REYNOSA. Tamps., 13 de mayo (apro).- El albergue Senda de Vida II ubicado en las orillas del Río Bravo, parece una pequeña ciudad de haitianos que llegaron a esta frontera para cruzar a Estados Unidos.
En el primer minuto del viernes 12, los tres mil migrantes indocumentados instalados aquí, que buscaban pasar hacia el vecino país, han perdido la esperanza de ser beneficiados por el Título 42 mediante el cual, en caso de fallar su intento para vadear el río, eran simplemente regresados al punto fronterizo del que vinieron.
Muchos de ellos desconocen cuál es el paso a seguir, ahora que entró en vigor el Título 8, que contempla sanciones mayores para quienes crucen como indocumentados y hasta cárcel para los reincidentes.
Entre los residentes del albergue municipal saben que lo que sigue es llenar la forma que contiene la aplicación del teléfono móvil CBP-One, para esperar que responda el Gobierno de Estados Unidos y dé la respectiva cita. Dentro y fuera del albergue hay hojas adheridas en las paredes con las grecas con el código QR para descargar la aplicación.
Comentan entre ellos que el viernes fueron llamados 40, para presentar su caso ante Migración de Estados Unidos. Con suerte llegarán a la Corte y si convencen al juez que sus vidas corren peligro o que son perseguidos por discriminación, cuestiones políticas, religiosas u otras similares, pueden quedarse en el país. Si no, pueden ser enviados a la nación de donde vinieron.
En este refugio, inaugurado el año pasado por el Ayuntamiento, los extranjeros se organizan como pueden. Hay decenas de tiendas de campaña donde viven familias enteras. Como han sido días de lluvia hay plásticos improvisados como impermeable.
Abundan los niños que corren por los pasillos formados entre las tiendas. En el fondo hay un área de juegos infantiles.
La gente aquí se mueve de un punto a otro de este centro de migrantes, rodeado por una barda perimetral de unos 100 metros de lado.
La espera es angustiosa para muchos de ellos, porque no hay nada que hacer, como dice Eduardo, que camina en el exterior, en una enorme extensión de terracería, donde hay árboles. Alguna vez hubo canchas de futbol y softbol aquí, pero ahora todo el espacio está ocupado por grupos de migrantes que no tienen nada más que hacer que charlar, dejar pasar las horas lánguidamente, bajo las sombras de los árboles viejos y de frondas altas. Por la cercanía con el río, el ambiente es húmedo y el aire provoca bochornos.
Omar, procedente de Guerrero, llegó hace como un mes a Reynosa. Dice que la gente está confundida porque inicialmente habían hecho una lista para organizar el trámite para obtener la visa humanitaria. Había personas que tenían meses en espera, pero ahora que dejó de estar vigente el Título 42 de la Ley de Estados Unidos, ya se han organizado de otra forma. La espera valió de nada.
El mexicano dice que también batallan para hacer que funcione la CBP-One. Muchos se enredan con las indicaciones. Se frustran, porque les rechazan los datos o porque creen que ya terminaron, cuando todavía la aplicación tiene que procesar información.
Población en movimiento
Senda de Vida 2 fue construido el año pasado por el alcalde morenista Carlos Peña para reubicar a los migrantes que estaban apostados en la Plaza de la República, frente al Puente Internacional Reynosa – Hidalgo.
Se encuentra en una zona deprimida, de calles sin pavimentar, cerca de lo que es la Zona de Tolerancia de la ciudad. Los migrantes, en su mayoría haitianos, andan por los alrededores. Muchos de ellos transitan despreocupados y sin camisa. A un par de kilómetros de ahí, algunos se apostaron en el cruce de Río Mante y Tiburcio Garza Zamora, para limpiar vidrios de coches y ganar algunos pesos.
Se ve a algunos deambular por la Avenida Luis Echeverría, a la altura de la colonia Aquiles Serdán.
