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“Es importante seguir hablando de lo que pasa en Centroamérica”: Jorge Galán |Video

A Jorge Galán (1973) tanto la poesía como la narrativa se le dan por igual. La primera llega de manera más inmediata, mientras que la segunda tiene un proceso distinto y casi obsesivo.

Ganador de los premios Adonáis de Poesía y del Ciudad y Naturaleza José Emilio Pacheco, que entrega la FIL de Guadalajara, el autor salvadoreño reconoce que pese a su interés por la narrativa juvenil, la realidad centroamericana se mantiene en su literatura.

Autor de la trilogía El país de la niebla, publicada por Océano Travesía, Jorge Galán reconoce que pese al tiempo y experiencia, no existe una fórmula para llegarle a los jóvenes y por el contrario, siempre se necesita estar dispuesto a aprender.

¿Qué tan orgánico es para ti el ir y venir de la poesía a la narrativa?

Es bastante natural, pero los mecanismos son bastante diferentes. Una novela nace con una idea o personaje y lo estructuro. Construyo la historia poco a poco y para escribir hago una programación diaria. En cambio, un poema llega, sé cuál es el tema que desarrollo y hay una reflexión al respecto, pero no me programo. Es una sensación, una cosa extraña para mí, de pronto el poema está ahí y sale.

¿Cómo te programas cuando escribes ficción?

Me ayuda mucho elaborar toda la estructura y trama. Cuando escribo una novela es de lunes a domingo, a veces me sucede que me obsesiono un poco y paso días enteros escribiendo, pero considero que eso no está bien porque me saturo. Me ha pasado terminar un día con la cabeza hecha pedazos, lo mejor es cuando la cosa fluye día con día.

¿Se vale saturarse de la literatura?

De la literatura no. Me sucede cuando me obsesiono con una historia y en vez de escribir cuatro o cinco horas lo hago desde las 6:00 de la mañana hasta las 10:00 de la noche. Con las dos últimas novelas me pasó y no lo llevé nada bien.

Hay alguna especie de compulsión en la trilogía de El país de la niebla, ¿no?

La idea original de la trilogía la tengo desde hace mucho tiempo. Antes escribí poemas y novelas con enfoque más social, pero quería volver a mis orígenes por eso me decidí a escribirla. Es un proyecto especial porque ha estado conmigo mucho tiempo. Cuando estaba acabando esta novela me partía el corazón, porque sentía que se acababa la vida de los personajes y me dio nostalgia, al final son personas con quien convives y pasas mucho tiempo.

 ¿Esta nostalgia será porque de alguna manera te conectaste con el Jorge Galán joven?

Puede ser. Había una magia en la juventud que me llevaba a querer vivirlo todo y otra magia en la niñez que me hacía desear aventuras. Cuando leí El Hobbit y quería escribir como Tolkien. Recuperar ese tipo de emociones me ha ayudó para esta trilogía. Atrás de la casa donde vivo está la Cordillera del Bálsamo y a veces me iba ahí a trabajar, a una banca o mesa de cemento. Alguna vez entré en miedo, cuando estaba en medio de la montaña y los árboles. Me gustaba esa sensación porque me sentía parte de la aventura.

Mencionas a Tolkien, ¿cómo crear un universo propio en un territorio como Centroamérica con las condiciones políticas y sociales que hay? 

Uno puede escribir de lo que sea. Hay un autor que se llama Salarrué, durante los años veinte y treinta escribió sobre mundos fantásticos, actualmente la escritora joven Roxana Méndez escribe sobre sus propios mundos fantásticos y maravillosos. He escrito novelas sobre la realidad salvadoreña, pero no está mal abrir una puerta y entrar a un mundo en el que uno puedo imaginar absolutamente lo que sea y contar una historia. El país de la niebla es una historia que cuenta la violencia y algo sabemos en México y Centroamérica. Los escenarios pueden ser fantásticos, pero los sentimientos siguen estando ahí. Cuando confeccionaba la novela el Valle de las Nieblas me recordaba un poco San Salvador que, entonces era uno de los lugares más peligrosos del mundo.

¿Cómo conectar ahora con los jóvenes, hay fórmulas o secretos?

Creo que competimos contra muchas cosas, pero al final no hay una fórmula para conectar, Ayuda la técnica, si escribes algo dinámico con capítulos no tan extensos vas por buen camino. No basta con los recuerdos, el joven de ahora es distinto, no digo peor o mejor porque ha crecido en un mundo diferente. Cuando presentamos La ruta de las abejas todas las presentaciones eran con montones de jóvenes, yo venía de la experiencia de publicar la novela Noviembre que hablaba de asesinatos en la Guerra Civil salvadoreña. Me impactaron sus comentarios sobre ciertos personajes y lo que esperaban de ellos. Uno está en la obligación de aprender a través de su público.

Cada vez hay más sagas como las tuyas dirigidas a jóvenes, pero escritas por autores latinoamericanos.

Sí y hay muchas editoriales interesadas en publicar este tipo de libros. Uno se la pasa bien escribiendo estas cosas, es un trabajo fuerte y duro, pero la pasas bien si te gusta genuinamente el género o la ciencia ficción.

En relación con momento que pasa Centroamérica, ¿cómo percibes la literatura de la región?

Ahora hay una vuelta al pasado. Lo vemos en Nicaragua y en El Salvador todavía está por verse. Honduras sigue con su problema de peligrosidad. El problema que nos junta a todos es la migración que se ha mantenido por muchísimas décadas y cuyos motivos cambian continuamente. Creo que es importante seguir hablando de estos temas, más allá de que si a uno le interesa la fantasía; es importante ser un cronista de la realidad, en los poemas me pasa, no puedo alejarme de la realidad y dejar de contar lo que sucede.

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