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“Por los senderos del blues”, crónicas de Raúl de la Rosa

CIUDAD DE MÉXICO (proceso.com.mx).–Esfuerzo titánico el que emprendió en 1978 el promotor artístico Raúl de la Rosa para que un ramillete de magnas estrellas del género estadunidense del blues abrieran, con su arte mayor, la Sala Nezahualcóyotl de la UNAM durante el I Festival de Blues en nuestro país.  

La historia no fue la misma. Y 44 años después, De la Rosa ha decidido contar montones de anécdotas e iluminar tanto a doctos como a diletantes con un fenomenal libro ilustrado “Por los senderos del blues. Crónicas” (Agua Escondida Ediciones, 278 páginas), en clara dedicatoria a los amantes de la música afroamericana.

El autor desarrolla un mundo de perlas históricas, donde nos lleva de la mano a través de una lectura fascinante con capítulos como:

“Sala Nezahualcóyotl. El gran escenario se quita el esmoquin”, “Blues urbano”, “Blues y religión”, “Espirituales”, “Góspel”, “Zydeco y Cajún”, “¿Quién fue realmente Robert Johnson?”, “Sobre las mujeres del blues”, “Mahalia Jackson, la Reina del Góspel”, “Janis Joplin”, “Lady Sings the Blues: Billie Holiday”, “Koko Taylor”, “La Betsy”, “El retorno de Carlos santana”, “Martin Scorsese, el músico”, “El jazz en la Alemania nazi”, “W.C. Handy, el Padre del Blues”, “Scott Joplin”, “Porgy & Bess y Gershwin” y “Confieso que…me he divertido”.

Justo en este último capítulo, Raúl de la Rosa informa que cuando se hallaba en las últimas correcciones del volumen, llegó a su correo la noticia de que había sido nominado para los KBA Awards 2022 que otorga la legendaria Blues Foundation de Memphis, Tennessee (tierra de Elvis Presley):

“En su breve relación incluyeron mi organización de 11 festivales de blues, 25 años de producir programas radiofónicos dedicados al blues en dos estaciones distintas (Radio Educación y Horizonte del IMER), la publicación de mi columna en el diario “La Jornada” desde el año 2000 y la curaduría de varios festivales en los que el blues estuvo incluido.”

Estos relatos maravillosos atraparán al lector común y serán leídos con deleite por un bonche de musicófilos apasionados; pero sobre todo servirán de guía vital para motivarnos a investigar más acerca de las culturas afro y su papel no sólo en Estados Unidos y Europa, sino en nuestro país donde De la Rosa ha sido un testigo fundamental del arte contemporáneo. Transcribimos aquí uno de los primeros capítulos de “Por los senderos del blues. Crónicas”.

El origen

En el año de 1978, mi trayectoria como promotor cultural da un giro de 180 grados.

En ese año se inician dos pequeñas historias: mi entrada a la radio con el insólito propósito, al menos en el cuadrante radiofónico mexicano, de iniciar la primera serie (1978-1988) dedicada exclusivamente al blues. La otra historia fue el poder organizar los primeros festivales de blues en México.

Digamos que la serie radiofónica fue el preámbulo al I Festival tres meses antes de iniciarse en la Sala Nezahualcóyotl de la UNAM, en octubre del mismo año.

El tiempo transcurrido desde entonces y la presencia en diversos escenarios de la Ciudad de México de verdaderas leyendas del blues han dimensionado estos conciertos y son el “leitmotiv” de estas crónicas en donde aparecen géneros y artistas relacionados con el blues y la importancia que estos festivales han tenido en la vida musical de nuestro país.

Escribir sobre el blues en convocar a una historia que se inicia en África y conocer una de las más bellas historias de la creación musical que surge entre las comunidades de esclavos de origen africano en las más adversas condiciones de vida en el sur de los Estados Unidos.

Todo lo anterior se desencadena cuando la directora del CREA, Silvia Hernández, en donde trabajaba como promotor cultural, nos ordenó organizar conciertos para los jóvenes. Lo irónico era que no se daban permisos para conciertos de rock a causa principalmente de políticas conservadoras y del gran escándalo que desataron los medios sobre el Festival de Avándaro en el año de 1971 y lo acontecido en la presentación del grupo Chicago en el Auditorio Nacional en el año de 1975.

