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“No nacemos con un género, la genitalidad no determina ‘hombre’ o ‘mujer’”: Lu Ciccia

Para Lu Ciccia la identidad de género no se circunscribe a la posibilidad reproductiva. A lo largo de sus investigaciones, la doctora en Estudios de Género por la Universidad de Buenos Aires se ha dedicado a indagar si existe el sexo en la naturaleza o el origen de la idea de que existen dos orientaciones sexuales.

Producto de su trabajo es el libro La invención de los sexos (Siglo XXI), una publicación que cuestiona cuanta biología hay en nuestro comportamiento, nuestros deseos y nuestra subjetividad. Ciccia, integrante del Centro de Investigaciones y Estudios de Género de la Universidad Nacional Autónoma de México asegura que el destino de las personas no necesariamente está determinado por la biología.

En La invención de los sexos cuestionas los dogmas científicos con relación al género. ¿Por qué?

Soy licenciada en Biotecnología y comencé un doctorado en Investigación en la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires, en el laboratorio de Fisiología del Sistema Nervioso. Cuando visualicé una serie de sesgos que me alarmaron me replanteé la carrera y lo que yo misma estaba legitimando y respaldando con mi trabajo. A partir de ahí redireccioné mi investigación hacia la epistemología feminista.

¿Por qué sostienes que la categoría de sexos es un obstáculo para el tratamiento de ciertas enfermedades?

Yo me inscribo entre las corrientes feministas que negamos la materialidad del cuerpo. Niego que si tengo cierto par cromosómico sexual tendré ciertas concentraciones de hormonas llamadas sexuales, cierto tipo de tejido gonadal y cierto tipo de genitalidad externa. En el libro muestro que esta coherencia interna no se da. La genitalidad externa no predice cierta concentración de testosterona y ni un tipo de cerebro. La categoría de sexo se presenta como un obstáculo porque da por sentado determinadas propiedades, cuando la realidad no es así; pareciera dar cuenta de una biología presocial, es decir, que existe por fuera de nuestras prácticas sociales. Las incidencias de un cuerpo están enmarcadas en un contexto permeado por normativas de género. El sexo invalida hacernos este tipo de cuestionamientos y a priori da por sentado que existen diferencias naturales, cuando lo cierto es que la biología es flexible y dinámica, no es rígida, determinada ni determinante.

¿Cuál es el sustento de esta categorización binaria respecto a sexo?

La asunción de dos formas biológicas es un a priori científico que se dedujo a partir de una genitalidad externa y de ver cuerpos. Se consolidó durante el siglo XVIII y se complejizó desde distintas disciplinas científicas a lo largo del siglo XIX. Nunca se puso a prueba la idea de dos formas biológicas. El paradigma lo encontramos hoy en la era molecular de las neurociencias: se da por sentado que hay dos cerebros a causa de la genitalidad externa y buscan reafirmar la idea sin ponerla a prueba. Sin embargo, hay investigaciones que invalidad la categorización cerebral en función de una capacidad reproductiva. Producto de este tipo de interpretaciones hay prácticas y normativas de género que hacen que los cisvarones se comporten de determinada manera y aprendan determinados hábitos. El género tiene que ver con prácticas sociales normativas de lo que se espera de un cuerpo, es una normativa prescriptiva de lo que puede o no hacer sobre la base de la posibilidad reproductiva.

Has dicho que el género tiene que ver con las expectativas socioculturales, ¿es algo más vinculado a los usos y costumbres? 

No nacemos ni varones ni mujeres, ya lo dijo Simone de Beauvoir en 1945, aunque ella no se refería a un cuerpo biológicamente flexible. Mi posición es que no nacemos con un género, la genitalidad no determina mujer o hombre. La categoría mujer es asignada en función de lo que se espera de acuerdo con mi posibilidad reproductiva, pero la identidad de género es más que un rol, tiene que ver con cómo una persona se dice y cómo está en el mundo, implica subjetividad, deseo e imaginario corporal. Por eso hay personas que no nos ajustamos a esa genitalidad. La identidad de género no se circunscribe a la posibilidad reproductiva, a lo que se puede o no hacer. Una persona se puede enunciar como una lesbiana no binaria y no mujer, y esa lesbiana no binaria puede gestar, y no por eso ser mujer porque lo que hace o no con su cuerpo, no lo determina quién es. La intención al asignar género es volver equivalentes identidad y rol, por eso existimos personas que no nos ajustamos a ese género asignado al nacer.

¿Un rol determinado por circunstancias morales, económicas o políticas?

Es parte de un sistema legitimado por instituciones como la jurídicas, familiares, sociales deportivas e incluso del imaginario social. La segregación por sexo, entendiendo el sexo como esta genitalidad que implica una forma de estar en el mundo, normaliza la trampa de la naturalización. En lo personal me interesa cuestionar las normativas de género dentro de lo que llamamos “natural” para cambiar las preguntas del análisis e incluso los resultados en el propio ámbito biomédico porque eso puede aportar una mejor comprensión respecto de la prevalencia, el desarrollo y tratamiento de enfermedades. Nos falta entender que hay otras variables que no dependen de los cromosomas sexuales o de las diferentes concentraciones de testosterona, puede haber otras respuestas relacionadas con el peso y la altura. Deberíamos considerar toda la complejidad de variables y salir de la perspectiva reduccionista de decir que es a priori.

Planteas que el feminismo puede ayudar a modificar el discurso que predomina.

Los feminismos pueden ayudarnos a salir de ahí, aunque no de manera manera propositiva. Los feminismos transexcluyentes reproducen esencialismos que legitiman su propia subordinación.

¿Qué tan alejados estamos de asumir y realmente comprender una propuesta como la que desarrollas? 

Mi apuesta es propositiva, vengo del ámbito de las neurociencias. Revisemos críticamente los presupuestos e hipótesis que implican las investigaciones orientadas a las búsquedas de diferencias sexuales en pos de una mejor calidad de vida para comprender la prevalencia de enfermedades. Me interesa trabajar sobre los criterios de agrupación, uno que se basa en la genitalidad externa es probablemente sesgado. No se trata de descartarlo, sino de agregar variables.

¿Qué tan receptiva es la ciencia latinoamericana a trabajos como el tuyo? 

Casi todos los estudios realizados en esta área provienen del norte global, en América Latina no hay laboratorios ni producción de conocimiento orientado a la búsqueda de diferencias sexuales. Yo trabajo con una colega mexicana y nos ocupa una mirada crítica de los estudios de ciencia y género, pensados en cómo reconceptualizar valores epistémicos, cómo pensar la producción de conocimiento para que sea multivocal, plural y que no responda a una mirada privilegiada que solo sea la del sujeto masculino, adulto, heterosexual y blanco.

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