Si bien la chispa que disparó las recientes protestas en Irán aparentemente fue el asesinato de Mahsa Amini, las corrientes que se mueven tras esas manifestaciones son muchas y tienen diversos (y de larga data) motivos: van desde los monarquistas que añoran el gobierno del sha hasta fuerzas y organizaciones marxistas que han enfrentado desde siempre una represión brutal tanto de la monarquía como del régimen teocrático.
BERLÍN (Proceso).— Han pasado más de cinco semanas del comienzo de las protestas contra el régimen en Irán, las que, como los mismos manifestantes dicen, han superado su naturaleza como tales para empezar a tomar forma en términos de una revolución. En estos días se ha hablado mucho de lo que está sucediendo en las calles y universidades de más de 100 ciudades y pueblos iraníes, pero las palabras, aunque no estén dirigidas a los beneficios personales, geopolíticos y económicos de quien las pronuncia, nunca son capaces de hacer justicia a este grandioso levantamiento.
Ya es sabido que la chispa que encendió la llama del movimiento fue el asesinato de la joven Jina (Mahsa) Amini por la policía moral de la República Islámica en Irán (el pasado 16 de septiembre). Pero también es claro que desde los primeros días las demandas han ido más allá del rechazo al velo obligatorio y tienen como objetivo decir un claro ¡no! a la totalidad de un sistema que lleva más de cuatro décadas oprimiendo a los diferentes pueblos que habitan Irán y reprimiéndolos violentamente cada vez que levantan la voz mediante huelgas, plantones o manifestaciones.
A lo largo de la historia de la República Islámica, los pueblos de Irán (turcomano, árabe, kurdo, azerí y baluchi, entre otros) no sólo no han contado con sus derechos humanos y democráticos, sino que han sido objeto de los ataques militares del régimen, han sido bombardeados y masacrados.
Desde hace años el Kurdistán se ha convertido en un cuartel militar, los trabajadores baluches están obligados a ganarse el pan cada día bajo el disparo de las balas del Cuerpo de los Guardianes (Pasdarán); los obreros son encarcelados y enjuiciados por exigir el pago de sus sueldos retrasados y formar sindicatos, porque se les reconoce como enemigos del Estado. Mientras el representante obrero del sindicato de la Empresa Única de Autobuses de Teherán está encarcelado, el representante de los obreros del conjunto industrial azucarero de Haft Tapeh es expulsado de su trabajo y los obreros de Acero de Ahvaz deben aceptar ir al exilio.
Estas constantes violencias han sido respondidas por los diferentes sectores de la población desde el propio comienzo del establecimiento del régimen. En enero de 1979, tras la Conferencia de Guadalupe, Helmut Schmidt, Jimmy Carter, Valéry Giscard d’Estaing y James Callaghan deciden que Ruholla Jomeiní debe sustituir al monarca Mohammad Reza Pahleví, para así montarse sobre la revolución del pueblo iraní y garantizar los beneficios políticos y económicos de los viejos caciques coloniales e imperialistas.
Apenas llegado al poder, Jomeiní, como representante legítimo de su clase, es decir, de los clérigos que a lo largo de la historia de Irán habían mostrado velar siempre por los intereses de los poderosos, realiza un primer acto de represión dirigida a las mujeres: la imposición del uso obligatorio del velo islámico.
Tal acto simboliza la totalidad de la naturaleza de la dictadura religiosa venidera, pues velar a la mujer no significa sólo quitarle derechos a un sector de la población, sino crear, mediante un primer golpe que deje claro quién “manda aquí”, un ambiente de miedo y represión que posibilite el cumplimiento de todos los demás objetivos de dominio de la República Islámica (como lo evidenciaron las masacres de los distintos pueblos y las ejecuciones en serie de miles de presos políticos en los meses y años siguientes).
Sólo unas semanas después, el 8 de marzo de 1979, en un primer acto de resistencia política y social contra el nuevo régimen, las mujeres salen a las calles para pronunciarse contra el velo obligatorio. Ellas son conscientes de que el velo que debe cubrir sus cabellos pronto ocultará también los demás derechos y demandas legítimas de los iraníes.
