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“La vida se trata de construir sonrisas nuevas cada que se puede”: Gabriel Rodríguez Liceaga |Video

“Hay que acercarse a los lectores haciéndolos reír para que la reflexión final sea aún más dura”, dice un certero Gabriel Rodríguez Liceaga (Ciudad de México, 1980). El narrador sabe que las relaciones de pareja y el amor en sí mismo son rudas, intensas y dramáticas, pero a la vez sabe que hay son divertidas, complejas y en ocasiones absurdas. Mucho de eso que leemos en La sombra de los planetas (Literatura Random House), su nueva novela.

La novela se centra en una pareja Damiana y Santiago, a ella la acaban de despedir y él tiene un trabajo de oficina, mientras que en la noche se dedica a escribir sobre sus insatisfacciones amorosas. A fuerza de contrapuntearse exhiben sus debilidades y parecen no darse cuenta de sus fortalezas.

¿La mejor manera de contar su historia es a través del humor? Imposible saberlo, lo que sí está claro que es que Rodríguez Liceaga lo hace en este tono y consigue un libro corrosivo, que, además, dicho sea de paso, marca el cierre de una etapa como escritor: “para mí esta novela es la despedida de la juventud”.

¿Qué clase de maestra encarga a sus alumnos una tarea que consiste en averiguar por qué no fueron abortados?

Una maestra que piensa en el siglo XXI y estimula a sus alumnos para que piensen las cosas diferente. En algún momento todos nos preguntamos para qué nacimos o para qué estamos en el mundo, creo que esos cuestionamientos hay que adaptarlos a las necesidades de la actualidad. Desde luego, es también una maestra a la que correrían de una institución como el Opus Dei, así le sucede a Damiana, mi personaje. El único momento en donde la vemos siendo maestra de dibujo es cuando la corren. Esa es la pregunta que mueve la novela y se resuelve al final. El único momento en que Damiana y Santiago coinciden en algo, es en la respuesta.

¿Siempre tuviste claro que la estructura de la novela sería el contrapunteo entre Damiana y Santiago?

Siempre tuve claro que él iba a estar en una introspección sobre su pasado emocional y que ella iba a recorrer la ciudad en un monólogo interno sobre su dolor por el hecho de que no puede ser mamá. Sabía que su dolor iba a ser muy parecido y como no lo dialogan es lo que termina por separarlos. Una de las tesis de mi libro es que muchas veces no nos damos cuenta de por qué estamos con el otro, pero aún así nos unen cosas inmensas. Al final sólo el lector es quien se da cuenta que tienen todo para ser felices. El amor es complicadísimo.

¿Qué tipo de reflexiones te deja en este sentido la novela?

Para mí la novela es una despedida de la juventud. Llevo rato despidiéndome de cierto fulgor juvenil y ahora viene lo bueno, quizá una etapa de plenitud intelectual. Como hombre de 42 años busco el amor de una forma muy distinta y en La sombra de los planetas todavía ensayo la melancolía por haber sido joven. Me choca estar en una mesa y que todo mundo hable de la edad que tienes y toda esa obsesión por ser joven. El miedo a envejecer nos lo tienen muy inoculado, no por nada en México seguimos vistiendo a octagenarios como niños. Hay una obsesión por no madurar ni crecer y en mi casi con esta novela establezco un parteaguas. No se que voy a escribir, pero seguramente no serán libros con estas características.

Otra cosa que une a tus personajes es un ramillete de expectativas no cumplidas.

Exacto, siento que no hay nada más mexicano que no poder dedicarte llanamente a lo que viniste a hacer al mundo. En este entorno no te puedes dedicar al arte cien por ciento, incluso el mismo talento es sinónimo de frustración. La novela, me parece, también muestra la frustración ante la creación, literaria en este caso.

En este corte de caja, ¿hay un replanteamiento de por qué o para qué escribes?

No, sé que mi papel en la Tierra es escribir y traducir el mundo en palabra escrita, encuentro mucha dicha en ello. Soy un hombre afortunado porque mi libro lo publica una editorial importante, pero la novela ya se salió de mis manos y ahora está en manos de lectores. Decía Hemingway que un libro publicado es un león muerto, yo lo siento muchísimo con esta novela, me parece algo majestuoso pero que se va a pudrir lejos de mis manos. A partir de ahora tengo que volverme mejor escritor, prepararme más y entender que la literatura es cuesta. La sombra de los planetas me deja muchas ganas de hacer cosas cada vez mejores. Me toca meter el dedo en la herida todavía más hondo, de manera que termine doliéndole a todos. El objetivo de la creación artística debería ser poner una candileja en lo que está mal en nuestra especie.

El humor atenúa el dolor y eso lo vemos en la novela…

Sí, siempre intento que mi literatura sea muy gozosa. Al final este es un libro lleno de comedia. Hay que acceder a la sabiduría o al llanto desde la risa.

¿Qué te aporta el humor al momento de lidiar con tus heridas?

El humor es el futuro. Conforme las cosas son más ingeniosas narrativamente, uno atisba formas de pensar que no tenía antes. Hay comediantes extraordinarios que además de salvarme la vida, me enseñaron a reírme de formas nuevas. La vida se trata de construir sonrisas nuevas cada que se puede.

¿Qué comediantes te salvaron la vida?

El norteamericano Eric André, es fantástico y el otro es un español poco conocido, Miguel Noguera. Los menciono como influencias, pero tampoco es que yo haga un humor como el de ellos. Mi comedia es distinta. Decimos que a los mexicanos nos da risa todo y no nos tomamos nada en serio, pero nuestra literatura no es humorística, son muy pocos quienes la ejercen o han ejercido, pienso en Juan Pablo Villalobos, Julio Torri, Arreola o Monterroso.

Claro, ¡olvidaba al santo patrón!, al maestro de la carcajada. ¡Cómo nos hace falta ahora! Me suscribo dentro de esa tradición, aunque no digo que ya esté en esa fila. Hay que acercarse a los lectores haciéndolos reír para que la reflexión final sea aún más dura.

Algo que me gustó de la novela es que no caricaturizas a tus personajes, lo absurdo es la realidad.

Esa era la intención, formamos parte de un bloque generacional que creció sin internet ni redes sociales. Damos por hecho los avances contemporáneos, pero me parece que era el momento de escribir una novela sobre cómo seguimos aspirando al amor. No hay nada más importante en esta vida que el amor y la búsqueda de la belleza, de conocerse a uno amando en las distintas facetas de la vida.

No lo sé, me gusta lo que dice Alfonso Reyes: “Sólo los que amamos brillamos ante dios”. Eso justificaría mucho su silencio, cuando uno le pide salud o dinero no nos oye porque no estamos enamorados. Me gusta la imagen de dios asomándose a la humanidad y como sólo ve a los que aman dice “estos weyes están super bien”. No sé que es el amor, pero en La sombra de los planetas se define como algo que no podemos visualizar o conceptualizar, pero que todos hemos sentido.

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