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México debe atender las lecciones de Lula | Artículo

Por Alberto Vizcarra Ozuna

     A cien días de iniciado el tercer mandato del gobierno de Luis Inácio Lula da Silva, en Brasil, el presidente abre una ofensiva diplomática internacional que tiene como eje el fortalecimiento de las relaciones comerciales y de inversión con la vigorosa economía China, y con los países que conforman el creciente agrupamiento de naciones aglutinadas en torno a la iniciativa de desarrollo económico que se reconoce en los BRICS, entidad que comprende a Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica.

Es notorio que el presidente brasileño no se ajusta a la máxima de que la “mejor política externa es la interna”, pues tiene la experiencia y sabe que navegamos en un sistema financiero internacional cuya operatividad y dinámica especulativa le niega el acceso al desarrollo a las naciones emergentes que desesperadamente buscan la industrialización para salir del hambre y la pobreza. La personalidad de Lula se encuadra en la de aquellos hombres que superaron su propio destino. Nacido a mediados del siglo pasado, en medio de la pobreza extrema, Lula escala a la condición de un obrero calificado en la industria de la metalurgia.

Vía Reuters

Eso lo vincula a la vida sindical y a las implicaciones públicas que tal hecho conlleva. La intelectualidad de Lula no viene de haber traducido algún libro del griego al portugués, tampoco de elucubraciones en el encierro de un cubículo universitario. Se ha forjado en el ejercicio de la solución de problemas de orden económico y social, y todo obrero que transforma la naturaleza con su trabajo, tiene ese potencial intelectual. Su preocupación por la clase obrera lo llevó a ocuparse de la suerte de su país y del mundo. En sus dos periodos presidenciales (2003-2010), Brasil alcanzó la condición de la octava economía del mundo, un crecimiento económico e industrial cuyo impacto social logró sacar a más de 20 millones de personas de las filas de la pobreza y el hambre.

El liderazgo de Lula ha merecido importantes reconocimientos, pero también persecución, calumnia y cárcel. No es un hombre al que puedan someter con la amenaza de “unas nalgaditas”. Se pudo percatar de que los logros alcanzados en el ejercicio de sus dos periodos de gobierno, no se podrían sostener y mucho menos ampliar, si la economía de Brasil se mantiene en forma incondicional sujeta a los dictados macroeconómicos de los centros financieros de occidente, que han hecho del dólar, el instrumento de control de una política que sofoca el desarrollo e impone condiciones que impiden la industrialización y el acceso a la ciencia y la tecnología de los países que conforman el sur global.

Vía Reuters

En su reciente gira a China, Lula, no dejó dudas respecto a su comprensión de los problemas torales y críticos que enfrentan los países pobres para ser incluidos en políticas globales que comprendan su desarrollo. Aprovechó la ceremonia de la toma de posesión de Dilma Rousseff, en el puerto de Shangai, como presidenta del Nuevo Banco de Desarrollo de los BRICS, y con claridad hizo la reflexión: “Me pregunto todas las noches, por qué todos los países están obligados a comerciar en dólares”, dijo horas antes de su encuentro con el presidente Chino, y añadió: “¿Por qué no podemos comerciar en nuestra propia moneda?”, para luego referir que el sistema del dólar, utiliza al Fondo Monetario Internacional, como una estructura bancaria para “…asfixiar las economías de países, como está haciendo ahora en Argentina, o como lo hicieron con Brasil durante tanto tiempo y con todos los países del tercer mundo”, agregando: “ ningún gobernante puede trabajar con un cuchillo en la garganta, porque su país tenga deudas”.

No es que Lula se proponga dar lecciones a México y a los demás países de América Latina, pero en este caso sus acciones resultan ejemplares y aleccionadoras. Brasil le desmonta el camino a los países latinoamericanos, para que pierdan el miedo y tengan la confianza de que sí hay vida después de que la inoperancia del sistema financiero de occidente termine por sucumbir. Los recurrentes episodios de las crisis financieras, como la del 2008 y la que actualmente está en curso, con las recientes bancarrotas de los bancos norteamericanos y europeos, son incidentes que documentan el origen sistémico de la crisis, cuyos remedios -adoptados por Wall Street y la City de Londres- son las proverbiales medicinas que empeoran la enfermedad.

Vía Reuters

El incremento constante en las tasas de interés, instrumentado por la Reserva Federal y el Banco Central Europeo, desde hace un año, para supuestamente reducir la inflación, es una onda de choque que está profundizando la desinversión en procesos físicos-productivos al mismo tiempo que impacta en la balanza de pagos de los países deudores, quienes se ven obligados a desatender la inversión productiva interna para pagar una deuda externa que crece en proporciones insostenibles.

México, como en la crisis de la deuda de los años ochenta, sufrirá por estas políticas incrementos aún mayores en el volumen de su deuda externa, haciendo aún más raquítica la capacidad de la inversión pública interna, reduciendo así las expectativas de crecimiento y propiciando condiciones para que continúe aumentando la pobreza y el desempleo. El presidente Andrés Manuel López Obrador, ha preferido cerrar los ojos ante esta realidad internacional, una especie de temor a lo desconocido que lo resuelve con su socorrida expresión: la mejor política exterior, es la política interna. Una forma de renunciar a la diplomacia internacional requerida para incorporar a México a los esfuerzos notorios de varios países del mundo que se niegan a perecer junto con el moribundo sistema del dólar.

La trompeta que ha hecho sonar Lula, tiene un sonido metálico claro y orientador; si el presidente mexicano continúa poniéndose las manos sobre los oídos, la mayoría de los liderazgos nacionales y los mexicanos no tenemos por qué hacerlo.

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