las autoridades, argumentando que sus derechos humanos habían sido violados, así como una denuncia por corrupción contra funcionarios que participaron en las operaciones policiales. En la posterior investigación, tres miembros de la Oficina del Fiscal General implicados en el operativo fueron cesados.

En febrero de 2020, Tudor y dos de sus colaboradores publicaron una carta abierta de dos páginas en un periódico mexicano contra el secretario de seguridad del Estado de Quintana Roo, Jesús Alberto Capella Ibarra. Lo acusaron de haberlos extorsionado, de haber vulnerado sus derechos humanos y de provocarles daños psicológicos, físicos, emocionales y económicos.

Los registros fueron el segundo encontronazo de Tudor con la ley aquella primavera. Seis semanas antes, el 30 de marzo, él junto a su amigo y mano derecha, Nicolae, fueron detenidos mientras conducían por la carretera conocida como la Ruta de los Cenotes.

El 16 de marzo, el Tiburón organizó una rueda de prensa en su casa de Cancún en la que insistió que él es un hombre de negocios respetuoso de la ley que se había convertido en el objetivo de policías sin escrúpulos, periodistas y criminales. Sentado con un portátil, leyó en castellano toda la batería de acusaciones.

Afirmó que conoció a Marcu y a su hermano en un restaurante en Cancún, donde ellos mismos se le presentaron y le pidieron trabajo.

Tudor sostuvo que, desde 2015, Marcu y su gente intentaron extorsionarlo y chantajearlo. Según el Tiburón, Marcu lo amenazó de muerte después de que rechazara de involucrar su negocio legal en una trama de tarjetas clonadas. Afirmó que Marcu no sólo le entregó información falsa a Krebs, si no que incluso le pagó para que publicara su investigación. Señaló que la historio de Krebs fue el inicio de una “campaña de difamación” que destruyó años de trabajo duro y que lo llevó a perder su contrato con Multiva.

Añadió que las autoridades estaban a sueldo de la banda de Marcu, incluyendo Capella, que lo quería muerto. Denunció que la policía le colocó las armas para justificar sus arrestos, que agentes amenazaron con violar a su mujer y con dejar a su hijo – a quien le apuntaron con una pistola en la cabeza – de seis años huérfano. No entregó ninguna prueba de esas acusaciones.

Capella, el jefe de la policía, respondió a esos ataques en Twitter, denunciando “una campaña mediática perversa orquestada y financiada por intereses oscuros”. La secretaría de Seguridad Pública de Quintana Roo afirmó que las denuncias de Tudor contra Capella eran ante todo un intento de obstruir las investigaciones en curso contra él y su organización.

En Rumanía, cinco de los principales colaboradores del Tiburón fueron arrestados y el propio Tudor está siendo investigado por el intento de asesinato de su antiguo amigo Marcu.

Marcu está enterrado en el cementerio central de Craiova, donde sus padres se acercan casi cada día con flores y velas y se sientan junto a su tumba. Su padre le explicó a OCCRP que vendió dos autos para reunir el dinero necesario para comprar la parcela de la sepultura y una lápida de mármol negro, donde colocó una foto de Marcu y un epitafio: “Por ti y por la vida que me desgarraron, piensa en mí de vez en cuando”.

La mayoría de la gente involucrada en la estructura financiera del Tiburón son de Craiova y varios han tenido escaramuzas con la ley. Pero uno de los actores más importantes es un filántropo, sin antecedentes criminales, de Constanta, una ciudad junto al Mar Negro: Ion Damian Nedescu, de 49 años. Es un hombre de negocios y reconocido defensor de los niños con autismo.

Documentos obtenidos por OCCRP muestran que 2014 no fue un buen año para Nedescu. Empresario exitoso, involucrado en 350 empresas y negocios comerciales en Rumania y Estados Unidos, Nedescu tenía problemas financieros. No había logrado reembolsar algunos préstamos y el banco embargó una de sus propiedades en Bucarest, la capital rumana.

Ese año, se empezó a moldear la vida secreta de Nedescu al otro lado del océano Atlántico.

