MONTERREY, N. L., (apro).- En los años 50 el racismo ahogaba en violencia Estados Unidos.
En Misisipi, Emmett Till, un niño negro, de 14 años, fue linchado y masacrado por hombres blancos. Su pecado fue haber hecho un inocente piropo a la esposa de uno de ellos.
Como se consigna en esta historia real, que cambió para siempre el curso de los derechos civiles, el chico fue tan salvajemente agredido que su rostro quedó deforme, y en el juicio se puso en duda que fuera realmente el cadáver de la víctima.
Till: justicia para mi hijo (Till, 2022) relata los desesperados esfuerzos de Mamie Till Mobley (Danielle Deadwyler) por llamar la atención de todo el país sobre la muerte cruel de su muchacho, en manos de racistas que contaban con el respaldo de un sistema de justicia elaborado y manipulado por blancos que despreciaban a la gente de color.
La directora nigeriana Chinonye Chukwu presenta una historia desgarradora, de una mujer destrozada que, pese a ello, debe sobreponerse para enfrentar más episodios dolorosos posteriores al asesinato, como fueron encarar a la prensa, a la opinión pública dividida y una corte que, evidentemente, estaba en su contra, y a favor de los criminales plenamente identificados.
La atención se concentra por entero Deadwyler, que hace una soberbia interpretación de la mujer que está traspasada por el dolor y que, pese a todo, tiene la fortaleza para tomar decisiones que podrían parecer locuras o extravagancias.
Es conocido, por las reseñas históricas que, como parte de su lucha por justicia, decidió abrir el ataúd de Emmett, para que la gente hiciera procesión y viera su cuerpo mutilado y deformado por los golpes. Hay un interés admirable del departamento de arte, de recrear cuidadosamente las fotografías del cadáver, que fueron publicadas por una revista de la época, en las que muestran aspectos de los despojos cruelmente martirizados del chico, y escenas del funeral fielmente recreadas.
Aunque el drama es angustiante, se puede contemplar con respeto la entereza de la mujer residente de Chicago, que sigue toda la ruta con absoluta dignidad, sobreponiéndose a los peligros que enfrentaba al acudir a un estado del sur del país, donde el odio por color de piel era mucho más acentuado y en el que no valía nada la vida de las personas que no fueran blancas.
Las sesiones en la corte son indignantes y mueven a la rabia. Un juzgador que simpatiza evidentemente con los acusados, maneja el juicio junto a un jurado compuesto únicamente por hombres blancos.
Es espectacular la actuación de la joven actriz Haley Benett, en el papel de Carolyn, la mujer que fue supuestamente ofendida por el joven asesinado. Su altanería y cinismo, mezclados con la sangre fría para mentir, hacen que su papel sea el de una señora joven asociada con el diablo para lastimar.
Sobresale, además, el trabajo del joven Jalyn Hall, como la víctima. Se presenta como un ángel adolescente extrovertido y bromista, que encuentra delicias de la vida en todo momento. Es sobresaliente su interpretación como el muchacho que tontamente cree que todos deben tener su mismo humor, hasta que se topa con una dama que no le encuentra gracia a sus payasadas.
Como saldo favorable de este crimen que conmovió al país, queda el legado de Mamie, transformada por el coraje y convertida en activista de los derechos civiles. Luego del juicio, se unió a una legión de hombres y mujeres de color que buscaban igualdad, justicia y libertad en un país que prometía legalidad y que los había defraudado.
Till: justicia para mi hijo es una lección de historia, que honra a una mujer admirable que, con su solo empuje, motivada por el dolor, pudo provocar transformaciones de las que gozan millones en la actualidad. También es como un breve curso sobre las consecuencias nefastas del racismo.