Después de enterarse de un terreno heredado de su abuelo, Rá emprende junto con cuatro amigos, un recorrido que Medellín a la región de la Cauca. Los jóvenes, cuyas edades oscilan entre los doce y 19 años, tendrán que cruzar territorios no siempre sencillos que de una u otra manera los llevarán a conocer de cerca la historia reciente de Colombia.
Interesada en los universos juveniles, y en revisar el impacto de la violencia en hombres y mujeres, la realizadora Laura Mora filmó Los reyes del mundo, una road movie que apela a una poética visual y proponer una entrañable reflexión sobre la amistad y la belleza.
En festivales como en el de San Sebastián le ha ido muy bien a la película, ¿por qué crees que Los reyes del mundo ha conectado con otras geografías?
No estoy acostumbrada a tanta atención y todo me ha abrumado un poco. Creo que la película, a pesar de que parte de algo muy local como una carta de restitución de tierras, al final tiene que ver con un viaje hacia una especie de tierra prometida. Más allá del concepto bíblico es un viaje humano, a final de cuentas todos buscamos un lugar que nos permita estar a salvo y existir libremente. Al romper un poco el código narrativo e instalarse en el mundo de los sueños y delirios, la película propone una apuesta poética que conecta con las emociones.
Una película como esta solo podía ser road movie, ¿no?
Sí, la película nace en la carretera. Comencé a escribirla mientras hacía el viaje de Medellín al bajo Cauca, es un tramo que he atravesado toda mi vida y me ha generado muchas preguntas. El cine es una forma de acercarme a aquello que me causa preocupación y curiosidad. Los chicos necesitaban atravesar el norte de Antioquia y todo lo que eso implica en términos geográficos y de violencia. Para contar eso había que atravesarlo todo y me interesaba conseguir que el espectador lo hiciera.
Mencionas la idea de una tierra prometida, me parece que la película tiene elementos simbólicos importantes incluso vinculados con la Biblia.
No crecí en un lugar católico, me considero agnóstica. Me intrigan los símbolos y cómo nos han amarrado narrativamente, al menos en Colombia. Me parece interesante el sincretismo que ha construido México, pero Colombia es un país profundamente católico y creo que pese a ser un Estado laico hay algo muy dañino en su relación con la religión. Apenas ahora tenemos un gobierno progresista. Mi simbología es más sincrética y propone vínculos con la poesía árabe, con mi amor por el cine, con autores literarios como Juan Rulfo. La escena de un burdel en medio de la nada para mí es una suerte de matria, en Colombia la violencia se ha vivido de una manera particular: los grandes muertos de la historia del conflicto han sido hombres, sobre todo jóvenes de la periferia; y las mujeres han sido las víctimas que han contado la atrocidad del paso de la guerra.
Cierto, hay una reflexión sobre la identidad en la película.
Los latinoamericanos estamos amarrados por una suerte de heridas que nos atraviesan y creo que están relacionadas con la tenencia de la tierra, con pueblos despojados y empujados al exilio.
¿El trayecto de jóvenes se podría ver como una metáfora del tránsito de Colombia hacia una fraternidad y perdón?
Sí, la amistad y la belleza son un gran valor en general, pero además cuando uno mira la historia de las resistencias en Colombia descubre que lo que les ha salvado es una suerte de organización similar a la de una familia pero que va más allá de los vínculos genéticos. Para mí era importante que ellos crearan una familia sin importar de dónde vienen. Al final lo que sobrevive al paso de la violencia es una ética del amor y de los afectos, y me parece que nos falta hablar de eso. Necesitamos darle mérito a los grupos que han sabido resistir.
¿A partir de esta ética de los afectos es de dónde se puede extraer la belleza de una película como Los reyes del mundo?
La belleza es revolucionaria, sobre todo ver belleza donde nos dicen que no hay, es un concepto que se ha vuelto elitista y nos lo han querido canonizar. Me interesa la belleza vista desde otros lugares. Es una película dura, pero al final lo que permanece es lo bello, aquello que nos hace mirar la posibilidad del sueño o del símbolo en la vida de unos despojados.
Las prostitutas tienen un papel importante en la película, ahora que una parte del feminismo cuestiona su existencia, ¿cuál es tu posición?
Creo que la película tiene una mirada muy femenina, pero también aborda la masculinidad desde otro lugar. Los hombres son también víctimas del patriarcado porque se les ha dicho que para ser hombres tienen que ser violentos y territoriales, y eso es horroroso y violento porque les inhabilita para conectarse con su lado más sensible. Respecto a la prostitución creo que la trato de una manera muy humana. Todavía tengo mucho que leer en ese sentido y por lo mismo no tengo una postura definida, me interesa la complejidad del diálogo que propone el feminismo. Lo más bello de esta postura es que abraza la diversidad, no me interesa el mundo maniqueo, sino el de la profundidad y la contradicción.
¿Qué tipo de ejercicio te supuso profundizar en la mente de cinco jóvenes?
Tengo una fascinación con la juventud. El cine es muy delator, tanto en quien lo hace como en el espectador y de su forma de leer las películas. El cine colombiano delata nuestro asombro por los jóvenes porque somos una sociedad que no ha envejecido, todavía somos una sociedad joven debido a que generaciones enteras han sido asesinadas. Seguimos sin ser una sociedad futurista, nos cuesta pensar en el mañana y la adultez porque nos sentimos frágiles. Tengo una devoción por ese punto de la vida que es ingenuo, bello, lleno de contradicciones y con ganas de lanzarse a la vida. Como mujer, además, me intrigada el mundo de los hombres porque creo la violencia puede constituirse como patrimonio de la masculinidad.