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Reino Unido: nuevo primer ministro, mismo conservadurismo | Artículo

El arribo de Rishi Sunak a la posición de Primer Ministro ha sido ampliamente presentada como evidencia de que, tras más de seis años de caos y malas decisiones, el Partido Conservador de Reino Unido ha salido de su oscurantismo.

Uno de los principales elementos que soportan esta narrativa triunfalista es el hecho de que el actual Primer Ministro reemplaza a su correligionaria Liz Truss, quien hace un par de meses llegó al cargo apoyada por el ala populista de su partido.

Algunas personas han interpretado la renuncia obligada de Truss y el ascenso de Sunak como un signo de la recuperación del Partido Conservador a manos de los centristas y, en consecuencia, como un paso del gobierno británico hacia el centro.

La narrativa triunfalista también suele respaldarse apelando a las cualidades personales del nuevo Primer Ministro. Sunak es un hombre de origen indio y un hindú practicante (su juramento como miembro del parlamento lo hizo sobre el Bhagavad-gītā, un texto sagrado para los hindúes).

El hecho de que el partido que promovió la salida de Reino Unido de la Unión Europea alegando cerrar el paso a inmigrantes esté, seis años después, encumbrando a un descendiente directo de éstos puede ser leído como una señal de constricción y apertura. Ciertamente un escenario de esta naturaleza sería impensable dentro del ala trumpista del Partido Republicano en Estados Unidos.

También ayuda a la narrativa triunfalista el hecho de que Rishi Sunak es una persona articulada, claramente inteligente y surgida de los círculos financieros que adoran los mercados.

Estas cualidades contrastan con la chambonería, parlanchinería y melomanía de Boris Johnson, y también con la ineptitud y la carga ideológica que caracterizaron a Liz Truss –los dos anteriores exprimeros ministros–.

La idea es que Reino Unido y el Partido Conservador tienen, por fin, a una persona seria y competente que los llevarán a salir de sus crisis económica y electoral respectivamente.

Los tres elementos mencionados tienen bases reales. Sin embargo, existen razones de peso para poner en duda la conclusión triunfalista que se ha pretendido derivar de estos hechos.

Por principio de cuentas, Sunak ha integrado a su gabinete a algunas de las personas más radicales del ala populista de su partido.

Ejemplo de ello es el caso de Suella Braverman, una ferviente defensora de medidas drásticas para reducir la inmigración ilegal y legal a Reino Unido. Braverman ha planteado que su sueño es ver las primeras planas de periódicos tapizadas de notas sobre la deportación de migrantes en aviones rumbo a Ruanda.

Suella Braverman

Sus ideas antiinmigrantes no sólo son aberrantes, también son insostenibles. Y es que Reino Unido necesita inmigración para crecer económicamente.

Ambos factores, aberración e insostenibilidad, fueron claves en el desencuentro que llevó a la expulsión de Braverman del puesto de ministra de interior en el gabinete de Liz Truss. El tiro de gracia ocurrió cuando se reveló que envió información confidencial a través de su cuenta personal a un aliado ultraconservador anti-inmigrante en el Parlamento.

A pesar de todo lo anterior, Sunak decidió reinstalarla en el mismo puesto. Y se antoja complicado que esto haya ocurrido sin una negociación de por medio que incluya dar manga ancha a la xenofobia promovida por el grupo que respalda a esa ministra.

Lo mismo parece ser el caso en otras carteras cedidas por el nuevo Primer Ministro a sectores ultraconservadores o populistas. El retrogradismo está claramente vivo y coleando dentro del Partido Conservador y dentro del gobierno británico.

Esto no es todo. Las concesiones a estos grupos se deben, en buena medida, a que Rishi Sunak no cuenta con el respaldo suficiente dentro de su partido.

Para ver por qué esto es crucial, es necesario considerar que el proceso de elección del líder del Partido Conservador normalmente implica dos pasos.

Primero, los Conservadores miembros del parlamento eligen a dos candidatos. Luego, las personas elegidas compiten en una elección interna en la que votan los individuos que son miembros activos de ese partido.

Para efectos de este análisis, dos cosas son importantes.

