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Se despidió Serrat en el corazón de México

CIUDAD DE MÉXICO (proceso.com.mx).– “En esta vida inevitablemente todo lo que empieza tiene que terminar. Si por mi fuera estaría cantando hasta la madrugada. Pero más vale que mi agradecimiento quede escrito musicalmente”.

Esas fueron las palabras que pronunció el poeta-cantor catalán Joan Manuel Serrat tras entonar “Penélope” en el corazón de México, donde reunió a varias generaciones de fanáticos para despedirse con un recital masivo a 50 años de su primera visita a nuestro país, cuando llenó el Palacio de Bellas Artes. Ya en el verano del 2003, Serrat había cantado en el Zócalo capitalino. 

Nacido el 27 de diciembre de 1943 en el barrio obrero barcelonés de Pueblo Seco, Joan Manuel Serrat dedicó su concierto del adiós de los escenarios en el Zócalo capitalino la noche de este viernes, ofreciendo un emotivo espectáculo como parte de su última gira intitulada “El vicio de cantar: 1965-2022”.

Una tenaz llovizna y vigorosos aplausos dieron la bienvenida al treceavo de los cantautores catalanes que se unió al movimiento de “El Setze Jutges” (Los 16 jueces), formado por poetas y músicos de ideas revolucionarias como Josep Maria Espinàs, Luis Llach, Maria del Mar Bonet y el valenciano Raimón; todos ellos vinculados a la Nueva Canción o Nova Cançó, que el 13 de abril de 2007 recibieron la Medalla de Honor del Parlamento de Cataluña por su contribución a la cultura y lengua catalana.

El viaje sonoro de Serrat emprendió vuelo fénix alrededor de las 20:07 al ritmo de “Dale que dale”. En primeras palabras el trovador expresó:

“Buenas noches, ¡cuántas gotas, damas, caballeros e imparciales…! Esto es una fiesta, ¡qué gusto que estén aquí!”.

Clamó a despojarse de las melancolías, y respecto a su adiós, bromeó:

“No hagan caso, esto es una fiesta… una fiesta ¡a todo dar!”.

Prevaleció un ambiente cálido, de pasiones bajo el temporal acuoso que los respetables resistieron hasta el final. Frente al escenario se montaron sillas para que un público de la vieja guardia gozara en tranquilidad la despedida, mientras que de la mitad de la plancha hacia atrás el espacio fue para asistentes de a pie, con la llegada de seguidores más novatos. Este recital consideró “El carrusel del Furo” entre un incesante aguacero resonando las coplas de la sonatesca “Lucía” y una añera “Señora”.

Foto: Gerardo Luna

La colorida producción teatral contó con pantalla a telón de fondo en el centro del foro para ilustrar cada canción, custodiando el tablado un par de plasmas laterales que brindaban acercamientos al juglar de 78 años. Como siempre, un excelente ensamble de músicos acompañó a la estrella y enalteció la velada.

Serrat mostró su lado más amable y en todo momento agradable recordó sus orígenes. Aquí vienen a colación las palabras que dijo a la revista mexicana “Signore” al cumplir sus cuatro décadas de vida, tras grabar “Cada loco con su tema”, su disco LP número 18, entrevista realizada en el Centro Cultural de Horta:

“Nos quedan nuestras memorias y quedan, sobre todo, las cosas que se graban dentro de uno, como los olores penetrantes que por mucho que te laves no te los puedes sacar. Hay cosas que quedan, pero evidentemente un hombre nace y muere continuamente. Además, creo que es el proceso de la vida…

Foto: Gerardo Luna

“La memoria es buena para el pueblo. Creo que un pueblo con memoria tiene la llave del futuro. Y un pueblo que no la tiene, se lo puede encontrar muy difícil.” 

La bohemia continuó vía “No hago otra cosa que pensar en ti” y “Nanas de la cebolla”, con versos escritos en 1939 por el poeta de la Generación del 27 Miguel Hernández (1910-1942) durante la Guerra Civil Española. 

