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“Los espíritus de la isla”

CIUDAD DE MÉXICO (proceso.com.mx).- Existen diferentes tipos de cuentos: de hadas, terror, morales… el que cuenta el británico Martin McDonagh sobre la amistad de dos hombres, habitantes de un lejana isla irlandesa, atraviesa todas la categorías. En Los espíritus de la isla (The Banshees of Inisherin; Irlanda-Reino Unido- Estados Unidos, 2022) lo mágico empieza por el título, pues en el folklor irlandés las banshees son espíritus femeninos que anuncian la muerte. La absurda ruptura entre Pádraic (Colin Farrell) y Colm (Brendan Gleeson), amigos de toda la vida, desencadena sucesos que se deslizan hacia el horror, y la moraleja –cuestionamiento de una comunidad cerrada, o quizá de toda la historia del país– aletea por los desolados parajes de la isla.

En cuanto historia, con mayúsculas, la trama se sitúa en 1923, año en que la independencia de Irlanda, asociada a la guerra civil entre católicos y protestantes, estaba por concluir, con un país divido; la tentación sería identificar la ruptura entre Colm y Pádriac como alegoría del desgarre nacional, pero el drama entre los amigos, personajes de carne y hueso, va más allá de una ilustración de tesis; un conocedor de la historia irlandesa podría encontrar más claves. Lo mejor es disfrutar la narración de McDonagh como todos los cuentos, caprichosos y absurdos.

El humor, negro, derivado de gestos y reacciones crueles entre la pareja de amigos que llega a actuar como los peores enemigos, no permite el desahogo típico del humor macabro. Lo que sugieren incidentes y peripecias son preguntas, y éste es el trabajo para el espectador, que debe especular desde el principio. ¿Por qué decide Colm cortar la amistad? El buenazo y aparentemente simple de Pádriac hace un largo recorrido para llegar, como ha sido costumbre, a buscar a su mejor amigo para ir a beber al pub; luego de mucha insistencia, Colm responde que no quiere seguir asociado a un tipo tan aburrido. ¿La amistad era real o en el fondo se sostenía por mera inercia?

Peor cuando Colm, quien supuestamente se dedicaría a componer música y tocar un instrumento, decide cortarse un dedo cada que Pádriac intente buscarlo, y así arrojar el dedo mutilado a la puerta de éste; comienza una serie de agresiones absurdas puesto que se las infligen a sí mismos, o dañan lo más querido de uno al otro, con saña, porque en esa larguísima amistad cada uno sabe lo que más le duele al amigo.

En esa isla de ambiente bucólico, donde las tijeras que utiliza Colm para mutilarse sirven para podar la lana de las ovejas, ocurren hechos cotidianos terribles y vergonzosos: el joven Dominic (Barry Keoghan), refugiado en casa de Pádriac y su hermana, había sido cotidianamente abusado sexualmente por su padre, quien además es policía, cosa de la que todo el pueblo estaba al tanto. El fondo de este cuento es muy oscuro, escarba profundidades de la psique y de las relaciones humanas, se asoma a esos abismos.

Una posible clave, la ausencia de lo femenino, sin que ni siquiera se vislumbre un cierto erotismo entre los amigos; la relación es seca y estéril, la mujer es sólo una mirada remota… la hermana de Pádriac decide escapar de la claustrofobia de la isla, los amigos quedan más solos que nunca, a merced de una rabia fría que habrá de desatarse.

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