En febrero de 2014, Nedescu se convirtió en socio minoritario Top Life Servicios, con el 20 por ciento de las acciones. Esta es la principal compañía de la banda de la Riviera Maya. Otro 20 por ciento estaba a nombre de Paul Daniel Ionete, la identidad falsa que empleaba Adrian Tiugan, alias El Jack.

Un año después, Nedescu recibió el 50 por ciento de las acciones de otra empresa del grupo, D&D Events, una compañía autorizada para organizar eventos públicos y privados y para administrar restaurantes, entre otras actividades. La otra mitad de acciones pertenecían a Tiugan, bajo el nombre de Paul Daniel Ionete.

Para diciembre de 2014, Nedescu ayudaba la banda instalando en la Riviera Maya cajeros de Top Life Servicios, que llevaban el logo de Multiva. Su nombre y su firma aparecen en un acuerdo para instalar una de las máquinas de la banda en un restaurante de Tulum.

No es claro cómo Nedescu acabó trabajando para la organización criminal. Un testigo, que pidió protección de las autoridades rumanas por temor a su vida, aseguró en una declaración firmada que Florian Tudor le contó que la novia de Nedescu los presentó. El testigo añadió que la novia, que era directora de un banco, le ayudó previamente a Tudor y a su esposa rumana, Rebeca, a conseguir un préstamo. Además, que el Tiburón necesitaba a Nedescu porque era inteligente, hablaba bien inglés y era un hombre de negocios preparado.

Otro testigo, entrevistado por fiscales rumanos, explicó que la novia de Nedescu le ayudó a conseguir tarjetas bancarias vírgenes, sobre las que imprimían los datos de las tarjetas robadas. Según el testigo, ella también los asesoró sobre el manejo de las tarjetas EMV, explicándoles cómo burlar su cifrado y recuperar los datos.

OCCRP descubrió que en 2015 Nedescu creó NID Export Import Trading LLC, una compañía con sede en Delaware, que tiene oficinas en Nueva York y en San Francisco. No es claro para qué fue empleada esa compañía, pero las autoridades rumanas afirman que Nedescu estuvo enviando dinero desde cuentas bancarias estadounidenses a miembros de la organización criminal tanto en México como en Rumania.

Al tiempo que se involucró en las operaciones de la banda en México, Nedescu creó una serie de páginas web, entre ellas firstcheckcash.com, checks2money.com, goldcheckcash.com. Ninguna de ellas funciona en este momento.

En 2014, envió un Porsche Cayenne de Cancún a Craiova a Rebeca Tudor, la esposa rumana del Tiburón.

Todo el tiempo, Nedescu estuvo viviendo una doble vida.

En 2014 llevaba casi una década luchando contra el autismo, una condición que no era ni investigada ni tratada adecuadamente en el sistema sanitario de la Rumania postcomunista. El hijo de Nedescu, Radu, fue diagnosticado de autismo severo cuando tenía dos años. Según Nedescu, el niño no hablaba en absoluto, no socializaba y no aprendía nuevas habilidades. Estaba completamente ausente.

Nedescu relató su vivencia en un ensayo publicado en 2018 en su página de Facebook.

“Al principio no entendíamos nada de la situación”, recordó, añadiendo que los doctores en Rumania no les proporcionaba ninguna opción de tratamiento.

“No pueden hacer nada. No hay cura”, aseguró que le dijeron. “Los síntomas van a empeorar. Probablemente tengan que internarlo en una institución psiquiátrica”.

Nedescu y Cristina, su esposa entonces, rechazaron el diagnóstico y comenzaron a buscar tratamientos. Al final encontraron la terapia Análisis de Conducta Aplicado (Applied Behavioural Analysis, ABA en sus siglas en inglés) mediante el cual los terapeutas ayudan a los pacientes a mejorar comportamientos específicos como la comunicación, la lectura y las habilidades sociales.

