CIUDAD DE MÉXICO (apro).- Reconocido por su obra arquitectónica, urbanística, escultórica y por su férrea defensa del patrimonio cultural, el artista y escritor Fernando González Gortázar falleció este 7 de octubre a los 79 años de edad.
Nacido en la Ciudad de México el 19 de octubre de 1942, y egresado como arquitecto de la Escuela de Arquitectura, hizo estudios de maestría en Teoría del Diseño, ambas carreras en la Universidad de Guadalajara (UdeG). Vivió buena parte de su vida en Jalisco, estado del cual su padre, José de Jesús González Gallo, secretario del presidente Manuel Ávila Camacho, fue gobernador. En homenaje a él construyó el Parque González Gallo.
Contaba con 35 años de edad cuando la crítica de arte de Proceso, Raquel Tibol, escribió el libro “Fernando González Gortázar. Arte Espacio, Urbe, Comunidad”, publicado en la Colección de Arte de la UNAM, dirigida por Beatriz de la Fuente. Dijo ella entonces al reportero Armando Ponce que en realidad lo escribió junto con él. Y, efectivamente incluía tres ensayos escritos por el arquitecto: “Estética del monumento”, “Planificación estética” y “La preservación de nuestro patrimonio de atractivo turístico”.
De la Fuente le llamaba “joven”, relata Ponce, y “lo es en la doble acepción del término: por su edad y por su vitalidad (que conservó a lo largo de su vida): a los 35 años reclama la admiración de Raquel Tibol, quien dice de él: ‘Está convencido de que el arte puede ser un promotor de cambios: cambios amplios, dinámicos, profundos, que habrá de producirlos, un arte total, sin barreras, que amalgame e integre todo tipo de expresiones’”.
Profesor de Teoría del Diseño en la Escuela de Arquitectura de la UdeG y de Educación Visual en el Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Occidente (ITESO), fue fundador y director de una asociación civil nacional encargada de la defensa de la ecología natural y urbana, “Pro-Hábitat”. Alzó la voz de forma incansable por la defensa de Guadalajara y la Ciudad de México, por las ciudades en general. En 1983, se recogió esta opinión suya en este medio:
“Nuestra arquitectura ha sido pervertida, se le ha relegado a los caprichos de los funcionarios que hacen y deshacen con nuestras ciudades lo que se les antoja. En la obra que el Estado levanta jamás se toma en cuenta el que en ella se deben aportar valores espirituales además de resolver el problema de carácter práctico. La arquitectura juega un papel en la creación de una cultura nacional. Es un problema político porque los gobernantes se sienten dueños de las ciudades y hacen lo que quieren. Mientras no acepten que los dueños de la ciudad somos todos y asuman una actitud respetuosa a los valores colectivos que están por encima de sus gustos particulares, mientras siga existiendo la prepotencia y la arbitrariedad como forma de gobierno, no habrá qué hacer y las ciudades van a estar cambiando como nuestros funcionarios se cambian de corbata”.
Su maestro
Discípulo de Luis Barragán y Mathias Goeritz, no porque hubieran sido sus profesores sino porque le ayudaron a definir su vocación, su “temprana admiración” por los logros del arquitecto jalisciense le llevaron a “una informada conciencia de los estilos en arquitectura, escultura y del arte en general”, describió Tibol, quien expresó en no pocas ocasiones el aprecio que le tenía como artista en varios textos escritos en su columna semanal en Proceso.
Cuando sucedió el escándalo por la exhumación de los restos de Barragán, de la Rotonda de los Jaliscienses Ilustres, por Jill Magid para convertir parte de sus cenizas en una sortija de diamante, González Gortázar consideró que se trataba de una historia enfermiza, no le alcanzaron los adjetivos para expresar su ira, consignó el reportero Roberto Ponce:
“Luis Barragán está siendo manoseado de la manera más vulgar y convertido perversamente en propiedad privada. Quiero que la Secretaría de Cultura de Jalisco diga los nombres de quieres acompañaron a esta violadora de sepulcros en su afanosa ambición”.
