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Finlandia en la OTAN o la pesadilla de Putin hecha realidad

El ingreso de Finlandia a la Alianza Atlántica, formalizada el 3 de abril, materializa la pesadilla de Vladimir Putin: tener más frontera con la OTAN. Uno de los escenarios que el mandatario ruso quiso evitar, de ahí su invasión a Ucrania, ya está aquí. Más aún: el Kremlin no ha logrado atraer amistosamente a su órbita a ningún vecino desde el final de la Guerra Fría. Con este ingreso (y posiblemente el de Suecia en breve) la geopolítica y el orden mundial se reajustan… en favor de los aliados de Washington.

Madrid (Proceso).- Desde el lunes 3 la bandera de Finlandia, miembro 31, ondea en la sede de la Alianza Atlántica (OTAN) en Bruselas. El ingreso de esta nación –y, salvo sorpresa, el de Suecia– marcará un profundo cambio geopolítico en la región y un tirante reajuste en el orden mundial con el trasfondo de la guerra en Ucrania.

Se hizo realidad la peor pesadilla de Moscú: tener a sus puertas un nuevo territorio de la OTAN. No es asunto menor si se considera que los mil 340 kilómetros de frontera de Rusia con Finlandia duplican los mil 200 kilómetros que ya compartía con otros países de la alianza (Noruega, Letonia, Lituania, Estonia y Polonia).

Se cumple así la predicción que lanzó Jens Stoltenberg, secretario general de la OTAN en la Cumbre de Madrid, sobre que “Putin quería menos OTAN en sus fronteras y ahora tiene más”.

La invasión rusa a Ucrania fue el detonante por el que ambos países nórdicos solicitaron su ingreso a la OTAN, abandonando su histórica neutralidad. “Para Helsinki y Estocolmo este paso es una respuesta a su principal amenaza de seguridad: Moscú”, escribió Jesús Núñez, codirector del Instituto sobre Estudio de Conflictos y Acción Humanitaria, en un artículo publicado en El País en mayo pasado, cuando ambos países solicitaron integrarse al bloque atlántico.

Y añadía que abandonar “su histórico no alineamiento es la prueba más clara del temor que inspira una Rusia que no ha logrado atraer amistosamente a su órbita a ningún vecino desde el final de la Guerra Fría”.

Desde antes de la invasión a Ucrania, Moscú demandaba un compromiso de la OTAN y de Estados Unidos para que la Alianza Atlántica no se expandiera hacia lo que considera su zona de influencia en Europa del Este y en Asia Central, en especial tras la invitación a Ucrania y Georgia para incorporarse al bloque atlántico.

Mariano Aguirre, analista de asuntos internacionales, sostiene que a poco más de un año del inicio del conflicto armado “este resultado ha sido un mal negocio para Putin. La guerra en Ucrania ha tenido muchos efectos deseados y muchos indeseados y, sin duda, el ingreso de Finlandia al bloque atlántico es un efecto indeseado para Moscú. Un desastre”.

En entrevista, el autor del libro Guerra Fría 2.0. Claves para entender la nueva política internacional (Icaria editorial, 2023) sostiene que el ingreso de Finlandia a la Alianza Atlántica cambia el teatro geopolítico en la región, y efectivamente, “reconfirma lo que para Putin era su pesadilla en la invasión a Ucrania, pero él hizo que esa pesadilla no sólo se consumara, sino que su materialización fuera más allá”.

Explica que a Moscú le preocupaba que aunque Ucrania no es miembro de la Unión Europea ni de la OTAN, Kiev fuera avanzando “en alcanzar acuerdos militares muy fuertes y asesoría extranjera que la iban acercando a la esfera de defensa occidental”.

Reacomodo geoestratégico

Con la intervención militar, el presidente ruso aspiraba a convertir a Ucrania en un país neutral, que mantuviera a distancia prudente a los países de la OTAN de sus fronteras; un papel para Kiev en la nueva Europa de Putin que iba a ser muy similar a la Finlandia en la vieja Guerra Fría, con una neutralidad tutelada por Moscú, lo que se ha dado por llamar finlandización.

Pero lo que no esperaba es que los países nórdicos (Finlandia y Suecia), de la mano, anunciaran su deseo de incorporarse a la OTAN, sumándose así a sus vecinos: Noruega, Dinamarca e Islandia, creando un poderoso bloque en el Mar Báltico y en el Ártico.

“Esto es un cambio geopolítico muy importante y, literalmente, es el campo donde la geografía se cruza con la política y se plasma en el terreno militar”, explica; el resultado imprevisto de esta guerra “es un desastre geoestratégico para Rusia”.

Con este movimiento en el tablero internacional, “Finlandia consigue dos cosas al entrar a OTAN: se asegura que no va a ser invadida por Rusia”, porque ello provocaría una reacción de sus nuevos aliados. “Y al ir de la mano con Suecia, consolida una OTAN ampliada y extendida que cubre prácticamente todo el frente del centro de Europa y hasta la frontera nórdica con Rusia”, sostiene el experto.