En sesión del Consejo y en respuesta a esa petición-orden, se nos ocurrió proponer conciertos de blues, del que poco se conocía. La explicación resultó convincente, pues un grupo de músicos negros ya mayores que eran como los padres del “rock & roll”, no podían causar mayor revuelo entre los jóvenes (¡qué equivocados estábamos todos!). La propuesta fue presentada por Marta de Cea, Gastón Martínez Matiella y el que escribe.

Una semana después volábamos Gastón y el que teclea rumbo a Chicago. Así se inicia una maravillosa aventura que ha perdurado hasta el presente. Digamos que el blues se volvió el “soundtrack” de mi vida, que me ha acompañado en las duras y en las más duras.

Teníamos más dudas que certezas. ¿Cómo íbamos a contactar a los “bluesmen”? Gastón comentó: “Fácil, buscamos en la Sección Amarilla músicos o en la sección de música negra”. Ironías aparte, más de tres décadas nos separan del cómo se resolvían estos asuntos en una época en que no existía Internet y casi todo se trataba “in situ”, había que viajar al lugar en el que residían los artistas y para el blues el centro era Chicago y no el delta del Misisipi.

Dice el son jarocho que “para subir al cielo se necesita una escalera grande y otra cosita”. Lo primero es obvio, pero lo primordial en esta vida –tal parece—es la “otra cosita”. Unos le llaman suerte, otros, destino. El hecho es que Gastón tenía un hermano en Chicago, y éste a su vez tenía un hijo que era “sheriff” del Cook Country, Sam le llamaban, y éste tenía un amigo llamado Bob Otter, aficionado al blues y que a su vez conocía al matrimonio formado por Jim y Amy O’Neal, los editores de la revista “Living Blues”, la más importante publicación de este género.

Así, los únicos desconocidos eran dos excéntricos mexicanos que querían contratar a los “bluesmen” para llevarlos a México a un festival de blues surgido apenas diez días antes. A unas horas de haber llegado a Chicago, Bob nos consiguió una cita con Jim y Amy O’Neal en el Elsewhere, un bar situado en el “Old Town” de Chicago.

Entrar a ese bar fue como traspasar el umbral de donde vería, por primera vez, a los “blusistas” en vivo. Apenas entrar escuchamos una armónica que erizaba el espinazo. Resultó ser Big Walter Horton, una leyenda de la armónica con la banda de Jimmy Rogers. Mejor inicio no pudimos haber tenido.

Terminada su actuación, iniciada la negociación. A continuación, vino una de las más lamentables actuaciones que como promotor haya tenido.

A la pregunta de a quiénes queríamos contratar, Gastón se queda callado y me mira en espera de mi respuesta. Entonces suelto la primera: “¡Little Walter!” –digo entusiasmado–. Jim contesta lacónico: “Ya murió”. Tan solo dije: “¡Ah, no lo sabía!” y enseguida suelto la segunda de la noche: “¿Howlin’ Wolf?”. Esta vez fue Amy la que respondió: “También está muerto”. A estas alturas yo sudaba betún y Gastón, en vista del papelazo del futuro promotor, preguntó: “¿Por qué mejor no nos dicen quiénes están vivos?”. La risa alivianó el gran tropiezo y, la verdad, no había forma de saberlo desde México. ¿Cómo enterarse?

Finalmente, esa noche bebimos y bailamos buen blues. Estábamos en el umbral. (…)

Desde que se planteó la realización del I Festival de Blues en México las cosas marcharon, “se iban dando”, desde el inicio con el viaje a Chicago para contratar a los primeros músicos que habrían de participar, hasta el permiso para la sala donde se realizaría: la sala Nezahualcóyotl. (…) Gerardo Estrada, de la Dirección General de Difusión Cultural de la UNAM, firmó el convenio para que tuviera lugar el I Festival, del 12 al 15 de octubre de 1978, tres conciertos en total; el día 13 tendríamos uno en el Teatro Ferrocarrilero.

Ahora, y cientos de trámites después, sólo restaba esperar el arribo de ese elenco que ni soñando nos hubiéramos imaginado que vendría a México. El 11 de octubre, finalmente, arriban las leyendas andantes del blues: Willie Dixon y sus Chicago Boys All-Stars, John Lee Hooker y sus Coast to Coast Blues Band, Jimmy Rogers con Big Walter Horton y Sunnyland Slim…

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