Defendió también las Torres de Satélite –que tuvo oportunidad de ver cuando aún no estaban terminadas y le sorprendió su carácter de obra monumental sin más utilidad que estar ahí como una obra artística, una referencia urbana– cuando el entonces gobernador del Estado de México Enrique Peña Nieto quiso construir al frente el viaducto elevado. Deploró que las autoridades se digan defensoras del patrimonio, mientras no se les presenta la oportunidad de agredirlo, con proyectos “desarrollistas, monetaristas y electoreros, que no construyen futuro…”
Una idea que defendió e incluso tuvo oportunidad de llevar a cabo, aunque finalmente se disolvió, fue la formación de una Comisión de Arte en Espacios Públicos, porque para él “los actos urbanos o de carácter urbano deben tener tres protagonistas: los ciudadanos como dueños de la ciudad, las autoridades como brazo ejecutor y los especialistas como orientadores de los segundos… hablo de especialistas, no de técnicos, un equipo que revise, cree polémica, reflexión”, dijo en 2014 a la reportera Niza Rivera, en una entrevista sobre la protección legal del patrimonio del siglo XX.
Vasta obra
Imposible enumerar sus obras arquitectónicas, escultóricas, exposiciones, libros, reconocimientos. Su tesis “Monumento Nacional a la Independencia”, de 1966, fue descrita en un documento de la Secretaría de Educación Pública de 2015, de esta manera:
“Sirvió como punto de partida para integrar la arquitectura, la escultura y el monumento, con la finalidad de renovar las tradicionales concepciones del urbanismo y paisajismo; tomando como inspiración la arquitectura monumental prehispánica, la cual ha tenido un singular arraigo en nuestro país”.
Entre sus libros pueden mencionarse “Ignacio Morales habla de Luis Barragán” (1990), “Mathias Goeritz en Guadalajara” (1991) y “La fundación de un sueño (1995)”, “Escritos reunidos” (2004), “Arquitectura: pensamiento y creación”. Y sobre él, además de Tibol han escrito Manuel Larrosa, Fernando Huici y Teresa del Conde, Antonio Riggen Martínez y Jaime Moreno Villarreal, entre otros especialistas.
En 2012 fue reconocido con el Premio Nacional de Ciencias y Artes en el rubro de Bellas Artes, en 2014 se le otorgó la Medalla Bellas Artes. Asimismo fue reconocido por el gobierno de Jalisco con la Medalla José Clemente Orozco, y en 1989 recibió el Gran Premio Henry Moore del Hakone Open-Air Museum de Japón, por su obra Columna dislocada, y en 2009 el América de Arquitectura.
Sus obras se han exhibido en museos como el Palacio de Bellas Artes (Fracasos monumentales en 1970), la Galería Juan Martín, el Exconvento de El Carmen en Guadalajara. En el Museo Tamayo expuso “Fernando González Gortázar: Años de sueños, 1965-1999”, en 1999 una gran retrospectiva, en la cual, a través de alta tecnología se logró mostrar su arquitectura y escultura urbana. En total 51 proyectos arquitectónicos, 60 esculturas en pequeño y mediano formato en materiales como piedra, bronce y cerámica, 13 obras gráficas y una serie de 30 dibujos.
“El trabajo de mi vida entera, en todos sus campos”, dijo a Proceso.
En aquella ocasión el artista plástico Vicente Rojo expresó:
“Pienso que Fernando González Gortázar es un gran artista. Como arquitecto y escultor ha creado obras monumentales, plazas y fuentes, parques y torres, laberintos y columnas que también son árboles y edificios que parecen girar como nubes. Todo ello con un gran respeto por el entorno natural del que es un estudioso y sobre todo el que ha publicado numerosos textos. Es, además, un artista íntimo y elementos lúdicos recorren su trabajo, maromas, rehiletes, remolinos, cubos y canicas (algunas gigantes)”.
Es el creador de La Plaza del Federalismo, el Paseo de los duendes o Las banderas, La fuente de la hermana agua, Monumento 2 de octubre, El árbol, La gran puerta, La columna dislocada (Japón) y La fuente de las escaleras (España). Asimismo la Casa González Silva, el Museo de la Cultura Maya, el Centro Universitario de Los Altos de la Universidad de Guadalajara.
En las redes sociales diversas instituciones como la UNAM, el gobierno de la Ciudad de México, la UdeG, Radio UNAM, la Feria del Libro de Guadalajara y hasta el gobernador de Jalisco, Enrique Alfaro, expresaron su pesar, como lo hicieron también colegas, artistas e investigadores de arte.
Y como prometer no empobrece, en un tuit, la diputada jalisciense Mara Robles lanzó: “con Diego Prieto (director general del Instituto Nacional de Antropología e Historia) conseguiremos que su obra sea reconocida patrimonio de la humanidad por la Unesco”.