Aunque ABA es uno de los tratamientos más comunes y elogiados para el autismo, también tiene sus detractores, entre ellos a adultos a los que se les aplicó siendo niños. Ellos argumentan que la gente con autismo ha de ser aceptada tal y como son en lugar de hacerles sobrellevar años de intensas terapias con el objetivo de que parezcan “normales”.

Estas sesiones de terapia -normalmente son unas 20 horas a la semana, aunque pueden llegar a 40- se enfocan en cada síntoma del autismo. Así, es una terapia cara y consume tiempo.

Nedescu escribió que su familia dejó en un segundo plano todo lo demás para dedicar todo su tiempo, energía y dinero en aprender este método y aplicarlo a su hijo. Decidieron llevar a cabo el método ABA durante todo el día y contrataron psicólogos recién graduados para formarlos.

Tras un año de terapia con Radu, el matrimonio creó en 2004 la fundación Horia Motoi y comenzaron a aceptar algunos niños de corta edad diagnosticados con autismo. Formaron psicólogos, desarrollaron un kit de herramientas, un método de diagnóstico temprano y trabajaron en cambiar la percepción del autismo.

La terapia pareció funcionar. Radu estaba haciendo progresos, al punto que empezó a ir a la escuela. Aprobó exámenes, hizo amigos, comenzó a escribir. Y se graduó.

Actualmente, Radu Tedes es estudiante de Filosofía en Bélgica, escribe poesía y habla en público sobre su condición y su increíble recuperación.

En su página de Facebook, creada en 2018, Nedescu comparte su experiencia en la cura de su hijo como parte de nuevo proyecto en que está trabajando: el DAAL Autism Project.

Nedescu será profesor posgrado en una de las universidades líderes en Rumaia. El curso estaba programado para empezar este mes de abril y es el primer curso sobre ABA que se realiza en una universidad estatal del país.

Nedescu empezó una campaña de relaciones públicas sobre la historia de su hijo, haciendo una gira por programas de radio y televisión en Rumania para ensalzar los beneficios de la terapia ABA. En una entrevista, el presentador del programa ‘El Mejor Padre’ lo presentó diciendo: “Si no fuera real, la historia de Damian Nedescu habría tenido que ser inventada porun escritor”.

A Nedescu le pidieron que imaginara qué diría su hijo de él cuando tuviera su edad. “¡Un poco loco pero mira lo bien que salió””.

“Un poco loco” podría ser un eufemismo.

Mientras se dedicaba al tratamiento del autismo de su hijo y de otros niños, Nedescu se internaba cada vez más en los negocios de Tudor y de su organización. Nedescu es el representante de Intaller, otra compañía mexicana que compró cajeros para la organización y es accionista de las dos principales empresas de la banda. También era responsable de darle la bienvenida a los nuevos integrantes del grupo, cuando llegaban a Cancún.

La banda de la Riviera Maya necesitaba técnicos cualificados para diseñar y construir sus cada vez más sofisticados dispositivos de skimming. Muchos de ellos eran reclutados en la industria tecnológica de Rumanía, en pleno crecimiento.

Cristian Simion, de 44 años, es un técnico rumano de radiotransmisión. En enero de 2014, buscaba trabajo y encontró en internet un anuncio que ofrecía un buen salario en Alemania para personas familiares con Bluetooth y otras tecnologías de transmisión inalámbricas. Simion respondió al anuncio y al mes recibió un correo electrónico, donde le informaban que el puesto aún estaba disponible, pero que el destino había cambiado. De Alemania a México.

Pronto empezó a hablar por Skype con un miembro de la banda de la Riviera Maya.

Al ingeniero sólo le hicieron una pregunta: ¿Puedes soldar un circuito electrónico? Respondió que sí. Lo contrataron y en mayo de 2014 aterrizó en Cancún. Ion Damian Nedescu le dio la bienvenida.

Se vieron en un Starbucks en el centro de Cancún. Cruzando la calle estaba el cuartel general de Top Life Servicios. Pasaron los siguientes días en el edificio de dos pisos de la compañía, donde se habían acondicionado dormitorios.

Fue al cuarto día cuando finalmente conoció a Cosmin Adrian Nicolae, 38 años, el integrante de la banda con quien había hablado por Skype.

