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El mensaje del presidente y la sucesión presidencial | Artículo

“Una vez echada a andar la carrera sucesoria, comienzan
a perder fuerza las consideraciones de Estado y
empiezan a fortalecerse los criterios personales“

El contenido político del discurso del presidente López Obrador en el acto conmemorativo de la expropiación petrolera, el pasado 18 de marzo en el Zócalo de la Ciudad de México, ha sido objeto de las más variadas interpretaciones. Es evidente que el presidente de la república pretendió enviar un mensaje en relación con la sucesión presidencial en marcha, en particular con la definición de la candidatura del partido oficial. Los ejercicios interpretativos que buscan descifrar las palabras de López Obrador y definir quiénes fueron los destinatarios y cuál fue el sentido del mensaje han llevado, como suele suceder en estos casos, a las más diversas lecturas y a múltiples especulaciones.

Su interpretación sobre los motivos por los que el presidente Lázaro Cárdenas del Río decidió que su sucesor fuera el general Manuel Ávila Camacho y no su paisano y amigo, el general y constituyente de 1916-17 Francisco J. Múgica, sirvieron al presidente López Obrador para enviar un mensaje en relación con su propia sucesión y con la decisión que habrá de tomar para definir la candidatura de Morena a la presidencia de la república. No es la primera ocasión en la que López Obrador recurre a dar su interpretación de un hecho histórico -de la Reforma, la Revolución o del Gobierno del general Cárdenas- para, insinuando o haciendo explícito un paralelismo con su Gobierno, enviar un mensaje sobre alguna decisión que ha tomado o que habrá de tomar.

En relación con la sucesión del presidente Lázaro Cárdenas se ha dicho que en su discurso del pasado 18 de marzo López Obrador habría calificado como un error la decisión de que el elegido fuera Ávila Camacho y no Múgica. Me parece que el mensaje no necesariamente era ese. En su discurso López Obrador dijo, entre otras cosas, que “Cárdenas supo manejar con precisión los tiempos” y que “era tal la oposición de derecha, que el general Cárdenas tuvo que actuar con cautela y posiblemente eso influyó para que apoyara la candidatura de Manuel Ávila Camacho y no la del general Francisco J. Múgica, con quien tenía más afinidad ideológica y el cual representaba una mayor certeza de continuidad y profundizar la política social y nacionalista”. Más que criticar la decisión del general Cárdenas, López Obrador expuso las razones que la explicarían.

Para entender la decisión del presidente Lázaro Cárdenas y sus paralelismos con el proceso sucesorio actual es necesario precisar algunos aspectos relevantes de la sucesión de 1940. Lo primero que hay que decir es que, como el actual, el proceso sucesorio de 1940 inició con mucha anticipación. En el libro Cárdenas por Cárdenas, ** en el que el ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano reconstruye la vida y obra de su padre, se señala que “las primeras inquietudes públicas en torno al relevo presidencial se dieron a principios de julio de 1938”, dos años antes de la elección, y que en enero de 1939 los generales Múgica y Ávila Camacho dejaron sus cargos en el gabinete y empezaron a darse “los alineamientos políticos de las fuerzas oficiales en apoyo a las diferentes candidaturas”.

Refiere el ingeniero Cárdenas en su libro: que en los últimos meses de 1938 los “movimientos en torno a la sucesión presidencial se fueron intensificando” al grado de que el 20 de noviembre de ese año el presidente Cárdenas tenía claro que había empezado “la agitación por la sucesión presidencial”, que en enero de 1939 se “desataron las campañas electorales” y que la efervescencia política disminuyó hasta agosto de ese año, cuando el general Múgica se retiró de la competencia y volvió al servicio activo del ejército.

Señala el ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas en su obra biográfica del general Lázaro Cárdenas, que el presidente visualizó oportunamente el rumbo que tomaría su sucesión y que desde septiembre de 1938 convocó “al debate de ideas antes que al agrupamiento en torno a personas”, en el que se “relegara” a segundo término a estas, para resolver “en forma orgánica el más inquietante de los procesos políticos en México”.

Es evidente que, como lo señaló López Obrador en su discurso, en la definición de la sucesión del presidente Lázaro Cárdenas “lo que más influyó a la hora de la decisión fue la circunstancia política interna” y “que aun optando por la candidatura de Manuel Ávila Camacho que sostenía posturas moderadas, de todas maneras, la elección presidencial fue complicada y violenta”.

