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“Mi relación con la lectura puede ser enfermiza”: Luna Miguel

Luna Miguel (1990) es una lectora voraz. Su vida de explica a través de los libros que ha leído, tanto los que le gustan como los que no. Para la española el acto de leer es más que un ejercicio intelectual, es algo que atraviesa la diversión, la soledad y las relaciones personales.

Algo de esto es lo que encontramos en Leer mata (Almadía), un título donde habla de aquellas obras que han definido su vida para bien o para mal.

Leer mata es uno de tus libros más personales, ¿cómo surgió?

Me interesa mucho la escritura íntima. Una de mis referentes ha sido Annie Ernaux, cuyo “yo” está muy presente en su literatura.  Siempre me ha interesado cómo convertir algo que parece íntimo y privado en un motor para imaginar. Hay cosas que parecen autobiográficas en el libro, pero quién te dice que no son mentira. Para mi el “yo” puede ser el triunfo de la imaginación.

Lo que no es mentira es tu relación con la lectura…

Por su puesto, mi relación con la lectura puede ser enfermiza. Me obsesiona la posibilidad de demostrar que la lectura no es solo una posición intelectual, es además lúdico, algo que va más allá de la soledad y que sirve para generar relaciones sociales y vínculos afectivos. Leemos con todo el cuerpo y nuestra vida.

¿Qué tipo de lectora eres?

Soy muchos tipos de lectora. En el libro, la protagonista cuenta como de pronto se queda sin papel en el baño del bar y se limpia con una página del libro que lleva. Quizá es una situación exagerada, pero funciona para demostrar la forma en que nos acompañan en todo momento. Sin embargo, esta relación como nuestras ideas y nosotros mismos cambiamos constantemente. La escritora española Aixa de la Cruz defiende incluso, el derecho a cambiar de ideas por lo tanto nuestra relación con la lectura también evoluciona. Si antes Borges o algún poeta te gustaba ahora te deja de encantar.

¿Borges te dejó de gustar?

Al revés. Siempre lo odié y ahora lo amo, lo odiaba porque un amigo de un exnovio se llamaba Borja, pero se ponía Borges y además, me parecía que los chicos fingían diciendo que sabían de literatura porque lo leían. Recientemente empecé a amarlo a partir de su ensayo sobre James Joyce y después leí otras cosas sobre el infinito; hoy creo que es un ensayista fascinante.

¿Con quién te pasó al revés?

Es complicado. Tengo una relación complicada con Bukowski, a quien siempre amé, incluso lo llevo tatuado en el pecho. Al comprender su vida, conocer su misoginia y la forma en que maltrataba a las mujeres, digo uff. No creo que debamos separar a la obra del autor, me gusta que vaya todo junto, y si leo a Bukowski lo hago sabiendo que era un misógino, pero eso duele. ¿Cómo leer a alguien que es admirado y al mismo tiempo un cabrón?

Borges también tenía ideas políticas polémicas. ¿Por qué no separar obra de autor?

Me parece más honesto leer a la gente sabiendo quien es. Defiendo la idea de no separar una de otra y ser consciente de a quien estamos leyendo. Prefiero gozar la obra de Octavio Paz y al mismo tiempo poderlo llamar misógino. Como autora me parece valiente no distanciarse de lo que has hecho o pensado.

¿Un libro como Leer mata se hace con una vocación de autoconocimiento o autoexploración?

A veces sí, más antes que ahora. Cuando era más joven quería conocerme más, pero ahora no, ya me conozco lo suficiente. Hoy me interesa recuperar experiencias que creo pueden ser útiles para otras personas y narrarlas o reconvertirlas. No creo en la escritura del “yo” si no va acompañada de una idea, o propuesta estética, política, filosófica o literaria. Uso mis experiencias como metáfora para expresar algo.

¿Ves a Leer mata como un mapa lector?

Más bien diría que es un manifiesto lector y también es mi canon personal, el cual está compuesto por diversas estéticas, propuestas y con una presencia femenina fulminante.

Perteneces a una generación de escritoras que puede formar su canon con puras mujeres, hace veinte años eso era todavía impensable.

Casi todas las autoras contemporáneas han reivindicado a otra escritora. Mariana Enríquez lo hizo con Silvina Ocampo, Carolina Sanín con Marvel Moreno, Elena Medel con Carmen Conde. No es casual, hay mucho trabajo de mujeres recuperando a sus madres o abuelas literarias.

Mencionas a Carolina Sanín quien se ha visto envuelta en polémicas por sus ideas sobre la comunidad trans.

Ella es una pensadora muy interesante.

¿Ahí tampoco separas obra de autora?

Hay que leer su obra, aunque me parezca delirante su manera de afrontar el discurso de lo trans. Me parece egoísta. La conocí en Cartagena de Indias, y me enseñó mucho sobre animalismo y feminismo, sobre cómo estructurar las ideas, su retrato del escritor macho es algo que uso mucho. Sin embargo, me duele ver cómo alguien a quien admiras tanto tiene tanto odio hacia una parte de la población que de por sí es odiada. No lo entiendo, pero tampoco puedo negar que su obra es fascinante.

¿Qué piensas de la cultura de la cancelación?

Detesto la cultura de la cancelación y estoy a favor de una cultura de la reparación, pero de manera bidireccional. La reparación solo es posible mediante el diálogo y conocer al otro, así sea el enemigo. Leer a una persona con quien no estás de acuerdo es necesario para convivir.

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