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“Siempre me han interesado los lugares limítrofes de la moral”: Aura García-Junco |Video

 Vámonos a 2025 propone Aura García-Junco (Ciudad de México, 1988). Instalados en el futuro la escritora construye una ciudad llena de estatuas y monumentos que aluden a los desparecidos de los últimos años. El paisaje urbano como símbolo de la violencia que atraviesa de norte a sur al país es uno de los resortes de Mar de piedra (Seix Barral).

En medio de las esculturas, “Sofía” se encuentra con alguien de su pasado y a partir de ahí discurre una historia que sin concesiones plantea el impacto de las desapariciones forzadas en una sociedad como la mexicana y los riesgos que implican caer en el pasmo, el egoísmo y la indiferencia.

Me parece que el origen de Mar de piedra es la observación, ¿es así?

Cuando la empecé no tenía idea de hacia dónde iba. Inició como muchas otras cosas que escribo, por algo muy intuitivo, un post de Facebook acerca de los mapas polinices y la navegación en el Pacífico. Eso me llevó a decidirme por escribir un libro que tuviera como centro la idea de las islas y de las personas como islas que no se comunican. Además, tenía la preocupación por la violencia en la que habitamos.

En la novela el espacio urbano es importante, ¿su lenguaje se ha incorporado al debate sobre la equidad de género?

Sí hay un reflejo de cómo en la cotidianidad de la ciudad está la violencia. La novela se cuece un poco lento en el sentido de que no empieza con situación super violenta, hay una relación entre una maestra y una alumna, cosa que siempre tendrá muchas objeciones éticas de por medio. Esa es la puerta de entrada para que descubramos las consecuencias de la desaparición de una persona en la psique de alguien quien la quiso. A través de metáforas reflejo el proceso mental de la protagonista.

En tus libros hay un interés por trasgredir la moral, ¿por qué?

Siempre me han interesado estos lugares limítrofes de la moral, en los que hay un montón de cosas que son super objetables y que podemos ver mal, a la vez que quería contrastarlas para formar áreas grises. Entre la maestra y la alumna hay una gran diferencia de edad, y sí, muestro tanto sus momentos felices como aquellos episodios donde la relación jerárquica tiene consecuencias.  Me gusta este tornasol y la capacidad de la literatura de indagar en las áreas grises y en los lugares oscuros que solemos bloquear.

¿Al escribir novela te dejas llevar por el personaje o por tus ideas?

Mi proceso suele ser muy intuitivo de inicio, esta novela me tomó seis años. Los personajes de “Sofía” y “Ana” fueron construidos desde la intuición. Con “Luciano” fue diferente, lo tuve que reescribir un montón de veces y por lo tanto entró una parte más racional. Es una mezcla de ambas cosas, evidentemente sí hay ideas detrás de los personajes, no solamente vibraciones cósmicas. Sí hay también, una construcción de personajes con ideas deliberadas, pero no quería que fueran arquetipos de nada en particular, sino solamente que vivieran situaciones con las que quizás podemos relacionarnos porque tienen cosas en común con la generalidad.

Incluso hay ideas que se asemejan a tu ensayo El día que aprendí que no sé amar.

Son libros que escribí de manera simultánea. Cuando empecé a escribir Mar de piedra, mi idea original era hablar de personas que son como islas y que viven existencias muy solitarias. Sus propias historias les impiden relacionarse con le otre, eso tiene mucho que ver con los temas que toco en El día que aprendí que no sé amar. No obstante, intenté que fueran libros muy diferentes.

¿Por qué diste tanta importancia a la metáfora y al simbolismo en Mar de piedra?

Me costó mucho conseguir que fuera una novela coherente y cohesionada. Las estatuas son un símbolo imponente porque están y no están ahí. Los personajes están petrificados como también lo está la gente a su alrededor. Me parecieron una buena metáfora para hablar de una desaparición. Las estatuas que presento en la novela llenan el Centro de la Ciudad de México. Me parece que el simbolismo es tan fuerte que de alguna manera crea la fuerza gravitacional que lleva a los personajes a unirse.

¿Crees que ante la violencia somos un país pasmado?

Una gran mayoría de la gente está insensibilizada porque llevamos tantos años viviendo en una situación tan violenta, que todo se vuelve una especie de nota roja constante. Esto nos hace vivir en esta necesidad de evasión, porque si no el mundo es invivible e inhabitable. Si te pones a ver todo lo que está mal a tu alrededor, la existencia se vuelve algo terrible, te puedes olvidar de los lugares de dulzura y amor, que sí tiene el mundo de cualquier manera. No creo que estemos en un pasmo, creo que estamos en una situación que pone a prueba todas nuestras habilidades emocionales para sobrellevarla.

Como autora, ¿qué tanto se movieron tus ideas originales durante el proceso de Mar de piedra?

Muchísimo. Durante el proceso me pasó de todo, también porque ideológicamente es una época en la que estamos discutiendo muchas cosas. Mi idea del feminismo ha cambiado y eso se nota en la forma en que terminaron construyendo los personajes. Así como cambió el contexto, cambié yo. Los libros son un reflejo de quienes somos en cierto momento de la vida.

En términos de feminismo, ¿hacia dónde te moviste? 

Me moví de no tener nada muy claro, a tener claras algunas cosas. El feminismo que me interesa es inclusivo, transinclusivo. Le interesa dialogar con los hombres por hablar binariamente. Es un feminismo que apela a una reconstrucción social más amplia y no solamente a esa primera etapa que era un poco más reactiva, que era muy necesaria, pero que ahora veo como un escalón para llegar a otra cosa, a un diálogo más profundo para poder empezar a regenerar los tejidos que se han deteriorado o que nunca han estado del todo armónicos.

¿Crees que tu literatura es feminista? 

Soy feminista y algo de eso habrá en mis libros, pero siempre intento complejizar, y creo que eso tiene que ver con el feminismo que me interesa. Lo que más me importa es que los personajes sean profundos, bien construidos. La visión de género no me la puedo arrancar ni cuando escribo, pero sí intento que haya una complejidad muy amplia dentro en mi trabajo. Si veo a los personajes desde afuera pienso que no actúan de manera nada ética, y justo por eso me gustan. ¿En la vida quién actúa 100 por ciento éticamente: nadie? Tendrías que ser un robot o no convivir con ninguna persona para lograrlo.

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