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“Hoy, la prioridad está en las relaciones públicas y no en el debate artístico”: Paula Markovitch

Hace poco más de veinte años que Paula Markovitch (Buenos Aires, 1968) llegó a México. Aquí ha encontrado territorio fértil para su trabajo: los guiones de Elisa antes del fin del mundo, Temporada de patos o Lake Tahoe, el primero dirigido por Juan Antonio de la Riva y los otros dos, por Fernando Eimbcke, la colocaron como una autora destacada.

Con su ópera prima, El premio, ganó el Oso de Plata en el Festival de Cine de Berlín, además de cuatro premios Ariel. En su filmografía siguieron El actor principal y Cuadros en la oscuridad. Actualmente se encuentra en postproducción de Ángeles. En medio de este trabajo, Markovitch publica Cacerías imaginarias (Escuela Superior de Cine), autobiografía creativa y artística a través de la cual deja ver su forma ver y hacer cine.

No son muchos libros donde directores latinoamericanos exponen sus ideas sobre el cine. ¿Por qué?

El libro empezó como una serie de apuntes de dramaturgia para cine. En mi caso, no coincido con los manuales de guion más conocidos. Me parecen parciales y enfocados en la cosmovisión gringa y no latina. En Estados Unidos se tiende a una visión optimista un poco invasiva; en cambio la percepción es latinoamericana es más fatalista y melodramática, no en un sentido telenovelero sino de género. Mi premisa básica es que la dramaturgia sale de la vida y por lo tanto me pareció importante hacer un diario personal, pero relacionado con la creación.

¿Se escribe poco sobre estos temas?

Siento que en la actualidad no hay mucha reflexión ni polémica. En el medio artístico disentir y discutir no está de moda. La polémica está mal vista. Hay un acuerdo muy generalizado en el arte, lo cual es muy raro. Pareciera que hoy la prioridad está en las relaciones públicas y no en el debate artístico, como si disentir fuera pelear. Tendríamos que preguntarnos de nuevo para qué hacemos películas y para quién, pero la duda no está de moda.

¿En tu caso para quién se hace una película?

Todo nace de la necesidad de comunicar algo que para mí es vital, como creador sientes que si es vital para ti lo puede ser para otra gente. Sin embargo, tengo la impresión de que en América Latina se hacen películas para festivales europeos. En este momento Europa consume una imagen de la región relacionada con personajes anémicos, vencidos y con muchos problemas. Los latinoamericanos somos definidos por nuestras circunstancias y a veces los cineastas hacen películas para satisfacer únicamente esa expectativa. En lo personal propongo un cine que explore la complejidad del alma humana. Además de ser pobres, tenemos odios, amores, esperanzas y confusiones. Me interesa un cine que refleje la dignidad del ser humano con todas sus variantes. Defiendo el derecho del latinoamericano a ser un humano con su misterio y dignidad existencial.

¿En ese cumplir con expectativas europeas se pierde conexión con los públicos latinoamericanos?

Esa es una problemática global. Hay dos mercados distintos: el cine industrial que incluye a las plataformas y grandes salas, y el cine de autor que responde a otras variables. Quienes trabajamos para el mercado de cine de autor nos enfrentamos al problema de una narrativa filmada por directores clasemedieros que hablan de seres marginales con cierto desconocimiento.

En el libro hablas de dirigir como una actividad vinculada con el anhelo de regresar a la infancia.

Eso era con mi primera película, ahora es diferente. Los cineastas filmamos para ver y experimentar cómo es la teoría de la representación. Una escena se representa porque uno quiere volver a vivir algo. Cada película tiene un motivo diferente, en Ángeles, la película que ahora estoy produciendo hablo de la tendencia autodestructiva de la humanidad y su contradicción con la esperanza.

En el libro planteas que la identidad es uno de los grandes tópicos del cine, ¿por qué?

Muchas veces con nuestras películas generamos un espejo de lo que otros quieren ver, en lugar de hablar desde nuestras obsesiones e intereses, eso no es muy saludable. Faltan espacios alternativos para ver otro tipo de cien, pero también necesitamos volver a plantearnos qué queremos. Para filmar lo que uno quiere, primero hay que pensar en lo que se quiere ser.

¿Hacia dónde se ha desplazado tu trabajo como cineasta?

Hacia atrapar instantes vivos. Trabajo con mucha improvisación incluso de cámara. Creo que el cien no ha aprovechado las facilidades que tenemos hoy día, esa es mi principal preocupación artística en este momento.

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