Nicolae, que también es de Craiova, era un miembro de primer nivel de la banda. Su trabajo consistía en colocar y controlar los cajeros de Top Life. Sobornó a técnicos de otras compañías de cajeros para permitirle a la banda de la Riviera Maya colocar sus skimmers en las máquinas de otros bancos.

Nicolae era accionista o tenía poderes notariales en cinco de las sociedades mexicanas de la banda, entre ellas Intaller, la sociedad que Nedescu representaba ante las autoridades mexicanas.

Nicolae dio a Simion algo de dinero para que lo enviara a su familia en Rumania y le dijo que se relajara e intentara acostumbrarse a la vida en México. Tres semanas después lo presentaron al grupo, en una ceremonia de iniciación.

Simion le dijo a fiscles rumanos que conoció a Florian Tudor un par de semanas después de llegar a Cancún.

Esa misma noche, lo llevaron a una mansión en Novo Cancún, un elegante barrio de la ciudad junto a la playa. Allí lo recibió Tudor y varios de sus colaboradores y le insistieron que esnifara cocaína mientras los miembros del grupo lo evaluaban y votaban si merecía o no unirse a sus filas. Con un vaso de vino tinto en la mano, Tudor finalmente lo inició en la banda.

Poco después, Simion entendió que realmente lo llevaron a México para el skimming. Durante un tiempo no le pareció un problema y trabajó con el Tiburón, Nicolae y otros integrantes de la banda, instalando dispositivos de skimming y el software de los cajeros.

Simion hizo buena parte del trabajo en el cuartel general de Top Life Servicios en Cancún, pero la organización también tenía negocios en Playa del Carmen, donde se habían establecido otros técnicos rumanos, algunos de ellos llevados a México por el propio Simion.

Simion explicó que en 2017 se quería ir. Le indicó a las autoridades rumanas que en enero de ese año encontró trabajo en una empresa de publicidad mexicana, con la idea de distanciarse de la banda.

Su decisión no fue bien recibida por el Tiburón. Una noche de enero de 2017, Tudor lo citó a un reservado en un restaurante rumano de Cancún. Entonces le ordenó que llamara a una ambulancia y le empezó a pegar con una manguera. Durante el ataque de 20 minutos, Tudor le dijo a Simion que México era su país y que nadie puede abandonarlo o hacer negocios por su cuenta.

Tudor continuó golpeándole el día siguiente en las oficinas de Top Lifeç Servicios, explicó Simion.

Tres meses más tarde, Simion abandonó México, volando primero a Alemania y luego a Bucarest, la capital de Rumania. Pero la gente del Tiburón le siguió la pista y pronto recibió amenazas del propio Tudor a través de la aplicación Viber. Ahí le advertían que no hablara con las autoridades.

“Huiste como un maricón… Si te fuiste con malas intenciones, no te escaparás. Sé dónde vives”, le escribió el Tiburón.

Tudor mencionó que tenía contactos con fuerzas de seguridad mexicanas y lo amenazó con abrir un caso criminal en su contra y dictar una orden internacional de captura.

“Aquí se construyen rápido las investigaciones criminales. Lo sabes bien. Ten cuidado, te pueden investigar por tráfico de drogas”, escribió.

Tres meses más tarde, en julio de 2017, el Tiburón le insistió a Simion para que volviera a México. Mandó fotos de los hijos de Simion yendo a la escuela, una advertencia que lo estaban vigilando.

En agosto de 2017, Simion accedió a regresar a Cancún y a trabajar un mes más para la banda. Pero al día siguiente, dos matones del Tiburón fueron a su casa y lo amenazaron. Cuando se fueron, Simion intentó contactar el Tiburón, pero no respondía a sus llamadas. El Tiburón lo llamó dos días después y le dijo que a uno de sus lugartenientes se le había olvidado avisarle a los matones que ya no lo molestaran y que ya tenían un acuerdo.

El incidente aumentó la desconfianza de Simion hacia Tudor, así que rechazó volver a México. Abandonó su casa y ahora es testigo protegido contra Tudor y su banda.

