El Partido Acción Nacional se hunde en un extravío ideológico y programático. Sin cuadros, sin estrategia, sin claridad en su proyecto de nación y sin liderazgos respetables, el PAN se aferra a una alianza para seguir siendo relevante en la escena nacional.
Así festejó el PAN sus 83 años de vida el pasado 16 de septiembre: derrotado, extraviado y en la incertidumbre porque se siente traicionado por el PRI -el partido que representa todo aquello a lo que Manuel Gómez Morin llamó a combatir en la asamblea fundacional del Frontón México, en septiembre de 1939.
¿Qué pensaría don Manuel si viera al dirigente del partido que fundó, Marko Cortés, implorando porque no se rompa la alianza con el PRI y el PRD?
¿Avalaría la alianza con esos dos partidos “revolucionarios”?; el partido de Estado fundado por Plutarco Elías Calles y convertido en maquinaria corporativa por Lázaro Cárdenas, y el partido fundado por el hijo del general, hoy reducido a una cofradía de Los Chuchos, cuya única razón de ser es la conservación del registro, las prerrogativas y unas cuantas curules en San Lázaro.
En momentos en los que resucitan políticas y estilos del presidencialismo más arcaico, el octogenario PAN ofrece como único proyecto nacional una alianza para combatir al lopezobradorismo, inspirada en el pragmatismo y con magros resultados hasta el momento.
El día que se cumplían 83 años de la fundación del PAN, Marko Cortés atestiguaba en Durango la toma de protesta de Esteban Villegas, el primer gobernador engendrado por esa alianza.
El líder panista lucía sonriente a lado del perredista Jesús Zambrano, pero, eso sí, hizo todo para alejarse del dirigente priista Alejandro Moreno y ni siquiera saludarlo.
El divorcio en Va por México deja al nuevo gobernador duranguense en la orfandad política, y al PAN en una disyuntiva histórica: mantenerse aliado a dos partidos diametralmente opuestos en su programa, su doctrina y su propuesta política, o caminar solos hacia 2024.
Ésa es la cuestión: seguir apostando por el pragmatismo de una alianza que no cuaja más que en la cabeza de Claudio X. González, o persistir en la gomezmoriniana brega de eternidad sin reparar en la inmediatez del resultado electoral.
Han sido cuatro años malos para Acción Nacional desde que Marko Cortés llegó a la presidencia del Comité Ejecutivo Nacional.
En noviembre de 2018, se convirtió en dirigente tras una contienda interna en la que derrotó nada más y nada menos que a Manuel Gómez Morin Martínez del Río.
El nieto del fundador se fue del partido derrotado y refunfuñando por un proceso parcial, inequitativo y antidemocrático, y augurando lo peor para la dirigencia de Marko Cortes.
En uno de los últimos mensajes que escribió en redes sociales antes de borrarse del mapa, Gómez Morin dijo: “Este PAN, hoy así, no le sirve a México”.
Tres años después, Marko Cortés se reeligió como presidente del PAN en una solitaria contienda contra sí mismo, pues los otros dos aspirantes (Adriana Dávila y Gerardo Priego) ni siquiera pudieron inscribirse porque los “padroneros” (caciques locales que controlan los padrones de militantes en municipios y estados) ya habían apartado -para Marko- las firmas requeridas para participar en el proceso interno.
Ese PAN que no le sirve a México, el PAN de Marko Cortés, ha tenido una historia de claroscuros en la que los “padroneros” se han empoderado, los postulados panistas se han diluido y los objetivos electorales se han reducido a los de la alianza que firmó a finales de 2020 con el PRI de Alito y el PRD de Los Chuchos.
Cierto es que la alianza sirvió para arrebatarle a Morena la mayoría calificada en la Cámara de Diputados en las elecciones federales de 2021 y, de hecho, el PAN pasó de 79 a 114 diputaciones entre la LXIV y la LXV Legislaturas.
Además, junto al PRI y el PRD, Acción Nacional le propinó un duro golpe a Morena y Claudia Sheinbaum en la Ciudad de México, al ganarle la mitad de las alcaldías y de los distritos locales y federales.
Sin embargo, en el balance de la dirigencia de Cortés pesa más la pérdida de cinco gubernaturas entre noviembre de 2018 y junio de 2022: Puebla, Baja California, Baja California Sur, Quintana Roo y Tamaulipas.
Pesa más la falta de propuesta y proyecto, la ausencia de liderazgos presentables a la Presidencia en 2024 y la nula respuesta panista a la expectativa de los millones de votantes que ya no soportan a López Obrador.
En ese contexto, el PAN se acerca a su próxima Asamblea Nacional, una cita importante pues en ella se renovarán el Consejo Nacional del partido para el periodo 2022-2025, que será el órgano partidista encargado de definir plataforma, candidaturas y alianzas en los comicios de 2024.
Además, la XXV Asamblea Nacional ordinaria y la XIX Asamblea Nacional extraordinaria han sido convocadas para el 12 y 13 de noviembre en la Ciudad de México, para dictaminar el Programa de Acción Política para México y la reforma a los Estatutos.
La oportunidad es idónea para que el partido de Manuel Gómez Morin evalúe su alianza con los partidos de la Revolución y calibre la conveniencia de mantenerse atado a dos aliados que no le han aportado nada, más que una moratoria constitucional que ya fue traicionada y un bloque de contención que ya ha sido agujereado.
En un México polarizado, donde está en ciernes la conformación de un nuevo partido de Estado, ¿no convendría al PAN volver al origen y apostar otra vez por sí mismos?