Familiares, amigos, colegas y público en general se dieron cita en el Palacio de Bellas Artes de la Ciudad de México para rendir homenaje a la escritora y maestra, Luisa Josefina Hernández, fallecida el pasado 16 enero.
En el encuentro conducido por el actor Óscar Narváez y con música interpretada por el Cuarteto de Cuerdas de la Orquesta Sinfónica Nacional, la directora general del Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura, Lucina Jiménez López señaló que “el Siglo XX mexicano no se puede entender sin la obra, sin el aporte de la maestra Luisa Josefina Hernández; y no se puede entender porque es ella quien atraviesa todo nuestro siglo XX y principio del XXI con una prolífica obra que pasa del teatro a la expresión dramática, a la novela, a la crítica literaria, también a la traducción”.
“Gracias a ella tenemos acceso a muchos autores internacionales que ella trabajó mucho, y si hay algo que nosotros podemos reconocer en la maestra es el compromiso con su propia obra”, agregó la funcionaria.
Adelantó además, que la Compañía Nacional de Teatro explorará ese huerto tan profundo, que son decenas de obras de teatro, y también seguramente el trabajo inédito contemporáneo que haya concluido, “y asumimos ese compromiso con su familia, de editar todas aquellas obras de la maestra Luisa Josefina que hayan quedado en el tintero”.
Y agregó: “Es una tarea fundamental hacer posible que las actuales generaciones exploren su obra, y lo debemos hacer no solo en las escuelas de arte, sino también en los espacios donde la literatura pueda caminar y tener esta conversación con esta gran escritora, con una gran artista, esta gran humanista”.
La dramaturga llevó a la escena las contradicciones de su nación
El director de escena José Caballero expresó que Luisa Josefina Hernández, siguiendo los pasos de su maestro Rodolfo Usigli, y como parte principal de la más brutal generación de dramaturgos del siglo XX mexicano, nos ha dejado el retrato más vivo y profundo de nuestra contradictoria sociedad.
Señaló que la dramaturga llevó a la escena, con maestría, las contradicciones de su nación. “Hizo del escenario el espejo de nuestros anhelos, de nuestros vicios y virtudes, de nuestra anhelada búsqueda de identidad”.
A nombre de la familia de Luisa Josefina Hernández, el actor y director David Gaitán, nieto de la maestra, pidió un aplauso para ella, y luego leyó una carta que le escribió a su abuela a propósito de la presentación del libro de memorias que ambos escribieron.
Profundamente emocionado, Gaitán leyó: “Noviembre de 2017. Mamá: esta carta es la que leí cuando presentaron nuestro libro. Sé que nunca fuiste partidaria de compartir los afectos íntimos en contextos públicos, pero como alguna vez me dijiste, ahora sí nos van a conocer.
“Te escribo porque es el modo más sincero que encontré para decirte lo que siento ahora que se presenta nuestro libro, pero sobre todo por la gran felicidad que tu existencia en este mundo me ha significado. (Alguna vez) me dijiste que solo había que escribir cosas que fueran relevantes para la existencia del prójimo, y aprendí que para ti eso no era solamente un criterio artístico, sino una postura de vida. La huella que tu generosidad ha dejado es algo que he podido atestiguar en un sinfín de mis maestros, académicos, actores, actrices, directores, críticos, espectadores, y felizmente no me acostumbro a escuchar lo importante que fuiste para las personas con quienes conviviste.
“Es cierto que nosotros hemos gozado de la dicha de la cotidianidad para decirnos que nos queremos, pero ya que las letras han sido testigos de nuestros afectos me encanta la idea de darte estas hojas para que las releas siempre que nos extrañemos. Te quiero, desde que te recuerdo, te quiero”, concluyó Gaitán.
Que conozca el mundo la maravillosa vida y obra
José Caballero, quien llevó a la escena seis de las 11 obras que integran la saga Los grandes muertos, con el elenco estable de la Compañía Nacional de Teatro, dijo que tenemos una tarea: “Hacernos dignos de su obra, renovar sus ediciones, difundir sus enseñanzas y llevar su obra dramática a la escena, que conozca el mundo la maravillosa vida y obra de una gran artista que supo sortear los obstáculos de su época para realizarse en plenitud”.
La actriz y académica Aimée Wagner se refirió a la labor docente que desarrolló Luisa Josefina, “tarea que cumplió con pasión siguiendo las enseñanzas de su padre, un connotado jurista campechano quien dijo: Aquel que por medio de la educación no proporciona a otros las armas para vivir en el mundo no ha cumplido ni como ser humano ni como ciudadano ni como padre”.
Destacó que durante más de 40 años la maestra impartió clases en el hoy Colegio de Literatura Dramática y Teatro de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, convirtiéndose en nuestra primera maestra emérita en 1991.
La titular de la Compañía Nacional de Teatro, Aurora Cano, destacó en su momento que Luisa Josefina es, ante todo, “una gran artista y así será recordada. Sin embargo, detrás de su obra, inconmensurable, hay algo aún más extraordinario en ella: hay alguien que piensa en el teatro como nadie. Y no puedo evitar destacar esto en un día como hoy”.
Y dijo: “Me había propuesto no mencionar el tema del género, porque resulta reduccionista y miope, y quisiera pensar que innecesario, pero las estadísticas son apabullantes y el contexto lo es todo: Luisa Josefina Hernández no solo fue la primera mujer en obtener la distinción de profesora emérita de la Facultad de Filosofía y Letras, sino que fue la única emérita de dicha facultad en todo el siglo XX”.
Miguel Sabido, uno de sus alumnos más destacados
Uno de los alumnos más destacados es Miguel Sabido, quien al participar subrayó la labor docente de la maestra homenajeada. “Fue mi maestra durante muchos años, fui el primer alumno que entró en su primera clase en la Facultad, y digo con profundo orgullo que si algo bueno hice en mi carrera y mi vida, a ella se lo debo”.
Luego recordó tres grandes enseñanzas que le dio. La primera: Soy hija de un juez, por eso creo que el creador tiene una responsabilidad moral con su sociedad. El alfa de la acción dramática es el texto, pero el omega es el efecto en la audiencia y eso implica una responsabilidad moral insoslayable.
La segunda: El creador debe ser valiente, tener capacidad de compromiso consigo mismo, con su obra y con la audiencia a la que se dirige. Y la tercera: que no te dé miedo pensar, lanzarte al análisis más profundo, al descubrimiento más doloroso. Crear es un deleite y un estigma, un acto solitario y multitudinario, un acto generoso.