Los recaudadores viajeros o skimmers

El itinerario de Sorin Velcu en estos últimos años bien podría salir de los sueños de un mochilero. Natural de Craiova (Rumania), ha tomado cócteles en la isla caribeña de Granada, ha pasado tiempo en Kuta, epicentro turístico de Indonesia. Pero él no estaba allí de vacaciones, tenía una misión. Velcu era uno de los principales recaudadores de la banda de la Riviera Maya, lo enviaron alrededor del mundo para retirar efectivo en cajeros con tarjetas clonadas, donde imprimieron datos robados.

Pero los recaudadores como Velcu no solo retiraban dinero: también montaban dispositivos de skimming en cajeros de distintos países, con el objetivo de obtener nuevos datos bancarios.

La banda de Riviera Maya vigilaba de cerca toda la información que cosechaba. La policía rumana obtuvo un libro de cuentas donde se registraban lotes de cientos de tarjetas de crédito y de débito, claves, así como nombres y nacionalidades de los bancos que emitieron las tarjetas. En muchos casos, se anotaba la cantidad de dinero que se retiraba ilegalmente. La banda también prestaba atención la tecnología de cada tarjeta (de chip o de banda) y anotaba en qué tipo de cajeros debían usarse.

Esa información era enviada al servicio de contabilidad de la banda de la Riviera Maya por gente como Velcu. Este hombre, de unos 30 años, es un tipo musculoso, tatuado y con una barba cuidadosamente afeitada. Solo fue un año a la escuela y acostumbraba conducir un Chevrolet Camaro por Craiova, pese a no tener licencia. En estos días está a la espera que lo juzguen, es acusado de pertenecer a una organización criminal por su afiliación a la banda de Riviera Maya.

Este es solo uno de los muchos roces de Velcu con la ley de diferentes países.

Según registros judiciales de Estados Unidos, Velcu fue arrestado en agosto de 2005 en McAllen (Texas) tras cruzar el Río Grande desde México con un grupo. No compareció en una audiencia de inmigración en Texas y se ordenó su expulsión. Luego, en septiembre de 2005, entró de manera ilegal a Canadá, donde logró el estatus de refugiado. Pero fue arrestado de nuevo en Estados Unidos, que volvió a ordenar su expulsión, tras cruzar ilegalmente la frontera con Canadá.

Hizo un nuevo intento por entrar a Estados Unidos en 2016. De nuevo, desde México. Le dijo a las autoridades rumanas que no tuvo éxito y que vivió por un tiempo en Ciudad de México.

En 2019, Velcu fue arrestado en la nación caribeña de Granada, en la isla indonesia de Bali y a su regreso a Rumanía.

El mes de febrero Velcu estaba de fiesta en Granada, desde donde publicó videos en Facebook en el que salía saboreando un cóctel de whisky y agua de coco. Poco después, lo arrestaron tras intentar sacar dinero de un cajero con una tarjeta robada. Lo deportaron.

El contratiempo caribeño no disuadió a Velcu, y al mes voló a Bali. En la ciudad turística de Kuta la detuvo la policía, y a tres cómplices, por usar tarjetas clonadas. Pasó siete meses en prisión y regresó a Rumanía, donde lo arrestaron de nuevo.

La policía indonesia había sido alertada por las autoridades rumanas, pues habían descubierto que Velcu y su banda usaban un agente de viajes de Rumania para reservar sus pasajes de avión. La policía obtuvo una orden para monitorizar las comunicaciones del agente y lograron estar informados de los viajes de Velcu. Cuando compraba un tiquete, las autoridades rumanas informaban a sus homólogas en otros países que la banda los iba a visitar.

Sin embargo, pese a ser detenidos, rara vez enfrentaron castigos contundentes.

En febrero del año pasado, dos miembros de la banda fueron detenidos en Barbados, una isla que recorrieron retirando dinero con tarjetas clonadas e instalando dispositivos de skimming. Cuando fueron arrestados, llevaban tarjetas pegadas al cuerpo. Se declararon culpables.