Pero lamentablemente son una minoría muy pequeña aquellas personas pertenecientes a la oposición del régimen que comprenden las dimensiones de estas primeras protestas y las apoyan. La mayoría acepta el discurso en que apoyar a Jomeiní se entiende como el apoyo a la revolución misma, desprecia el tema del velo como una demanda de la burguesía y consiente la violencia contra las mujeres en las calles.
Esta decisión será uno de los factores que convertirá a organizaciones como Tudé (partido hermano del Partido Comunista de la Unión Soviética) y después a Los Guerrilleros Fedayí (mayoría) en imperdonables traidores que se aliaron con el régimen en la represión de la década de los ochenta en Irán, de la que ellos mismos también fueron víctimas más tarde.
Esto es un antecedente histórico irrefutable que nos muestra cómo el tema del velo obligatorio en Irán ha estado siempre relacionado con otras demandas y cómo consentir esta imposición ha significado la aceptación de la naturaleza tiránica del régimen en su totalidad. De ahí que no debe sorprendernos escuchar a las autoridades estatales decir que el velo es uno de los pilares que sostienen a la República Islámica.
Tras casi 20 años de terror y silencio (1979-1999), propicios para que los intereses capitalistas y neoliberales de los gobernantes de Irán avanzaran sin encontrar resistencia alguna (recuérdense las privatizaciones realizadas desde la llegada a la presidencia de Rafsanjaní en 1989, la creación de corredores industriales, etcétera), se empezaron a dar nuevos levantamientos: en 1999 para demandar libertad de expresión y después condenar la represión contra los estudiantes universitarios; en 2009 contra el fraude electoral; en 2017 contra el alza de precios y seguido de protestas contra el velo obligatorio; en 2019 contra el hambre, el desempleo y la inflación (conocido como el Levantamiento de los Hambrientos), seguido de protestas por el accidente aéreo provocado a sabiendas por las autoridades del régimen; y finalmente en 2021, protestas contra cortes de agua y políticas medioambientales del régimen (conocido como el Levantamiento de los Sedientos). Estos movimientos hicieron que la gente esté cada vez más preparada para protestas más amplias.
El pasado 3 de septiembre, Zahra Sedighi y Elham Chubdar fueron condenadas a muerte por haber defendido el derecho de los homosexuales. Apenas se había secado la tinta de la sentencia de muerte de estas dos personas cuando Jina Amini, quien había viajado desde Kurdistán a Teherán, fue arrestada por agentes de la policía moral iraní, y como bien se reflejaba en el reporte forense anterior a que las autoridades del régimen lo negaran, fue golpeada y tuvieron que llevarla al hospital porque había entrado en coma.
Desde el mismo instante en que se supo la noticia de que ella había sido hospitalizada, muchas personas, incluidas las familias de aquellos que el régimen había asesinado en levantamientos anteriores, se juntaron frente al hospital para mostrar solidaridad con la familia de Amini. La muerte de Jina avivó el fuego de la ira de la gente en todo Irán y rápidamente se pusieron de manifiesto todas las demandas de los diferentes sectores de la población iraní, acumuladas durante 44 años, en la consigna de “Mujer, Vida, Libertad”.
Esta consigna –inventada por las mujeres combatientes de Kurdistán, sobre todo por las madres de los desaparecidos y asesinados políticos en Turquía conocidas como Madres de los Sábados, y después utilizada en Rojava contra el sistema patriarcal y en defensa de la vida– se ha convertido en Irán en el grito de mujeres y hombres que no sólo quieren la abolición del velo obligatorio, sino que, como ellos mismos dicen, tienen el objetivo de acabar con el régimen en su totalidad: un régimen fundado en el capitalismo cuya religión es obtener beneficios. Las luchas incansables se lo han puesto tan difícil al régimen que somos testigos de que la República Islámica incluso utiliza a los niños soldado para reprimir a la gente y que para transportar sus fuerzas de represión infringe todas las normas internacionales y utiliza las ambulancias…
Nuevas protestas, nueva represión
El gobierno iraní actualmente tiene diferentes métodos para reprimir el movimiento. En las zonas fronterizas usa armas letales para la represión. Quizá porque en esas zonas, y debido a distintas razones, por ejemplo, tradiciones tribales, algunos de los habitantes están armados. Pero al mismo tiempo esto se puede deber a que en dichos lugares viven los pueblos no persas de Irán: el racismo, junto con el velo obligatorio, es otro de los pilares de la República Islámica; basta fijarnos en el número de personas asesinadas en un solo día (98) en la ciudad de Zahedán, en Baluchistán, durante las actuales protestas, o recordar que la represión violenta del Estado en Kurdistán se ha vuelto una rutina, para darnos cuenta de cómo las dimensiones del acto represivo varían de una zona a otra.