Prosigue: “Es importante destacar que en este escenario geopolítico, Rusia tiene frente a sí a tres países bálticos duramente antirrusos y una Finlandia integrada a la OTAN, lo que acentúa yo diría la paranoia rusa de que le están cercando y cerrando las puertas”.

“Si vemos un mapa del Báltico, ofrece un acceso importante para Finlandia, pero también a Estonia, Lituania y Letonia, países que han sido muy duros y beligerantes presionando a la OTAN y a Estados Unidos en la exigencia de armamento y la imposición de sanciones a Rusia, porque para ellos esto puede marcar un camino parecido al que ya se vivió en Finlandia. En su juego por querer recuperar sus áreas de influencia, Rusia sólo ha conseguido tener como aliado a Bielorrusia, con la que firmó un acuerdo para instalar armamento nuclear, con el presidente autoritario como es Aleksandr Lukashenko”.

Putin. Malos cálculos. Foto: AP / Mikhail Klimentyev

De hecho, en cuanto Finlandia formalizó su solicitud de ingreso a la OTAN, se pusieron en marcha iniciativas como integrar las fuerzas armadas finlandesas con países vecinos. En agosto de 2022 se anunció que Finlandia y Estonia firmaron un acuerdo para integrar sus fuerzas de defensa costera y cerrar el golfo de Finlandia en el Báltico, lo que cambiaría los equilibrios e impediría la salida de buques rusos desde San Petersburgo. También provocaría un bloqueo para Kaliningrado, situada en un enclave en la desembocadura del rio Pregel, comunicado con el Báltico por el estrecho de Baltiysk.

El 24 de febrero pasado, Noruega, Suecia, Dinamarca y Finlandia anunciaron el establecimiento de una red de defensa aérea coordinada. El propósito es poder operar como una sola fuerza aérea dentro del marco de la OTAN, con formación y ejercicios militares conjuntos para la vigilancia del espacio aéreo conjunto y la región del Ártico, lo que dificultaría la vieja práctica rusa de pasear sus submarinos por el litoral sueco, o la invasión del espacio aéreo sueco y noruego.

Aunque Putin ha advertido que no tiene con Finlandia o Suecia disputas territoriales como con Ucrania, advirtió que si la OTAN despliega tropas o infraestructura militar en la zona “nos veremos obligados a responder de la misma manera y crear las mismas amenazas para los territorios desde los cuales se crean las amenazas hacia nosotros”.

En un discurso en la televisión pública, el ministro de Defensa ruso anunció la creación de 12 unidades militares en su frontera occidental como respuesta a la entrada a la OTAN de Finlandia y Suecia. Serguéi Shoigú destacó que recibirán armas y equipamiento militar en esa región. Y advirtió que el ingreso de Finlandia y Suecia a la Alianza Atlántica, supone que “continúa aumentando la tensión en la zona de responsabilidad del distrito militar occidental. Estamos tomando las contramedidas adecuadas”.

En declaraciones para el periódico La Razón, el experto Neil Winn, profesor en temas internacionales de la Universidad de Leeds, señaló que “la adhesión de Finlandia podría incitar a Moscú a desplegar armas nucleares en Kaliningrado”, aunque destacó que “un riesgo más realista es el de los ciberataques rusos, las campañas de desinformación y las violaciones ocasionales del espacio aéreo”.

De acuerdo al Global Fire Power de 2023 (clasificación de las naciones del mundo según la potencia de fuego disponible, que evalúa 60 factores individuales, desde cantidad de unidades militares, posición financiera, logística y geografía, entre otros), Finlandia ocupó el puesto 51 de 145 países considerados en su revisión anual.

El ejército finlandés lo forman 61 mil efectivos y 276 personas movilizadas, aunque el término global incluye el servicio militar, que es obligatorio desde 1922. En los hechos, casi un tercio de la población adulta del país, alrededor de 900 mil personas hasta los 60 años, son reservistas. Para ser un país de 5.5 millones de habitantes, tiene uno de los ejércitos más grandes en relación con su tamaño en Europa.

La doctrina militar finlandesa es de defensa total, lo que implica que todos los departamentos del gobierno y todos los sectores de la sociedad están involucrados en la defensa del país.

“Nos aseguramos que todos los sectores del país sepan qué hacer: la toma de decisiones políticas, el papel de los bancos, de la Iglesia, la industria, de los medios de comunicación”, explicó Janne Kuusela, director general de política de defensa en el Ministerio de Defensa, al periódico británico Financial Times. “El resultado final es que puedes poner a toda la sociedad en modo de crisis si es necesario”, dijo.

Relaciones históricamente complicadas

El movimiento estratégico que hizo Finlandia al ingresar a la OTAN, explica Mariano Aguirre, exdirector del Centro Noruego para la Resolución de Conflictos, tiene que verse con una perspectiva histórica, para comprenderlo.

