Rebelión
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Los productores del Valle del Yaqui y de México no firmaron el TLCAN | Artículo

Por Alberto Vizcarra Ozuna

Hay que darle de comer a la memoria cuando se hace flaca. En agosto de 1993, abrazados por un verano intenso, un grupo de productores rurales, compuesto por pequeños propietarios, ejidatarios y colonos del Valle del Yaqui, montados sobre sus tractores, camionetas y jalando algunos implementos agrícolas, tomaron la carretera internacional número 15. Salían de Ciudad Obregón Sonora, desde la parte sur del estado, dirigidos a la ciudad portuaria de Guaymas, donde al día siguiente llegaría el presidente Carlos Salinas de Gortari.

La fuerza de la manifestación estaba en el contenido de sus demandas y en la determinación de que bloquearían las salidas del pequeño aeropuerto, para forzar una reunión con el presidente y demandarle que no entregara el mercado nacional de granos básicos a la competencia desfavorable que representaba la anunciada firma del Tratado de Libre Comercio con los Estados Unidos y Canadá (TLCAN).

Los productores con su maquinaria pernoctaron a la entrada de la ciudad de Guaymas y en la madrugada alta, en un movimiento sorpresivo, pusieron en marcha los tractores con los que taparon la salida del aeropuerto, mucho antes de la llegada del avión presidencial. El presidente se vio obligado a recibir a los productores. Se acondicionó uno de los cuartos de conocido hotel de la ciudad y ahí se realizó el encuentro. Las acciones de la movilización se coordinaban en una agrupación de corte informal, denominada Foro Permanente de Productores Rurales. Al momento, los organismos formales, aun no estando de acuerdo con la firma del TLCAN, no resistían las presiones que les impedían manifestarse.

Estábamos a meses de que el gobierno de Salinas de Gortari pusiera en vigor el  TLCAN, firmado en diciembre de 1992. Se sostenía una propaganda intensa sobre las virtudes milagrosas asociadas al libre comercio y a la firma del tratado; algo similar a las se le atribuyen ahora al llamado “nearshoring”. Pero los productores del campo mexicano no participaban del embeleso. Y así se lo plantearon a Salinas en aquel encuentro en el puerto de Guaymas. Se vivían condiciones muy similares a las actuales: desde el ingreso de México al Acuerdo General de Aranceles (GATT), en 1986, los productores nacionales empezaron a encarar problemas con los precios de sus cosechas, resultado de la entrada desregulada  de granos y oleaginosas más baratos al mercado nacional. En 1993 esto se combinó con incrementos pronunciados en los costos de producción y con alzas desmesuradas en las tasas de interés que elevaron los costos financieros, provocando una caída generalizada en carteras vencidas.

Se requería la intervención emergente del gobierno para sacar a los productores de una situación que no era atribuible a sus responsabilidades, y sí a las políticas públicas y a la política comercial que desde mediados de los años ochentas, empezó a desproteger al campo mexicano. En el encuentro con Salinas, los productores le dieron lectura a un documento, que en voz del legendario agricultor, Jaime Miranda Peláez, contenía no solo la demanda de que se atendiera la contingencia de las carteras vencidas, sino la propuesta de un giro de 180 grados en las directrices económicas, que debería de empezar con que no se consintiera la entrada de la producción de granos básicos al TLCAN.

Al gobierno de Salinas, le apuraba mostrar un consenso nacional de beneplácito por la firma del tratado. Logró montar una corografía de dirigentes campesinos que desde el izquierdismo neoliberal, animados por Hugo Andrés Araujo, quien dirigía la CNC, le montaron un paisaje favorable a sus políticas macroeconómicas. Pero el consenso a favor nunca lo logró. Por el contrario, después de lo planteado por los productores del sur de Sonora en el encuentro de Guaymas, se desató una movilización nacional que involucró a los principales estados y zonas de riego del país ocupadas en la producción de granos básicos.

Durante 1993 y 1994, se registraron manifestaciones en los estados de Baja California, Sonora, Chihuahua, Jalisco, Michoacán, Guanajuato y Tamaulipas. Los productores nacionales mostraron un disenso total contra la firma del TLCAN. El gobierno temeroso por que se le echara a perder la fiesta librecambista, atendió la contingencia de la cartera vencida, pero no corrigió los males estructurales que la habían provocado. Lo que fue peor, por la fuerza y sin consenso, aventó al campo mexicano a la vorágine especulativa de los mercados internacionales, llevando a la práctica las políticas del tratado a partir de enero de 1994.

El relato es imprescindible para nutrir la memoria, especialmente la del presidente Andrés Manuel López Obrador, quien desdeña a las zonas del país ubicadas en los distritos de riego que producen más del setenta por ciento de la producción nacional de trigo y maíz. Al usar peyorativamente la expresión de “agricultura comercial,” trata a los productores como si ellos hubieran decidido, de motu proprio, entrar a competir con mercados controlados por corporativos graneleros que se aprovechan de las insalvables asimetrías existentes con la agricultura norteamericana –y de su poderosa capacidad mundial de acopio- para especular con las alzas y las bajas en los precios, al mismo tiempo que se devoran los subsidios gubernamentales.

Andrés Manuel López Obrador, autoconstruyó su imagen en un contraste sistemático con Salinas de Gortari, de ahí salió el estribillo elevado a la condición de aforismo del “no somos iguales”. Parecería que en el contraste con el opuesto, se confirma el adagio de que todo lo que te molesta del otro, es solo una proyección de lo que no has resuelto en ti mismo. A ello se puede deber que el discurso antineoliberal del presidente, sea solo retórica vana, cuando mantiene los mismos criterios de tales políticas respecto al campo mexicano y los ratificó con el cumplimiento a las políticas macroeconómicas derivadas del consentimiento incondicional al TMEC.

Corresponde a la generación actual de productores rurales, decirle a López Obrador, lo mismo que se le dijo a Salinas de Gortari en el verano de 1993 en el puerto de Guaymas, Sonora.

Ciudad Obregón, Sonora, 12 de abril de 2023

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