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“El cuento es un género que cree en el destino, la novela, no”: Martín Solares |Video

Durante la cuarentena Martín Solares (Tampico, 1970) leyó a sus hijos un viejo cuento árabe cuyo tema es la muerte y el destino. Aquel relato retomado por autores como Jean Cocteau o Bernardo Atxaga, les pareció injusto a los menores. A partir de la experiencia, el narrador mexicano se reapropió de la historia para convertirla en la novela El libro de la magia y la aventura de Bassim Bassán (Alfaguara), que cuenta la historia de un joven comerciante que descubre cómo hacer que la magia se vuelva realidad para salvar a su amiga de la muerte.

La novela surge de la reinterpretación de un cuento árabe.

Descubrí el cuento en la Antología de la literatura fantástica, de Borges, Bioy Casares y Silvina Ocampo. Me sorprendió mucho encontrarlo años después en los talleres que daba Gabriel García Márquez en La Habana, también, en Obabakoak, de Bernardo Atxaga. Amigos que comentaron que Jean Cocteau tenía una versión llamada ‘El gesto de la muerte’, y también lo leí. Me asombra que, en un cuento tan breve, de apenas ocho líneas, aparezca todo: la vida, la muerte, la ironía, la paradoja y el destino. En mi modesto caso, me vi forzado a desarrollar esa historia para mis hijos, les conté ese cuento durante la cuarentena y al final, en lugar de reírse prácticamente se echaron a llorar. Les pareció muy injusto y me dijeron que no podía terminar así. El cuento es un género que cree en el destino. Un cuento tiene la vocación de mostrar que el destino existe, es un género creyente, mientras la novela es un género ateo, no cree en el destino, o en el fondo sí cree, pero está hecha para refutarlo. La novela no permite que se le inyecte ninguna filosofía, religión e ideología, pero sí permite que se le inyecten críticas a lo que está sucediendo y, sobre todo, una refutación del destino. A cada personaje se le da la oportunidad de escribir su propia vida y eso fue lo que intente. Descubrí que tenía que convertir ese cuento en una novela, para que mis hijos estuvieran felices. Durante la cuarentena la narración de historias se volvió más urgente que nunca, que una de las vías más desesperadas por las cuales todos tratamos de evadirnos de lo que estaba pasando, era aficionarnos a ver historias en la tele, en el cine y en la literatura.

¿Qué les pareció tu versión a tus hijos? 

Cuando escucharon la nueva versión, más novelesca y menos cuentística, la aceptaron, se dieron la vuelta y durmieron tranquilos, para mí fue el mejor regalo posible. Al día siguiente me volvieron a pedir que les contara el cuento del personaje Bassim Bassán.  Por más que tratemos de escapar a la suerte final, los mortales estamos condenados, eso funciona en los cuentos, pero no en las novelas.

¿El arte o la ciencia son formas de intentar trascender?

Lo que uno quiere es ser eso, engañarse un poco, contarle historias a los demás para que la vida sea tolerable. Me divertí mucho con esto, inventé un perfil completamente distinto para los personajes, en lugar de un comerciante poderoso capaz de tutearse con la muerte e increparla, lo que hice fue inventar a un joven comerciante, un poco con el perfil de Peter Parker y preferí que la persona por la cual tenía que arriesgarlo todo fuera la joven que él amaba. Eso para mí tiene mucho sentido, justifica la invención de un héroe.

¿Qué te representó cambiar el registro y escribir para jóvenes y en particular para tus hijos?

La imagen que a veces nos generamos de la literatura infantil o de los niños suele ser muy equívoca. En realidad, no hay que escribir para niños, sino para el adulto que llevan los niños dentro. Hay que escribir para alguien exigente, alguien que no quiere que le den una papilla, sino un filete, que no quiere que le den el trabajo hecho, sino que le planteen misterios, enigmas y acertijos que él tenga que resolver sobre la marcha. No hago ninguna concesión cuando escribo para niños. Me interesa que las personas que me han seguido y leído mis otros libros lo disfruten.

¿Qué tanto se filtra del joven Martín Solares en Bassim Bassán?

Hubiera querido tener ese oficio, estar en contacto con la magia. Una de las cosas que es clave en esta historia es que no hay un minuto que perder, el personaje sabe que, si se detienen más de 14 minutos y 50 segundos, va a ser incapaz de salvar la vida de su amada, porque es el lapso de ventaja que le da la muerte, no se puede dar el lujo de desperdiciar un segundo.  A mí eso me parece que es una metáfora de la vida y la creación, no podemos desperdiciar nada, tenemos que aprovechar cada minuto del día, para poder vivir y crear cosas que nos gusten.

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