Ahora bien, en las semanas pasadas, la táctica de las protestas populares en las grandes ciudades de Irán ha tomado una nueva forma: ya no se trata de manifestaciones homogéneas y centralizadas, sino que las masas salen a las calles en distintos barrios al mismo tiempo. Para enfrentarlos, el régimen utiliza paintballs y después del término de las manifestaciones se dedica a cazar a las personas en cuya ropa se puede encontrar alguna huella de la pintura disparada.
De esta manera el régimen evita confrontaciones directas con los manifestantes en las que pudiera ser sujeto de contrataques de parte de la gente. En otros casos, han estado utilizando escopetas con balas de goma o metálica para asustar a los manifestantes; a veces hemos sido testigos del disparo de una cantidad muy alta de balas a un solo cuerpo, lo que crea una escena verdaderamente terrible.
Factor comercial
Otro tema interesante es preguntarnos por qué los gobiernos y medios de comunicación occidentales de pronto están pretendiendo solidarizarse con las mujeres iraníes. Después de la ocupación de la embajada estadunidense en Irán, el mercado iraní y sus relaciones comerciales se fijaron primero en los gobiernos europeos, atención que se ha redirigido hacia China desde hace ya algún tiempo.
Mientras el Estado iraní se pronunciaba contra Occidente –especialmente contra Estados Unidos–, tenía muy buenas relaciones económicas casi con todos los países occidentales. Durante los ocho años de guerra entre Irán e Irak, los gobiernos europeos vendían armas tanto a Irán como a Irak. A lo largo de la guerra civil en Nicaragua, Irán pagaba por las armas estadunidenses mediante los contras (Iran Contra Affair); las grandes empresas, como las francesas Total y Peugeot, y las alemanas Mercedes Benz, Hochst AG, Thyssenkrupp, Siemens, etcétera (para nombrar sólo algunas), han mantenido negocios muy beneficiosos con el gobierno iraní.
Los hijos de muchas de las autoridades del régimen iraní residen actualmente en Estados Unidos y Canadá y pasan sus vacaciones en distintos países de Oriente y Occidente. Durante todo el tiempo en que el régimen iraní entregaba a sus opositores a los escuadrones de ejecución, los gobiernos europeos dificultaban constantemente las condiciones de vida de los exiliados que se habían refugiado en Europa.
Los refugiados iraníes a veces tenían que esperar hasta cinco años para obtener residencia legal en Alemania y, en algunos casos, mientras esperaban, tenían que reportarse cada dos semanas en una de las oficinas de Migración, donde eran objeto de comportamientos racistas de todo tipo por parte de los agentes migratorios.
¿Qué ha ocurrido ahora, para que Occidente de pronto se acuerde de las mujeres iraníes? ¿Por qué los representantes de los partidos europeos más derechistas y salvajes, que han sido cómplices del gobierno de Turquía en la represión de las fuerzas que inventaron la consigna de “Mujer, Vida, Libertad”, de repente aparecen llevando playeras con dicha consigna? ¿Por qué esas mujeres burguesas que se han vuelto feministas no hablan ni una palabra del feminicidio que sufren las mujeres afganas y por qué entregan a las mujeres de Afganistán al gobierno misógino de los talibanes?
Las políticas de Occidente pueden estar persiguiendo varios objetivos: si es que ha de realizarse una revolución en Irán, debe existir un plan B. Un plan mediante el cual el turbante de los clérigos musulmanes se sustituya por la corbata occidental, para así garantizar la continuidad de los avances de las políticas económicas que dicta el Banco Mundial.
Por esta razón, todos los esfuerzos de los medios de comunicación occidentales y los medios derechistas de habla persa se centran en limitar la lucha de los pueblos iraníes al tema del velo obligatorio y no pronuncian palabra acerca de las demandas que se han formulado a lo largo de los 44 años de vida de la República Islámica. Si pueden lograr que la gente crea que el problema es únicamente el velo, pueden conservar el sistema mediante una “represión democrática” en que nuevas caras sustituyan a las anteriores. Ellos creen que si alcanzan un rápido cambio de régimen, pueden detener la revolución, como lo lograron en 1979.