A finales de mes ya habían sido puestos en libertad y los deportaron tras pagar una multa de 10.000 dólares. Una publicación local citó al juez diciendo: “Es mejor verles la espalda a que los contribuyentes tengan que mantenerlos”.

Recibos de Western Union vistos por OCCRP muestran cómo la banda se movilizaba para salvar a su gente.

El dinero -25.000 dólares de Barbados- para pagar las multas de lo dos hombres fue enviado desde oficinas de Western Union ubicadas en Craiova y en Bucarest a abogados en Barbados. El dinero fue mandado en diez entregas para ocho personas diferentes.

Los dos fueron deportados de la isla caribeña.

Pocos días después de las detenciones en Barbados, otro de los recaudadores de la banda fue detenido en el aeropuerto de Cancún en un vuelo procedente de Panamá, que es un hub aéreo regional.

Maria Dumitru, 32, llevaba dinero de Barbados por valor de 40.000 dólares, que no había declarado en las aduanas. Velcu y Dumitru son hermanos.

Blanqueando las ganancias

La banda solía usar servicios como Western Union y Moneygram para blanquear su dinero en efectivo o, como en el caso de las detenciones en Barbados, para asistir a su gente en aprietos. Empleaban a gente cualquiera para enviar o recibir cantidades relativamente pequeñas de dinero y así no hacer saltar las alertas anti-blanqueo.

Eduardo Costel, de 29 años, trabajaba en la construcción de una casa cuando Rebeca Tudor, la mujer del Tiburón, se le acercó a él y a sus 10 compañeros. “Nos pidió recibir a través de Western Union algo de dinero enviado por su marido desde México ya que ella no podía recibir el montante completo, que era grande. Ella necesitaba el dinero para acabar la construcción de su casa. Aceptamos y cada uno de nosotros recibió un trozo de papel con códigos de transferencia de fondos (MTCN en inglés). Yo retiré 3.000 euros de una agencia de Western Union y cada uno de los chicos retiró entre 2.800 y 3.000 euros. Cada uno obtuvo 100 leis rumanos (unos 20 euros)”.

Ese escenario se repitió una y otra vez. El dinero llegaba a través de Western Union no solo de México, sino también desde Estados Unidos y otros países. Trabajadores, estudiantes, maquilladoras, desempleados e incluso sacerdotes fueron solicitados para retirar dinero de Western Union para la banda de la Riviera Maya.

El dinero no siempre se quedaba en Rumanía. Viorel Ciortan, 47, un sacerdote ortodoxo que fue empleado por la banda no solo recibió fondos sino que envió dinero a varios países en beneficio de los criminales. “Tengo que decir que no me quedaba nada del dinero que recibía. Repetidamente mandaba dinero a países extranjeros. Ellos me daban el dinero y me indicaba la persona que debía recibirlo. Yo no sabía cuál era la fuente de ese dinero. Ellos me ayudaban ocasionalmente con pequeñas cantidades cuando se lo pedía”, dijo Cioran en un testimonio firmado entregado a la fiscalía rumana.

Esto era solo parte de la operación de blanqueo de dinero y, según la policía rumana, la banda continuaba enviando dinero escondido en marcos de cuadros, paquetes de DHL, escondiéndolo en autos que exportaban de un lugar a otro o simplemente cruzando fronteras con grandes cantidades de dinero.

(Foto: Medioto)

CRÉDITOS PROYECTO #RIVIERAMAYAGANG

Organizaciones:
-Organized Crime and Corruption Reporting Project (OCCRP)
-Mexicanos Contra la Corrupción y la Impunidad (MCCI)
-Quinto Elemento Lab
-Rise Project

Créditos Periodistas:
Paul Radu
Attila Biro
Ana Poenariu
Lilia Saúl
Jonathan Wrate
Nathan Jaccard
Daniela Castro
Timea Hont
Raúl Olmos
Andrea Cárdenas
Armando Talamantes
Salvador Camarena
Guilherme Amado
Lucía Vergara
Carjuan Cruz

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