Reynosa es una de las ciudades de mayor crecimiento en la frontera mexicana y el centro maquilador de Tamaulipas. Las cifras oficiales dicen que tiene 700 mil habitantes, aunque en la localidad se dice que hay un millón, por la gente que llega y se va cada día. El Alcalde dice que hay 16 mil extranjeros varados en la localidad, en espera de cruzar la frontera norte.
Este viernes, en Senda de Vida II se estima que hay unos tres mil. Julieth, la encargada de las entradas y salidas dice que, tan solo el viernes se fueron unos 700 hombres e igual número de mujeres. Pero llegaron otros tantos.
La puerta de acceso es de lámina pesada, y el encargado, un nombre joven de barba y mal encarado, tiene actitud de carcelero. Cuando tocan, abre la mirilla y aunque escucha con atención y desconfianza a la persona que se presenta del otro lado. Y siempre abre.
A un lado de la entrada, dos chicas hacen un trabajo extenuante y caluroso: en el pequeño cubículo, donde se encuentran, son las encargadas de retener los pasaportes y visas de todos los huéspedes de la casa.
La responsabilidad que comparten estas chicas, cercanas a los 20 años, es enorme, pues tienen en sus manos el único y más valioso documento de identidad que poseen los viajeros que vienen desde Sudamérica. Dicen que la mayoría procedente Haití, pero también hay cantidades significativas de Honduras y Chile.
Es de pesadilla la logística que enfrentan para organizar tantos documentos. Inscriben a mano a cada uno de los que entran y salen, en una libreta, y separan por fajos las nacionalidades. Los haitianos, por ejemplo, tienen la piel oscura, y es difícil identificarlos. Como hablan criollo haitiano y francés, para ellas es imposible entenderles. Por ello, para darles los documentos, al salir, se los van mostrando uno por uno hasta que se reconocen en el que les pertenece.
Todos los encargados del funcionamiento del refugio son voluntarios que ahí se quedan, y portan chalecos verdes fosforescentes. Miguel, de Ecuador, así como Wilbert y Enrique, de Honduras, se encargan de revisar las pertenencias de los que recién ingresan. Buscan instrumentos punzantes, cortantes, contundentes, cualquier objeto que pueda ser usada como arma, para confiscarla. Afortunadamente, dice, como todos conocen las restricciones nadie pasa por su aduana material prohibido.
Dicen que, en el albergue, ya todos saben que por ahora no deben cruzar por el río. Si los atrapan, los agentes de la Patrulla Fronteriza podrían regresarlos con grilletes en manos y piernas, alertan. Además, en esa zona del río Bravo la corriente va crecida y el riesgo es grande.
Lo mejor, dicen, es entrar en la lista, mediante la aplicación telefónica y esperar el llamado de las autoridades migratorias de Estados Unidos. La calma es mucho mayor ahora, a diferencia del movimiento que hubo en los días previos al viernes, cuando, tanto en Reynosa, como en Matamoros, Ciudad Juárez o Acuña se vieron escenas de migrantes que se arrojaban al río Bravo para llegar a la frontera del lado de Texas.
Lo que encontraban era un alambre de púas que les impedía avanzar o agentes migratorios de EU que enérgicamente les ordenaban regresar por donde habían llegado, porque no los dejarían pasar.
Por ahora a los habitantes de Senda de Vida II no les queda más que tirarse dentro de una tienda de campaña, caminar por los alrededores o esperar la hora para el lonche. Los comedores están saturados, por lo que la gente puede sentarse a comer en cualquier rincón.
En el albergue se observa una convivencia pacífica, Los extranjeros son visitados por misioneros estadounidenses que les llevan la Palabra del Evangelio, o ayudan a la causa con víveres y vestimenta.
Y mientras los días pasan, los migrantes deben ser pacientes, en espera de que llegue la hora, dentro de semanas o meses, en que sean requeridos por Estados Unidos y convenzan a las autoridades que lo mejor para ellos es que se queden en el país, para cumplir el llamado sueño americano.