En relación con el contenido del mensaje del discurso de López Obrador y con los destinatarios del mismo, me parece que lo primero que habría que decir es que el presidente ha dejado claro que, aunque se empeñe en negarlo, desde un principio su decisión fue la de conducir el proceso sucesorio -al menos en lo que toca a la designación de la o el candidato oficial- conforme a las reglas del antiguo régimen.

La sustitución de las figuras de “los tapados” por “las corcholatas” y de la “auscultación del sentir de las fuerzas vivas del partido” por “los resultados de las encuestas que realice el partido”, como factor “decisivo” en la definición de la candidatura a cargo del presidente en turno, no altera sustancialmente el método de selección. Se tratará del clásico dedazo, definido por el Diccionario de la lengua española de la RAE como: “Designación de un candidato a un puesto público, de parte del poder ejecutivo, sin las formalidades de rigor”.

En segundo lugar, parece razonable suponer que los destinatarios del mensaje de López Obrador fueron sus “corcholatas”. Pareciera que buscó que les quedaran claros cinco aspectos que serán decisivos en la definición de la candidatura:

  1. a) Que, como el presidente Cárdenas, él maneja con precisión los tiempos de su sucesión y que ello será “esencial y definitorio”. Un claro “no pierdan el timing”, dirigido a la y el que parecieran “acelerar” fuera de tiempo;
  2. b) Que lo que más influirá en la decisión será la situación política interna (en particular “la beligerancia de la derecha” que “siempre se reagrupa”) y no los factores externos;
  3. c) Que, si se quiere conseguir la candidatura, “nada de zigzaguear” ni de “medias tintas” en relación con el rumbo que ha tomado el Gobierno de la 4T, porque como ya se los había señalado en su discurso del 1 de diciembre de 2021, “el noble oficio de la política exige autenticidad y definiciones” y “nada se logra, y esto aplica en México y en todo el mundo, nada se logra con las medias tintas”;
  4. d) Que “sólo con el pueblo” -que él encarna- y “sólo con el apoyo de las mayorías” -cuya decisión él sabrá leer a través de las encuestas- “se puede llevar a cabo una transformación popular” (léase: se puede lograr la candidatura); y
  5. e) Que “cualquiera de los aspirantes que resulte triunfador en la encuesta para elegir al candidato de nuestro movimiento” deberá dar continuidad a las políticas del Gobierno de la 4T.

Por otro lado, parecen poco sólidos los paralelismos que se han buscado encontrar entre las figuras de los generales Múgica y Ávila Camacho con Claudia Sheinbaum y Marcelo Ebrard, respectivamente, para de ahí deducir que en el mensaje del presidente estaría implícita la definición adelantada de la sucesión en favor de “la más afín ideológicamente a él”, o que López Obrador estaría “engañando con la verdad” y la decisión estaría tomada en favor del otro, al que se identifica con la frase del presidente: “continuidad con cambio”.

Me parece que el proceso sucesorio sigue abierto, al menos para quienes desde hace tiempo encabezan las encuestas en un empate técnico (Sheinbaum y Ebrard), y que el presidente mantendrá al menos tres cartas viables hasta el final, siguiendo la “regla” no escrita a que se refiere el doctor Jorge G. Castañeda en su libro La Herencia, *** a partir de lo afirmado por el expresidente Ruiz Cortines y confirmado por una reflexión del exmandatario Miguel de la Madrid: “ni más de tres candidatos, ni menos de tres”.

Solo queda esperar a la decisión que habrá de tomar López Obrador para saber si se tratará de un “destape por elección o decisión” o de un “dedazo por eliminación”, de acuerdo con las categorías de análisis creadas por el doctor Jorge G. Castañeda para “entender el mecanismo sucesorio mexicano”, cuyos efectos tanto para el candidato como para la sucesión explica a detalle el excanciller mexicano en su “Arqueología de la sucesión presidencial en México”.

* Jorge Castañeda Gutman es historiador, escritor, articulista y profesor de la Universidad de Nueva York. Fue secretario de Relaciones Exteriores de 2000 a 2003.

** Cárdenas Solórzano, C. (2017). Cárdenas por Cárdenas. Penguin Random House Grupo Editorial.

*** Castañeda, J. G. (1999). La Herencia. Arqueología de la sucesión presidencial en México. Alfaguara.

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