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‘El otro Tom’, una película de Rodrigo Plá y Laura Santullo sobre la psiquiatría infantil

Tom (Israel Rodríguez) es considerado un niño problema. Diagnosticado con Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad, el menor recibe tratamiento psiquiátrico. Afincado, junto con Elena (Julia Chávez), su madre, en la frontera estadounidense con México, el menor es sometido a fármacos que pondrán en riesgo su salud y también la custodia de su mamá.

Motivados por la cantidad de niños con que ingieren medicamentos para enfermedades mentales, Laura Santullo y Rodrigo Plá crearon El otro Tom, un drama que aborda la ligereza con que se hacen algunos diagnósticos clínicos.

La película estrenada en el Festival de Cine de Venecia en 2021 y postulada a cinco premios Ariel, Mejor película y guion, entre ellos llega a las salas.

Si bien llevan años colaborando, no habían dirigido juntos. ¿Cambió su forma de trabajar?

Laura Santullo: No cambió tanto. Se afianzó algo que ya ocurría y cada uno conserva su zona de especialidad. Yo me centró más en la escritura y Rodrigo en la dirección. Digamos se ha estrechado el vínculo y compartimos más las tareas.

¿De dónde viene el interés de hablar del Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad?

Rodrigo Plá: Del hecho de que somos padres. Descubrimos en el entorno de nuestros hijos la cantidad de niños diagnosticados con el Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad. A partir de la investigación encontramos que el diagnóstico pone mucho énfasis en la conducta de los niños sin ahondar en el contexto o el entorno familiar. Desde nuestro punto de vista la medición es superficial, por eso la primera solución es medicarlos con químicos que cambian su conducta y tienen efectos secundarios importantes. Nos interesaba pensar en lo que se hace y en si hay otra manera de aproximarse a lo que viven los niños.

¿Por qué ubicar la historia en Estados Unidos? ¿Qué aportaba que los protagonistas fueran una madre y un niño migrantes?

LS: No queríamos aportar respuestas cerradas ni hacer una declaración de principios. La ficción nos permite abordar la complejidad del entorno, algo que muchas veces no se ve en los diagnósticos. Buscamos mostrar que la condición del niño se podría deber a una cuestión biológica o a un contexto personal. Construimos una familia cuya identidad es atravesada por una multiplicidad de razones: una madre joven, soltera, obrera; un padre ausente; un niño que incordiaba en clase, aunque inteligente. El meollo de la ficción estuvo en hacer algo complejo a partir de lo sencillo. Las personas somos fruto de cosas que nos atraviesan. Nos esforzamos en crear personajes entrañables, complejos y profundamente humanos. Reducir a una persona a una sola de sus características es una tontería.

En distintos momentos la madre se confronta con las instituciones.

LS: En otras películas nos ocupamos de la ausencia del Estado y de su incapacidad para ayudar a la gente para superar sus problemas. Ahora nos movimos a la posibilidad de un Estado fuerte, por eso rodamos la película está en Estados Unidos, donde las instituciones pueden incidir en el núcleo familiar. Sin embargo, también queríamos mantener contacto con México y por eso ubicamos la historia en la frontera.

Me parece que en términos de la relación con las instituciones El otro Tom puede tener conexiones con Un monstruo de mil cabezas; y en función de la relación con el otro, podría vincularse con La zona.

LS: Uno va sumando. Hay temas que nos importan como las relaciones entre madres e hijos, la justicia, el aislamiento, la tensión entre lo público y lo privado. Una idea que sobrevuela toda la película es la de lo inclasificable. No somos una, sino multitud de cosas.

RP: En todo caso, siento que se parece más a La demora donde hablamos de cuestiones íntimas de lo familiar. Más allá de decir si los niños deben o no medicarse, queríamos mostrar la historia de estas personas, por eso el lugar es importante.

La película conecta con el presenten en tanto que queremos atenuar o apaciguar los dolores.

LS: Cierto, esa es una reflexión más filosófica, pero es verdad que estamos en una época en donde hay varios valores que empujan la idea de velocidad. Se han estrechado las fronteras de lo que es normal y lo que no. Emociones que antes se consideraban parte de la vida hoy son tratadas con medicamentos. Sobrestimamos la comodidad, como si tuviéramos que estar felices todo el santo rato, por eso el auge de pastillas mágicas que supuestamente nos curan de todos nuestros males.

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