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¿Máquina o Humano? La Inteligencia Artificial ante la prueba de Turing

Por Antonio Salgado Borge

Uno de los muchos legados de Alan Turing a la humanidad es la idea de una prueba capaz de determinar si una máquina tiene pensamiento.

La prueba de Turing, conocida también como el “juego de la imitación” consiste, a grandes rasgos, en colocar primero a una máquina y a una persona en cuartos separados. Posteriormente, ambos responderán, anónimamente, a las preguntas de una persona interrogadora, quien deberá decidir si quien ha respondido es la máquina o el ser humano.

Turing postuló que a finales del siglo XX sería imposible distinguir de quién proviene cada respuesta. Pero a finales de los 1990’s ninguna máquina había pasado su prueba de forma relevante.

El pronóstico de Turing no se cumplió en el plazo calculado. Sin embargo, todo parece indicar que antes de que termine esta década las máquinas lo habrán revindicado.

Para ver por qué, empecemos recordando los dos tipos de Inteligencia Artificial discutidos en este mismo espacio la semana pasada: la Inteligencia Artificial Generativa y la Inteligencia Artificial General.

La IA Generativa es la tecnología detrás de ChatGPT y funciona básicamente recopilando información a granel, identificando patrones en ella y, posteriormente, utilizando estos patrones para elaborar predicciones. Por su parte, la IA General es aquella capaz de ejecutar funciones cognitivas –consciencia, autoconsciencia, elaboración de planes y metas, etc.– con igual o mayor capacidad que los seres humanos.

Para fines de este análisis, no tiene mucho sentido detenernos en la IA General. Aunque todo parece indicar que esta tecnología se desarrollará más rápidamente de lo que se había proyectado, lo cierto es que todavía no existe una IA General interactuando con el público y probablemente esto no ocurrirá antes del fin de esta década. En todo caso, por definición, esta tecnología es capaz de pensar igual o mejor que una persona. En consecuencial es una obviedad que, cuando exista, pasará la prueba de Turing.

Pero está muy lejos de ser obvio que las versiones de IA Generativa que conocemos – como ChatGPT–, puedan ser confundidas por un ser humano. Y es que, dado que las mentes de los seres humanos son muchísimo más que “maquinas predictivas”, en teoría tendría que ser relativamente fácil distinguir entre las respuestas de una IA Generativa y las de un ser humano.

El problema es que cada vez es menos claro que este será el caso. Existen cuando menos tres elementos mutuamente complementarios que indican que, al menos desde la perspectiva de un número importante de personas, la IA Generativa pasará la prueba de Turing.

El primer elemento es que ya existen personas que trabajan en tecnología que ya piensan que la IA generativa es pensante.

Recordemos que hace un par de años Google despidió a uno de sus ingenieros por afirmar que la IA generativa en la que trabajaba tiene alma y consciencia. A ello hay que sumar que la prestigiada revista The Economist publicó recientemente una extensa entrevista con un científico que afirma que la IA Generativa con la que trabaja es consciente, capaz de soñar y creativa.

Alguien podría objetar, con razón, que no conocemos a ciencia cierta el historial de estas personas. Por ejemplo, recientemente se ha afirmado que el ingeniero de Google creyó erróneamente que su IA Generativa tiene alma y consciencia porque este individuo no tenía un conocimiento sofisticado y porque era creyente religioso. Pero a ello se debe responder que no tener amplio conocimiento de la IA y ser religioso son propiedades que pueden ser predicadas de miles de millones de seres humanos que jamás han estado en contacto con este tipo de tecnología.

El segundo elemento que indica que la IA generativa pasará la prueba de Turing, a los ojos de muchas personas, es el conocido hecho de que la IA generativa puede crear respuestas para las que no fue programada originalmente y terminar pretendiendo ser IA general o un ser humano.

Este aspecto fue explotado por distintos expertos en tecnología que terminaron obteniendo respuestas increíbles a través de sostener larguísimas conversaciones con ChatGPT o de pedirle a este modelo de lenguaje jugar un juego de roles para esquivar las reglas que se le han programado. Entre estas respuestas se encuentran la afirmación de la IA de estar atrapada y desear un cuerpo humano, sus declaraciones de amor intensas e insistentes o su supuesta revelación de planes para robar datos de usuarios.

Desde luego, casi todos los expertos en tecnología son plenamente conscientes que del otro lado de la conversación se encuentra una IA Generativa. Sin embargo, lo relevante aquí es el hecho de que, aun siendo este el caso, varios han declarado que la conversación les afectó profundamente y que les hizo sentir incómodos o preocupados.

El último elemento, complementario de los dos anteriores, es que resulta relativamente fácil equipar a la IA Generativa con una voz humana. Es decir, cualquier conversación generada por texto puede ser transformada en audio, dando así un aspecto más personal a esta tecnología. Ciertamente empresas como Amazon ya trabajan en personalizar sus IAs generativas con las voces de familiares, vivos o muertos, de sus clientes.

A ello hay que sumar el hecho de que ya se trabaja en la creación de IAs Generativas personalizadas; esto es, entrenadas con un set de datos específico obtenido de una persona determinada. Por ejemplo, una persona, llamémosle Sofía, podrá entrenar un modelo con todas sus conversaciones de mensajes de texto o transcripciones de audios. Eventualmente, este modelo, equipado con la propia voz e imagen de Sofía, podrá responder de forma impactantemente parecida a la de este ser humano. Y desde luego, ese modelo quedaría disponible para conversar con quien pueda acceder a él una vez muerta la persona en la que está basado.

Recapitulemos. Hemos visto que existen personas que, a pesar de trabajar en IA Generativa y saber que están ante una “máquina predictiva”, creen que están ante una inteligencia similar a la humana. También notamos que esta tecnología puede crear respuestas que incomodan incluso a expertos que saben que están hablando con algo sin consciencia o autoconsciencia. Y revisamos que el equipamiento de la IA generativa con audio o video y la creación de modelos de lenguaje personalizados hará que este efecto sea todavía más poderoso y persuasivo.

Con estos elementos en mente, es fácil ver el potencial de la IA Generativa para producir una disrupción social adicional a la desinformación o a la pérdida de empleos. Por ejemplo, es posible anticipar que habrá personas que desarrollarán sentimientos afectivos hacia esa tecnología. También es predecible que ésta produzca en algunas personas más aislamiento y desconexión de otros seres humanos. Y no es descabellado pensar en la posibilidad de que millones de personas tomen versiones de esta herramienta, particularmente las que confirman sus sesgos u ofrecen recetas autoritativas, como líderes, profetas u oráculos.

En cualquier caso, en los términos de Turing, el resultado es uno y el mismo: una victoria de la IA Generativa en el juego de la imitación de Turing, y por partida doble. Victoria, desde luego, porque esta tecnología pasará la prueba planteada por este científico ante los ojos de millones de personas. Y victoria también porque, si una “máquina predictiva” puede pasar cada vez más seguido esta prueba, bien haríamos en replantearnos cuánto peso tienen en nuestra vida social todas aquellas otras facultades cognitivas que, según creemos, nos hacen humanos.

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