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“Konrad, el niño que salió de una lata de conservas”

CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).–¿Cómo ser perfecto en un mundo imperfecto? Imposible. ¿Cómo ser tolerante, cómo aceptar la diferencia?, ¿cómo romper con los roles de género y reivindicar la diversidad?, son preguntas que se respiran en la obra Konrad, el niño que salió de una lata de conservas, y muestran un abanico de posibilidades.

La obra está dirigida a jóvenes audiencias, pero en realidad es una pieza familiar que le habla a chicos y grandes. Los espectadores pueden identificarse con uno y otro personaje, y desde ahí cuestionar sus comportamientos y encontrar otras formas de relacionarse.

Konrad, el niño que salió de una lata de conservas es un cuento de la escritora austriaca Christine Nöstlinger, adaptado acertadamente al teatro y a nuestro México por Paulina Barros Reyes Retana, y dirigido por Andrea Salmerón Sanginés. Es una obra brillante con un gran equipo creativo y actoral que divierte e instruye con parámetros no convencionales.

A una mujer que teje tapetes y tapices, y vive la vida a su modo —por lo que algunos la consideran rara—, le llega un niño enlatado, fabricado para ser perfecto. Ella no sabe qué hacer, pues no está entrenada para ser mamá, pero esa posibilidad le abre nuevos retos a los que se lanza con entusiasmo y le generan problemas. Tiene un novio, un farmacéutico rígido que quiere fungir como padre, y una vecina ruidosa que le ayuda a Konrad en la escuela a hacer travesuras y a romper con su acondicionamiento.

La propuesta visual de Konrad, el niño que salió de una lata de conservas es colorida y asimétrica. La escenografía de Tania Rodríguez aprovecha la actividad de la mujer para construir un espacio escénico con telares a manera de muros y jugar con los límites de las puertas y las paredes de una manera distorsionada. El resultado es un espacio escénico atractivo, con una luz que da amplitud y subraya la presencia de los objetos y los personajes. El vestuario de Jerildy Bosch, quien obtuvo el Premio Metro 2019 en diseño de vestuario por esta obra, fue concebido con colores primarios luminosos y de una originalidad que hace disfrutar cada prenda que aparece. Son divertidos y no se ajustan a los esquemas clásicos de vestimenta.

La propuesta visual y narrativa se complementa con las proyecciones de animación de Angie Santa María, quien con unas caricaturas simpáticas nos muestra lo que sucede fuera del departamento de la tejedora, concluyendo siempre con la manija de la puerta que está a punto de abrirse para entrar al departamento.

La dirección de Andrea Salmerón Sanginés es certera y dinámica. No hay momentos muertos y logra conjuntar los distintos elementos teatrales para mantener atenta a la audiencia e invitar a abrir la mente y el corazón.

Olga González, Meraqui Pradis, Pedro Mira, Camila Torres-Cantú, Valeria Fabbri, Silvestre Villarruel y Sergio Bátiz son los actores que participan en la obra con gran fuerza y proyección. Son personajes empáticos o que evolucionan hacia la empatía, lo cual es un logro tanto del texto como de la actoralidad. Con la asesoría de Jesús Díaz, la interpretación tiene el condimento del clown que, aunado a la música original de Silvestre Villarruel, da un espíritu chispeante a la propuesta.

Konrad, el niño que salió de una lata de conservas se presenta en el Teatro Julio Castillo del Centro Cultural del Bosque. La obra invita a dejar la rigidez de los estereotipos de género, a abrir la imaginación para otras formas de ser familia y a considerar que con la aceptación de la diferencia el mundo será más amable tanto para los niños como para los adultos.

Crítica publicada el 5 de febrero en la edición 2414 de la revista Proceso, cuya edición digital puede adquirir en este enlace.

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