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Laureana Toledo cuestiona la idea progreso en su libro “La tierra baldía”

Tras diez años de trabajo, Laurena Toledo (1970) publica La tierra baldía (Quarentena ediciones), un libro a través del cual documenta la resistencia de los pueblos originarios contra la violenta apropiación de bienes naturales comunes por parte de las industrias multinacionales y los proyectos estatales de infraestructura energética.

Para la artista visual, es importante por medio de su trabajo encaminar opiniones, posturas o apoyos, “prefiero ser más un vehículo que un actor dentro de todo esto. Prefiero conseguir eso a que alguien cite a Walter Benjamin sobre mí obra”, agrega.

Con colaboraciones de Josefa Sánchez, Fernanda Latani y Olinca Valeria Avilés, Toledo cuestiona la idea de progreso que se ha promovido desde al menos hace cien años.

¿Cuál es el origen del proyecto y cómo lo armaste?

El libro revisa el paso del tren transístmico. La parte fotográfica se llama Orden y progreso, y retoma el lema de Porfirio Díaz. En ese momento se decía que el progreso llegaría con inversiones extranjeras. Sin embargo, cuando regresé a la región el tren ya estaba transportando migrantes, la tierra estaba erosionada, los puertos a medio caer y las refinerías cerrándose. Toda esa idea de progreso de principios del siglo XX en muchos sentidos se repite en nuestra época. Ahora se habla de otras herramientas y energías limpias, pero lo cierto es que todavía hay lecciones no aprendidas. La gente local es quien menos se beneficia de las promesas de progreso.

Cierto, el libro tiende un arco temporal con el presente, de hecho, algunos de los textos hacen un llamado en ese sentido.

Desde luego no todo es negativo, sí hay cierto aprendizaje, pero en otros sentidos las circunstancias son peores. En la época de Porfirio Díaz no estaba el narco, ni había tanta migración centroamericana. Hubo un periodo de bonanza petrolera, pero hoy todos sabemos que se fue directo a Inglaterra. Durante mi investigación fui a aquellos terrenos, a la hacienda de Pearson y son unos campos de polo del tamaño de toda la colonia Del Valle; mientras que en zonas como Coatzacoalcos o Matías Romero todo está devastado, ahí todo está verde. Quería hacer un estudio de caso, en el Congo, en el territorio Navajo o a Nicaragua sucede lo mismo. Las consecuencias las vemos en todos lados y son migración, deforestación, asuntos climáticos. Todo esto viaja en un tren que parece desbocarse.

Otros de los textos plantean un tema de colonialismo.

Cuando alguien piensa o cree saber lo que los habitantes de una región necesitan está teniendo una actitud colonialista, no importa quien lo ejerza. Muchas veces son los ricos o los mestizos quienes ejercen ese colonialismo o menosprecian a los locales porque no se saben expresar en castellano, francés o inglés, pero esa es una idea errada de lo que es el territorio o la propiedad.

¿Cómo traducir estas ideas en imágenes fotográficas?

Mi propuesta no es periodismo duro, al contrario, involucro mucha poética. Utilicé ciertas clases de cámara para conseguir que una fotografía se viera como de hace cien años. Al jugar con la temporalidad de la imagen desarrollo la tesis de que esto sigue igual y que puede pasar ahora como sucedió entonces.

¿La noción de resistencia la encontraste desde el principio o la descubriste sobre la marcha?

Es una idea que siempre está presente en las comunidades, ante la actitud de quien llega de fuera y cree “esta bola de indios no sabe nada”. En este tipo de comunidades hay una fuerte historia de resistencia y protesta que se extiende hasta hoy. Gloria Muñoz recoge las voces de estas personas para tratar de entender por qué se oponen o no están de acuerdo con estos proyectos. En ese mismo sentido están los textos de Latani Bravo o Josefa Sánchez. En esta ocasión me parecía importante hacer a un lado el papel del artista para hablar de asuntos que aquejan a la región, o mejor dicho hablar de la obra y de las problemáticas al mismo tiempo.

Es inevitable pensar en el Tren Maya…

Cualquier proyecto de este tipo trae estas problemáticas. Sucedió en Panamá o en Egipto, estas iniciativas traen consecuencias que nunca están medias. Se habla de kilómetros de construcción o del oro extraído de las minas, pero no de daños ambientales o culturales.

Hay una crítica fuerte a lo que se llama Antropoceno.

No sé dónde pueda empezar la solución o qué empezar a proponer. Como decía Baldwin, no sé si esto vaya a solucionarse, pero si no se enfrenta no se puede solucionar nunca. ¿Qué tanto oro o litio necesitamos? Habría que revaluar nuestras necesidades de plástico, coches o viajes, bajarle desde el propio individuo. Sucedió en Cancún, por supuesto llevaron trabajos de mucamas, sirvientas o jardineros, pero también existe la necesidad de conservar la cultura. Seguramente en Juchitán seguirá habiendo velas, pero también hay un problema de adicción de los jóvenes al cristal además del tema migratorio. No sé cuánto pueda aportar el libro, pero prefiero hacerlo a quedarme con los brazos cruzados.

¿Cómo conseguir imágenes potentes si regodearse en la miseria?

Un día estaba fotografiando a los tripulantes de La Bestia y vi a quienes pescan a los chavitos que van a trabajar o las chavitas guapas para llevárselas a los antros, mientras tomaba las fotos pensaba que estaba haciendo lo mismo que todos: utilizar su situación. Ahí me cayó el veinte y decidí no retratar esa miseria y en cambio dar algo que también les sirva, así fue como empecé a colaborar con el albergue del padre Solalinde. Me parece interesante ver lo que ellos ven y poner esas otras miradas.

¿Qué efecto contraproducente puede ser tratar estas comunidades revictimizándolas?

Hay una ilusión del blanco bien intencionado que está visibilizando, dando una plataforma, hablando en pro de ellos y la verdad es que esta gente no necesita que hablen por ellos. Hay voces muy poderosas y fuertes, lo que se necesita es una ayuda real, en ese sentido hay que hacerlo con mucho cuidado. Al final creo que lo que podemos hacer es encaminar opiniones, posturas o apoyos, más como un vehículo que como un actor dentro de todo esto. Prefiero conseguir eso a que alguien cite a Walter Benjamin sobre mí obra. A los artistas a veces nos falta reconocer que entre menos estorbemos mejor.

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