“Finlandia siempre ha mantenido relaciones muy complicadas con su vecino en el periodo de la Unión Soviética y después con la Rusia de Putin. A esto se suma el hecho de que desde la perspectiva de Moscú diversos países, como Ucrania, han sido considerados zona de influencia rusa; por ello ha reclamado, después de la Guerra Fría, por considerar que Estados Unidos y los aliados de la OTAN no han respetado la perspectiva de seguridad de Rusia y que la ampliación de la Alianza ha sido una forma de hacerles un cerco”.

En el caso de Finlandia estas relaciones complejas “se tradujeron en dos guerras, entre 1939 y 1940 tuvo lugar la Guerra de Invierno, y luego de 1941 a 1944 la llamada Guerra de Continuación. En las dos, Rusia perdió en el campo militar pero obtuvo grandes porciones de territorio finlandés, porque Finlandia cedió entre las dos guerras aproximadamente 11% de su territorio para alcanzar la paz”, explica. El especialista se refiere a la cesión de las islas del golfo de Finlandia, el istmo de Karelia, la mayor extensión de la provincia Viipuri, la zona de Salla, la Península Ribachi y un arrendamiento por 30 años de la península de Hanko.

Aguirre explica que la Guerra de Continuación, Finlandia la libró como aliada de la Alemania nazi. “Por eso Putin utiliza como justificación cuando acusa a Ucrania de estar tomada por políticos y grupos nazis, porque en su historia Finlandia había osado enfrentarse a la Unión Soviética aliado con la Alemania nazi, una guerra que produjo la muerte a millones de soviéticos”.

A eso se suma la posición de “neutralidad parcial” que Finlandia mantuvo durante la Guerra Fría, porque “esa neutralidad finlandesa era una neutralidad muy controlada por la Unión Soviética, con un tutelaje en la política, la economía y en la vida social. No era un país ocupado por la Unión Soviética, y no formaba parte del Pacto de Varsovia; sin embargo, los pasos que diera en su relación con Occidente eran férreamente vigilados por los soviéticos”.

Esto marcó mucho la vida de la sociedad finlandesa, viviendo en un doble juego, teóricamente libre y neutral pero controlada por los soviéticos, y esto dice mucho de la traumática historia de haber mantenido esa relación espuria con la Alemania nazi, haber perdido territorio, haber estado en medio de Moscú y de Occidente.

Sin embargo, con la invasión rusa a Ucrania en 2022, Finlandia ha cambiado su perspectiva, “es una sociedad que rompe ese control, un cambio sociológico paulatino a lo largo de mucho tiempo en el que se va modificando su concepto de identidad nacional”, y ahora se vuelve un hecho demasiado peligroso mantener una neutralidad, y se mueven bajo la lógica de “si hoy invaden Ucrania, mañana nos puede invadir a nosotros”, explica.

“Es fácil imaginar que la entrada de Rusia en Crimea, en 2014, para los finlandeses hayan supuesto campanadas de alerta muy grandes, hay que situarse en la mentalidad de ellos con los traumas bélicos del pasado y con el cambio sociológico que ha vivido el país”, explica al preguntarle sobre la preparación militar que ha construido el país.

Por ello, el apoyo a la primera ministra Sanna Marin para iniciar el proceso de ingreso a la OTAN fue mayoritario. Además, de forma muy estratégica el anuncio lo hicieron Marin junto con la primera ministra sueca, Magdalena Andersson. “Es una alianza para darle más fuerza al anunciar entramos juntos, aunque cada país tenga su propia historia frente a Rusia”. 

Europa-Rusia: ¿qué viene?

El 1 de marzo pasado Finlandia comenzó a construir un muro de 200 kilómetros en algunos tramos de su frontera con Rusia, a fin de aumentar la seguridad fronteriza, para evitar el ingreso masivo de migrantes rusos, según informó el gobierno finlandés.

Explicó que muchos son ciudadanos rusos que cruzan para escapar del servicio militar obligatorio (por el que se verían obligados a luchar en Ucrania).

Para Mariano Aguirre esto tiene que ver con “un fantasma que ronda en Europa”, que es enfrentar una migración masiva. Europa ha ido cerrando todas sus puertas al sur y al este. Pero para el especialista esto abre un nuevo capítulo: “¿Cómo se va a relacionar Europa con Rusia en la posguerra ucraniana?”.

“En el libro ya abordo estos temas, porque para mí la construcción de este muro finlandés de 200 kilómetros es el símbolo de este tema, de esa migración rusa y de lo que vendrá en la relación europea con Rusia.

“Hay analistas y periodistas que se están preguntando qué va a pasar si Rusia colapsa. Yo no hablaría de un colapso, pero sí de una espiral de crisis, cuando es un país que vive una crisis estructural y por los efectos y consecuencias que dejará una guerra, eso implicará que mucha gente va a migrar de Rusia. ¿A dónde van a ir? Hasta ahora Finlandia era su alternativa, pero ahora se puede cerrar; y desde el punto de vista ético y jurídico, ¿Europa va a castigar a los ciudadanos rusos por lo que ha hecho el gobierno ruso? Es un tema importante que hay que ir debatiendo”, concluye.

Reportaje publicado en el número 2424 de la edición impresa de Proceso, en circulación desde el 16 de abril de 2023. 

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