Al escucharse “Para la libertad”, Tláloc concedió tregua y un clima fresco prevaleció el resto del festín en despido, oyéndose “Cançó de Bressol”, las clásicas “De cartón piedra” y “Tu nombre me sabe a hierba”, así como “Es caprichoso el azar”.  Fue un extenso recorrido destacado por “Hoy puede ser un gran día”, la taciturna “Pueblo Blanco” y “Hoy por ti, mañana por mí”. 

En el tema “Pare” aprovechó para lanzar consigna de que la había escrito en 1973 y ya desde entonces, con ánimo ecológico “para tomar conciencia de la necesidad de cambiar nuestros hábitos, si no queríamos dejar a nuestros hijos y nuestros nietos un planeta cada día más enfermo. Me sorprende, me duele que todavía sea algo vigente”. 

El ocaso brillaba con su pasaporte de 1971 “Mediterráneo”, en rítmica de cinco cuartos; la tristona “Aquellas pequeñas cosas” y una infaltable “Cantares”, su gran éxito musicado al poema del sevillano Antonio Machado (1875-1939) el más joven poeta representante de la generación del 98, coreada masivamente: 

Caminante no hay camino,
Se hace camino al andar…
Golpe a golpe, verso a verso…

El finiquito se asomó con las miradas lacrimosas y sonrisa placentera del veterano artista. Cantó “Esos locos bajitos” y la bella “Penélope”, con su último mensaje con la garganta cascada:

 “En esta vida inevitablemente todo lo que empieza tiene que terminar. Si por mi fuera estaría cantando hasta la madrugada. Pero más vale que mi agradecimiento quede escrito musicalmente”.

Regaló “Sinceramente tuyo” y “Fiesta”, acompañado de un “¡Viva México cabrones!”. Serrat, quien anduvo muchos años exiliado por México y Latinoamérica huyendo de la dictadura franquista hasta la caída del “Caudillo de España”, desapareció del telón luego de dos horas de concierto y la satisfacción masiva que se entregó en absoluta efervescencia.

Joan Manuel Serrat tendrá un acto extra en México este 23 octubre en la Alhóndiga de Granaditas guanajuatense, como parte de las actividades en la edición 50 del Festival Internacional Cervantino (FIC).

A su vez, el presidente Andrés Manuel López Obrador publicó la noche de este jueves 20 de octubre en su cuenta de Twitter fotografías donde a Serrat se le ve feliz de visita en Palacio Nacional. En ellas, aparece la esposa de AMLO, la escritora Beatriz Gutiérrez Müller. Y aunque recomendó la obra del catalán por ser “poesía pura”, el mandatario mexicano no asistió al recital.

De algún modo, vale la pena traer a colación cuando otro cantor español, el rockero Joaquín Sabina (por cierto, afín a su colega Serrat en grabaciones y shows a dueto) fue invitado a comer y a beber en Los Pinos por el entonces presidente Felipe Calderón, la tarde del 19 de abril en 2010.

Como recogió entonces Claudia Herrera Beltrán, de “La Jornada”, fueron tres horas que transitaron amenizadas por los acordes de las guitarras, las trompetas y el guitarrón del Mariachi de la Secretaría Marina, mientras Felipe Calderón, Sabina y una decena de invitados comieron y entonaron melodías como “Ella”, “Ojalá que te vaya bonito” y “Nos dieron las diez”:

“No hubo prensa adentro, pero los comensales hicieron su crónica de la tarde bohemia que marcaría el rencuentro del cantautor de Jaén, España, con Calderón después de que en una conferencia tildó al presidente mexicano de ingenuo por librar una batalla contra el narcotráfico, que sabía de antemano que no la podía ganar.

“De aquella rueda de prensa en que Sabina explicó que lo único bueno de que ahora no estuviera Joan Manuel Serrat con él, es que ‘no tengo que comer con presidentes’ pasó una semana”. 

 

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