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‘El silencio del topo’, un documental sobre la guerrilla y represión en Guatemala

Durante la década de los setenta, el periodista Elías Barahona, alias el Topo, se infiltró en el corazón de uno de los gobiernos más represivos de Guatemala. Al desvelar la historia de este individuo reservado y único, El silencio del topo, capta los momentos en que las revelaciones del pasado abren grietas en los muros del silencio de una historia que permanece oculta.

Con el ánimo de repensar la historia de su país y establecer un diálogo con las nuevas generaciones, afín de desvanecer el silencio que envuelve todavía a este periodo, la directora Anaïs Taracena filmó un documental que aborda temas como la memoria, la represión y la paz, en el país centroamericano.

¿Cómo llegas a la historia de Elías Barahona?

Conocí a Elías dos años antes de su muerte, llegué a él por medio de su hermano David, quien fue refugiado político en Francia. Le propuse filmarlo no para un documental sino como registro. Un tiempo después el mismo Elías me pidió que lo filmara porque iba a ser testigo en el juicio por la quema de la Embajada de España, una masacre ocurrida en 1980 en Guatemala, poco después murió y es a partir de ahí cuando empiezo a pensar en un documental.

En la película pareciera que él quería dejar testimonio visual de su historia.

Sí, de hecho, tenía varias novelas ficcionadas, una en concreto llamada El aprendiz de topo, donde cuenta la historia de un infiltrado. Creo que realmente quería que se supiera su historia, porque por ejemplo, mi generación no tenía idea de quien era Elías Barahona. Me gusta pensar que él está contento con la película.

En el documental tocas temas como la memoria, los archivos, la vida de Elías y la violencia. ¿Desde el principio buscaste abordar un espectro tan amplio fuera tan amplio?

Cuando empecé la investigación me centré en la historia de Elías. Quería hacer un thriller, pero conforme avancé encontré otras líneas narrativas como los archivos, la búsqueda, la destrucción, el contexto de represión política en Guatemala. Quería filmar cómo en ciudad de Guatemala se sigue respirando el pasado. Todas las líneas surgieron durante la investigación; después llegué al tema del silencio, que se convirtió en el corazón del documental.

¿A qué atribuyes el peso que tiene el silencio en Guatemala?

Fueron 36 años de guerra y el silencio implicaba muchas cosas, entre ellas el miedo. Para quienes militaron como Elías Barahona, el silencio era fundamental porque permitía salvar vidas, incluyendo la propia. Tras los Acuerdos de Paz sigue sin ser políticamente correcto hablar. Guatemala sigue siendo un país muy violento, todavía se siente en la atmósfera la influencia del crimen organizado y la delincuencia. Hay mucha gente que vive en silencio por miedo a ser extorsionada, además es algo que se hereda entre las familias.

¿Contar el documental en primera persona y con tu voz en off es para establecer un diálogo generacional con la época que vivió Elías Barahona?

Sí, de hecho cuando empecé no tenía pensado usar mi voz en off. Sin embargo, cuando vi que la búsqueda y el tema de los archivos era tan importante comprendí que solo funcionaría si usaba mi voz porque era yo quien estaba haciendo la investigación. Por otro lado, me parecía importante ponerme en el nivel de las personas que estaba filmando y asumir que yo estaba dando un punto de vista, creo que esta era la forma más sincera de abordar un tema tan complejo y doloroso. Si lo hubiera hecho más confrontativo mucha gente se habría cerrado.

La película plantea dilemas éticos como el método del propio Elías Barahona; la radicalización; la militancia periodística; y las propias guerrillas.

Claro, mi primer dilema fue delimitar hasta dónde filmar a las personas. No me quería censurar, pero también era necesario respetar a los entrevistados. En Guatemala nos falta asumir públicamente una posición respecto a un movimiento revolucionario, porque la narrativa polarizada de víctimas y victimarios no responde a la realidad. Los niveles de represión en el país llegaron a tales extremos que a muchas personales no les quedó mayor opción que la radicalización, por eso es importante tocar el origen y pensar en aquello que lleva a una persona a tomar ciertas decisiones. Para Elías fue duro porque estuvo exiliado, lo tacharon de traidor, tuvo que sacrificar a su familia, su carrera, pero al mismo tiempo prefirió salvar vidas. Me parecía importante hablar de eso y mostrar ese dilema humano.

Al final, ese es uno de los mensajes, si es que lo tuviera tu película.

Prefiero hablar en términos de una reflexión histórica necesaria para no repetir los mismos errores. En Guatemala hubo una represión brutal, el 94 por ciento de los crímenes fue responsabilidad del Ejército y durante años se quiso borrar, aunque lo cierto es que la realidad no desaparece. Diría que la película es como un canto de esperanza hacia la vida.

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