El embarazo adolescente, una problemática que retrasa a las jóvenes en sus estudios y condiciona su autonomía, desarrollo profesional y familiar, ha caído en Argentina, según datos oficiales, producto de la educación sexual y la distribución de anticonceptivos, pero también por la ola feminista que las hace más conscientes de sus derechos.
La fecundidad de las argentinas de hasta 19 años cayó abruptamente (60%) de 2014 a 2021 (47,630), por encima de la bajada del 33% de los nacimientos totales (a 529,794), según las estadísticas vitales del Ministerio de Salud argentino.
Además, la caída es relevante (54%) en la fecundidad adolescente temprana, de niñas menores de 15 años (a 1,394).
Esta tendencia dio la vuelta a la historia demográfica argentina, ya que el embarazo adolescente, que no es intencional entre el 70% y el 80% de las veces, y que afecta a madres con menos recursos y habilidades, había subido entre 1950 y 2015, a contramano de la región, según un informe conjunto de la organización no gubernamental Cippec, el Fondo de Población de las Naciones Unidas (Unfpa) y Unicef.
Se debía a una sociedad muy fragmentada culturalmente, los inmigrantes versus la población tradicional latinoamericana en las zonas marginales, y porque en la década del 1970 el peronismo y luego la dictadura militar (1976-1983) aplicaron una política pronatalista, al punto de prohibir la distribución de anticonceptivos en los hospitales y la represión violenta a los médicos que lo hacían.
Para 2015, 33 países de América Latina tenían menores niveles de fecundidad que Argentina, en contraste con haber alcanzado en 1950 la segunda tasa de fecundidad más baja de la región.
“Es una combinación de dinámica social en una dirección y políticas públicas”, explicó a EFE uno de los autores del informe, el experto en demografía social Rafael Rofman, quien atribuyó los cambios sociales y culturales a la “nueva ola de feminismo“.
“Las mujeres jóvenes son más conscientes de sus derechos y deseos, de cómo vivir su vida y cómo formar una familia y cómo pasar su vida profesional”, agregó Rofman, a lo que sumó “la aparición de un nuevo método anticonceptivo muy efectivo”, un implante que se pone bajo la piel del brazo, que “fue el quiebre fuerte de tendencia”.
Una de las políticas públicas que, según el experto, ayudaron en Argentina a reducir el embarazo adolescente es el programa de educación sexual integral, implementado desde 2009, que llega a las alumnas en los colegios públicos y privados, pese a que algunas escuelas se negaron.
También el plan ENIA (de prevención del embarazo no intencional en la adolescencia) desde 2017, una política pública que se focalizó en las zonas del país que mostraban la mayor tasa de fecundidad adolescente.
Pero el detonante fue la distribución desde 2014 de implantes subdérmicos, unas varillas pequeñas, finitas y flexibles que son seguras y duran entre 3 y 5 años, como parte de la canasta de anticonceptivos del Ministerio de Salud.
Este cambio de tendencia del embarazo adolescente ya se había dado antes de la aprobación del aborto voluntario hasta la semana 14 de embarazo, que se sancionó en diciembre de 2020.
“Desapareció la presión de la política pública pronatalista y comenzó a crecer una política pública más protectora de derechos”, indicó Rofman.
Asociaciones civiles proveen hoy en día de acompañamiento territorial de género en los barrios marginales, que cuenta con una pata de salud y, donde las mujeres que atienden responden las demandas constantes de adquisición de anticonceptivos, de acompañamiento de embarazos adolescentes y de abortos.
La menor cantidad de nacimientos de madres adolescentes no solo es un indicador de progreso social, porque las mujeres tienen los hijos que quieren tener, sino que implica repensar el sistema educativo y la forma en que Argentina puede aprovechar el llamado bono demográfico.
“El año que viene en las escuelas primarias de todo el país va a entrar un 30% menos de chicos (niños) que hace cinco años”, afirmó Rofman, lo que enfrentará a Argentina con un exceso de infraestructura escolar.
Además, “son mujeres que van a aportar más a la sociedad”, agregó el economista, porque todos los años había unas 70,000 mujeres jóvenes que abandonaban la escuela, terminaban en situaciones difíciles o empezaban a trabajar con muchas dificultades porque tenían que cuidar a sus hijos, y “ahora tienen oportunidades que antes no tenían”.
El bono demográfico, que empezará a decaer entre 2030 y 2035, se profundiza, al tener menos población dependiente, bebes y jubilados, y además las mujeres reciben educación y adquieren las habilidades para ingresar al mercado de trabajo y en mejores condiciones.
Es una oportunidad en el mediano plazo para Argentina de producir más, acumular capital y crecer más rápido, afirmó Rofman.