Cada cárcel en México es un infierno particular. Algunas prisiones tienen salas de tortura, otras poseen cuartos de ahogamiento, algunas más son emporios criminales bien aceitados y otras han sido sitios de exterminio; ciertos reclusorios han devenido cuarteles para reclutar masivamente carne de cañón, y otros, en cambio, son fortalezas perfectas para los capos pacten el rumbo del crimen y de grandes regiones del país.
Enrique Zúñiga es una de las poquísimas personas que han atestiguado todos estos fenómenos. Durante los lustros y lustros pudo encontrar a una inmensa cantidad de cárceles debido a su trabajo de visitador penitenciario. De Chihuahua a Acapulco, de Topo Chico a Tamaulipas, del Estado de México a Cadereyta, logró entrar a rincones a los que ninguna autoridad podría acercarse y conseguir testimonios inaccesibles a cualquier juez.
Con su doble vena de criminólogo y reportero, en La pelea por los infiernos (Grijalbo), analiza el peso específico que las prisiones tienen en gran sistema criminal de México y desvela la guerra oculta y el botín inmenso que se disputa en cada uno de estos lugares.
A continuación con autorización de editorial Grijalbo ofrecemos un fragmento del libro.