Es así como debemos revisar el papel de los distintos grupos de iraníes de la diáspora; más allá de la gran población de iraníes vinculados con la República Islámica, la oposición iraní en el extranjero es variopinta y se puede dividir en cuatro grupos generales y abstractos:
1. Los monarquistas. Compuesto por los miembros de la exfamilia real iraní, agentes de la antigua Organización de Seguridad e Inteligencia Nacional (Savak), militares, tecnócratas y burócratas que por una razón u otra no fueron absorbidos por el régimen de la República Islámica después del levantamiento de 1979; incluye gran número de migrantes de clase media y capitalista.
2. La Organización de los Muyahidines del Pueblo Iraní. Se trata de una organización exguerrillera de ideología religiosa; en el proceso de las purgas internas del régimen huyeron a Francia en compañía del entonces presidente Banisadr, y después a Irak y formaron un ejército contra la República Islámica con la ayuda del gobierno de Sadam Husein. Durante la invasión de Estados Unidos y Occidente a Irak, esta organización fue primero desarmada (y a pesar de la supuesta enemistad de Estados Unidos con el Estado iraní, nunca fue seriamente apoyada por Washington) y tiempo después, trasladada a Albania para continuar ahí con la instrucción militar de sus miembros. En sus eventos anuales en Europa suelen invitar como conferencistas a personas como Rudy Giuliani, Mike Pence, John Bolton, Rita Süssmuth, Joseph Lieberman, Robert Torricelli, etcétera.
3. Un grupo no homogéneo que no se adapta a ninguna de las dos opciones antes mencionadas, a la vez que, al margen de sus diferencias ideológicas y políticas con los izquierdistas, considera que la izquierda no es suficientemente seria para dirigir el movimiento contra el régimen en Irán. Este grupo intenta encontrar su propia opción liberal para formar otra alternativa.
A diferencia de los primeros dos grupos, muchas de estas personas están contra el racismo (hacia árabes, afganos, etcétera), la misoginia y la homofobia, y se pronuncian a favor de los derechos de las minorías de todo tipo (étnicas, religiosas, lingüísticas), los niños-trabajadores y los obreros; pero al mismo tiempo formulan demandas específicas a los gobiernos occidentales; por ejemplo, la expulsión de los diplomáticos de la República Islámica, sanciones contra ciertas autoridades del régimen, la detención de relaciones comerciales con el Estado iraní. Dichas demandas dejan claro que el sentido que este grupo tiene de la libertad y de la vida (dos de los elementos centrales de la consigna más sonada de los recientes levantamientos) se ajusta a los estándares occidentales y de la clase media.
4. Las fuerzas y organizaciones izquierdistas y marxistas que han enfrentado siempre una represión brutal tanto de la monarquía como del régimen teocrático, y debido a que no han sido capaces de reconstruirse, no se han convertido en una fuerza seria contra el régimen, como lo fueron en los primeros años después de la revolución, aunque siguen gozando de cierta legitimidad dentro de Irán y el régimen no ha podido destruir su imagen a pesar de todos sus esfuerzos mediáticos y cinematográficos.
La gran manifestación del 22 de octubre en Berlín debe ser observada con base en esta categorización. Es como si cada uno de los primeros tres grupos quisiera mostrarse a los iraníes y a Occidente como la alternativa viable frente a la República Islámica.
En este marco, las enormes banderas de los monarquistas (especialmente la de varios metros que al final de la manifestación, a fuerza y mediante amenazas, cubrió y sometió como un velo obligatorio a muchos manifestantes que no deseaban caminar bajo ella), no son en absoluto equiparables a la escasa fuerza real que este grupo tiene incluso entre los iraníes de la diáspora, y sólo manifiestan el presupuesto con el que cuentan para hacer propaganda.
Las entrevistas y los escritos de los representantes de este grupo muestran claramente sus intentos desesperados y fracasados para que alguna de las autoridades occidentales acceda a tomarse una foto con el hijo del exmonarca Mohammad Reza Pahleví. El comportamiento represivo, sexista y a veces sexualmente abusivo de algunos sectores de este grupo hacia aquellas personas que no concordaban con ellos, evidencia las tendencias extremadamente fascistas de sus seguidores.