La primera es que en la elección de hace dos meses –aquella que, tras la renuncia de Boris Johsnon llevó a Liz Truss a ser Primera Ministra– Sunak tuvo 137 votos de los 358 parlamentarios conservadores disponibles. Se estima que desde entonces no ha mejorado gran cosa su apoyo entre los miembros del parlamento de su partido.

La segunda es que en la fase de la elección de agosto que implicó el voto de la base de militantes del Partido Conservador, Truss aplastó a Sunak. En esta nueva ocasión dado que sólo Sunak obtuvo más de cien votos entre los parlamentarios –la cantidad necesaria para pasar a la segunda parte del proceso–, no hubo elección entre la militancia.

Lo anterior significa que Sunak no sólo no cuenta con la legitimidad de haber ganado en una elección abierta a sus rivales de otros partidos o con las credenciales de haber derrotado a un rival de su partido en una elección interna; ni siquiera cuenta con el respaldo total de la mayoría de los parlamentarios de su partido.

Las fuerzas anti-inmigración y los grupos no-centristas siguen entonces vivos y fuertes dentro del Partido Conservador Británico.

Pero nos queda por revisar la idea de que el hecho de que Sunak sea una persona articulada, inteligente y aceptada por los mercados financieros puede ser suficiente para revertir las crisis de su país y de su partido.

En el caso de su país, esto se antoja sumamente complicado. Aunque es pronto para saber a ciencia cierta cuáles serán las políticas económicas que el nuevo Primer Ministro terminará implementando, se anticipa que enfrentará a la crisis con una dosis fuerte de austeridad y recortes.

Esta medida ha sido un fracaso probado en Reino Unido y donde se haya implementado. Sin embargo, fascina a los mercados, pues permite que las tasas de interés se mantengan bajas y beneficia a los sueños del capital.

En palabras del economista progresista griego Yanis Varoufakis la austeridad “es una forma cínica de trasladar tanto dolor como sea posible de los propietarios a los no propietarios” (The New Statesman, 27/10/2022). Es difícil pensar que la economía y el nivel de vida de la población podrán recuperarse repitiéndoles la receta que los ha atragantado durante doce años de gobiernos Conservadores –la breve excepción en este sentido fue Johnson–.

Lo peor es que los efectos de las políticas de los Conservadores ahora agravarán por las consecuencias de Brexit (una decisión populista y suicida que tuvo en el propio Sunak a uno de sus más fervientes promotores y defensores).

Y dentro del gobierno del nuevo Primer Ministro no se ve de dónde pueda salir la innovación necesaria para hacer frente a este escenario. De los 29 ministros que le componen, 24 han ocupado antes posiciones ministeriales. Y de estos, 15 han ocupado exactamente la misma posición que ocupan ahora.

Si la idea de que Sunak podrá revertir el declive económico de su país es complicada, la idea de que puede salvar electoralmente a su partido es casi imposible.

El nuevo Primer Ministro y líder del Partido Conservador recibe a su partido entre 25 y 30 puntos abajo en las encuestas. Aunque faltan dos años para las próximas elecciones generales, nunca desde 1945 un partido ha podido remontar una desventaja semejante.

A ello hay que agregar que Sunak está navegando sobre un partido dividido, confrontado y desarticulado. Aunque hubo cierta unión para apoyar al nuevo Primer Ministro una vez que llegó al puesto, las fricciones no están resueltas y cualquier fisura puede hacerlas visibles nuevamente.

Rishi Sunak reemplaza a una Primera Ministra que contaba con el apoyo del ala más retrógrada de su partido, es un hombre indio e hindú practicante y es conocido por su inteligencia, discurso articulado y apego a los principios de los mercados.

Pero aquí he argumentado que estos elementos no son suficientes para respaldar la narrativa triunfalista que celebre el fin de la época oscura del conservadurismo británico. Las fuerzas anti-inmigración, los grupos no-centristas y las posiciones que han puesto a Reino Unido y al Partido Conservador en serias dificultades siguen todas vivas y fuertes.

La buena noticia para Reino Unido es que, tras doce años en el poder, dentro de dos años ese partido cederá el control del Parlamento y del gobierno al izquierdista Partido Laborista.

La mala es que está por verse cuánto será el margen de maniobra que le dejarán a su reemplazo.

Associate Lecturer en Filosofía en la Universidad de St.Andrews
Twitter: @asalgadoborge

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