Germinal (Lumen) es un libro que nace de la duda y la incertidumbre. Tania Tagle (1986) comenzó a escribir un diario mientras estaba embarazada, con el tiempo su registro del proceso de maternidad incorporó temas como el milagro, el asombro y lo monstruoso. Todo como parte de una experiencia que supuso un antes y un después.
Hoy, todo aquel trabajo que se gestó durante diez años toma forma de un ensayo íntimo y personal, en donde la maternidad y la crianza son vistas sin romanticismos ni idealizaciones, pero tampoco con falsas lamentos.
¿A qué atribuyes que las escritoras de tu generación hablen de la maternidad de una forma distinta a como solía hacerse?
Siento que es algo una generacional. Sin embargo, no sé si se le está prestando una atención distinta al tema, es algo de las escritoras o de los públicos. Hay textos de Rosario Castellanos o Elena Garro que tocaron el tema de una manera más cruda. El poema Se habla de Gabriel, de Castellanos, es fuertísimo, refleja un lado desidealizado y desmitificado de la maternidad. No somos las primeras en México en hablar desde ahí, pero sí hay una recepción distinta.
Cierto, hay textos de Elena Garro, Inés Arredondo o Amparo Dávila, sin embargo, no podríamos decir que era algo generacional.
Todavía había cosas tabú en ese momento. Se atrevían a nombrar algo, pero no ha desarrollarlo. En los últimos veinte años han cambiado muchas cosas, situaciones que viví cuando era estudiante ahora son impensables, eso ha repercutido en los temas y la literatura de las escritoras. Cuando empezó muy fuerte la nueva ola de movimientos feministas se había abandonado el tema de la maternidad, pero también creo que como muchas escritoras de mi generación estaban intentando transitar esa experiencia nos propusimos llenar los huecos que sentíamos que había alrededor del tema.
¿Qué tipo de compañía es la escritura durante el proceso de embarazo y de crianza?
Empecé a escribir diarios porque me sentía muy sola y me hacía falta interlocución. Fui madre muy joven, mi hijo es un adolescente y Germinal apenas salió hace un mes. Lo publiqué casi diez años después y eso tuvo que ver con mi hijo, con que tengo otras responsabilidades y con que mi tiempo de escritura era muy escaso. Escribo con tiempo robado casi siempre a mis hijos y a veces a mi trabajo de oficina. Mi escritura está hecha de ese tiempo robado, pero necesitaba hacerlo porque era la única manera de poner orden a ciertas ideas.
¿Cómo fue regresar a lo que viviste hace diez años?
El diario lo tenía desde que estaba embarazada y al mismo tiempo tenía otro proyecto de escritura donde me interesaba abordar los conceptos de monstruo, milagro y asombro; cómo se habían desarrollado en la cultura y literatura. Ese era un proyecto que tenía aparte y en algún momento me di cuenta de que esas dos escrituras se correspondían y eran parte del mismo libro. En Germinal puse a platicar esos dos libros y la plática fue muy rica, se corresponde muy bien, aunque parezca que no tiene nada que ver.
Pero sí tiene que ver, imagino que estar embarazada supone una relación distinta con “el otro” que se gesta dentro de ti.
Para mí los embarazos son procesos muy luminosos. No les veo esta parte de que es el mejor estado de una mujer, para mí es una cosa muy violenta que le pasa a tu cuerpo y psique, y me parecía muy importante hablar de eso. Siento que hay una tendencia a hablar de la maternidad desromantizándola, pero llevándola al lado de que es puro dolor, sufrimiento. A mí me interesaba explorar los claroscuros. No quería que el libro se fuera solo a lo luminoso y tampoco solo dar cuenta a cuenta de lo horrible, intenté un vaivén.
De hecho, lo conectas también con la noción del asombro y lo milagros.
Antes los milagros eran seculares, la Iglesia católica apañó el concepto y lo reguló. Antes un milagro era cualquier cosa maravillosa y extraordinaria. La palabra en sí solamente significa un objeto que te permite una mirada más atenta. Creo que cuando pones atención a lo cotidiano aparece el milagro, está en la mirada, en ese sentido para mí tenía mucho que ver con el proceso de estar gestando y creando.
Durante los setenta y ochenta, algunas autoras en Estados Unidos e Inglaterra escribieron sobre los claroscuros de la maternidad. Jane Lazarre, por ejemplo, hoy ve muy distinto las cosas con relación a su libro El nudo materno. ¿Qué relación te imaginas que con el tiempo puedes tener con Germinal?
En este momento todavía suscribo todas las cosas que están ahí. En Germinal lo que más hay son preguntas y reflexiones que todavía tengo. Emocionalmente me siento en otra etapa, pero en cuanto a la parte de las reflexiones sigo dándoles vuelta.
Una coincidencia que encuentro en la mayoría de los libros escritos por autoras de tu generación relacionados con la maternidad tiene que ver con la soledad que se vive durante el proceso. ¿Cómo debería ser el acompañamiento masculino e institucional?
La maternidad contemporánea o posmoderna es muy solitaria y sí tiene que ver completamente con las estructuras sistémicas porque no es un proceso que se haya vivido siempre en soledad. Vengo de una familia muy grande donde mis abuelas criaron con sus hermanas y primas, siempre había alguien en quien sostenerse y con quien conversar, pero de pronto todo cambió y tuvimos generaciones de familias muy atomizadas, donde los trabajos se convirtieron en jornadas de todo el día, creo que eso derivó en una especie de confinamiento de las mujeres. Además, cuando una mujer decide ser madre tratar de acomodar esa parte de su vida dentro de su dinámica laboral es difícil. La sociedad te pone ese sello identitario para toda la vida y ya no puedes ser otra cosa. Creo que la maternidad puede ser muy gozosa e increíble si se tienen las redes, los medios, la seguridad social, el apoyo de todo lo demás que debería estar funcionando y que siento que no funciona.