En cuanto a los muyahidines, la situación es todavía peor, pues ellos no han podido alcanzar ningún tipo de credibilidad ni apoyo, sea por parte de la opinión pública o de las asambleas parlamentarias, aun gastando grandes cantidades de dinero y sobornando a los representantes de los parlamentos europeos. Así que no es sorprendente que los organizadores no hayan estado de acuerdo con su participación en la marcha.
El tercer grupo, parte del cual fue organizador, en entrevista con Deutsche Welle habló de sus demandas a los gobiernos occidentales; y Hamed Esmailiun, su invitado más mediático, en su discurso durante la marcha se inspiró en Martín Luther King para trazar la imagen de un sueño para Irán cuyo contenido tenía mucho en común con el rostro que tenía el país bajo la última década de la monarquía (cabe mencionar que la BBC farsi cortó parte de su discurso al transmitirlo, para que cupiera dentro del marco de la política exterior del Reino Unido). Esto es una muestra más de que la mirada del tercer grupo se fija en Occidente mientras su posicionamiento inevitablemente alimenta las ambiciones de los monarquistas y les abre espacios.
Otro bloque no tan pequeño de esta manifestación fue formado por expresos políticos, kurdos, comunistas, anarquistas e internacionalistas. La intención de este grupo era mostrar su existencia y apoyo a las luchas en Irán, poniendo énfasis en la futilidad de las demandas a poderes occidentales y tornando su mirada hacia abajo, hacia las masas. Pero de todas formas fue inevitablemente vista como un apéndice de los demás grupos, aunque su intención fuera crear una voz en disonancia con las de los otros grupos o de alguna manera funcionar como “una molesta piedra en los zapatos de los poderosos”.
Pocos días después de la celebración de la Cumbre de Shanghái (15 y 16 de septiembre, en Samarcanda) y del encuentro amistoso entre Macron y Raisí (20 de septiembre en Nueva York), la política occidental de pronto se torna contra el Estado iraní, al menos a nivel de los medios y la propaganda, y se habla de sancionar a las autoridades del régimen. Aquí hay que tomar en cuenta la posible causa de este cambio de política: la celebración de la conferencia de dos días de la Organización de Cooperación de Shanghái, fundada en 2001, formada por China, Rusia, Kirguistán, Kazajistán, Tayikistán, Uzbekistán, India y Pakistán como miembros permanentes, y por Afganistán, Bielorrusia, Mongolia como miembros observadores. Según las agencias noticiosas oficiales de Teherán, en esa cumbre Irán, que había estado presente como miembro observador, fue admitido como miembro permanente de la organización.
Por un lado, este tema tiene importancia ahora que Occidente intenta aislar a Rusia, puesto que probablemente facilita el acceso de Moscú al Golfo Pérsico. Por otro lado, puede resultar en que Occidente pierda el mercado iraní. Por lo tanto, parece muy lógico que, con la excusa de apoyar las protestas en Irán, Occidente ofrezca su limitada ayuda a la oposición derechista de la República Islámica y a los que restan del régimen monárquico anterior, para así intentar evitar que las fuerzas de la izquierda iraní tomen la iniciativa. Sin embargo, consignas como “Muerte al opresor, sea rey o clérigo” que se han escuchado dentro y fuera del país desde el comienzo de las protestas, dan una respuesta contundente a este tipo de políticas.
Los obreros y los pueblos de Irán son perfectamente conscientes de que sus verdaderos aliados son los demás pueblos y obreros que luchan como ellos contra un enemigo común que es el capitalismo. Las huelgas obreras realizadas en las zonas petroleras de Irán en apoyo a las manifestaciones actuales son una clara muestra de ello. Los pueblos de Oriente Medio, especialmente las mujeres, en países como Palestina, Líbano, Siria, Irak o Afganistán, han mostrado su solidaridad con las mujeres y los hombres iraníes de diferentes maneras. Hay que estar a la expectativa de otra primavera en el Oriente Medio…
¡Mujer, Vida, Libertad!
* Bahram Ghadimi, expreso político y exiliado iraní, autor de numerosos libros.
** Shekufeh Mohammadi, académica investigadora de la UNAM.
Texto publicado en el número 2401 de la edición impresa de Proceso, en circulación desde el 6 de noviembre de 2022.