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“El mayor poder de la ciencia es ayudarnos a encontrar nuestro lugar en el Universo”: Javier Santaolalla |Video

Javier Santaolalla (1982) llegó a la ciencia tarde, ya entrados los veintes, recuerda. Hoy es licenciado en Física con un doctorado en Física Fundamental, y no solo eso. Además, es uno de los divulgadores de ciencia más seguidos por los jóvenes de habla hispana.

Las vistas de sus videos se cuentan por cientos de miles y es autor de libros como El bosón de Higgs no te va a hacer la cama y el recién publicado ¿Qué hace un bosón como tú en un Big Bang como este? (Océano).

Convencido de que actualmente la ciencia vive una época dorada, el español disfruta siendo un puente entre los investigadores y el público en general. Sabe que hoy la tecnología brinda herramientas nunca antes vistas que facilitan un trabajo como el suyo.

¿Cómo decides qué tipo de libro harás?

Parto de la premisa que quiero que llegue al mayor número de personas posible. Digamos que parto de tres elementos: algo que me apasione y me guste, donde me sienta cómodo escribiendo y que a la gente le pueda interesar.

En el nuevo libro usas tu propia vida como una herramienta para hacer divulgación.

Me costó mucho hacerlo porque no estoy acostumbrado. En cierta medida había huido de expresar sentimientos, me resulta incómodo hacerme vulnerable y por eso evité esa faceta. Sin embargo, ya tengo una carrera muy dilatada y puedo empezar a mirar atrás para sacar conclusiones o hacer balance. En los últimos cuatro años he tenido aprendizajes muy interesantes que creo que a la gente le pueden servir en sus propios ámbitos.

¿Qué conclusiones sacas?

No solo hablo de mi experiencia personal también indago mucho cómo se hace la física, es algo que la gente no desconoce. Nos hablan de las ecuaciones de Einstein o la manzana de Newton, pero muy pocas veces entendemos cómo se hace física en un laboratorio. Uno de los mensajes que me interesaba destacar es la importancia de la perseverancia parar conseguir lo que uno busca. Hay una especie de viaje personal que parte de una voluntad de querer hacer algo profesionalmente; luego está la consecución, es decir cómo se desarrolla y cómo es llegar finalmente a la meta.

En medio esta la duda permanente, el trabajo del científico se sostiene en la dudar todo el tiempo.

Como investigador tuve un periplo corto, cuatro años, pero he podido entrevistar a premios Nobel y la mayoría reconocen que la primera sensación ante un descubrimiento es el miedo. En realidad, el científico busca en una dirección contraria a lo que la gente puede esperar; trabaja intentando boicotear sus propias teorías, intenta hundirlas porque eso hará que la idea florezca y se refuerce. Si la idea sobrevive, es sólida y puedes compartirla con el resto del mundo.

¿La curiosidad y la imaginación qué tan importantes son en tu trabajo?

Muy importantes. El libro intenta desmitificar que el trabajo científico es frío, abstracto y alejado del resto de procesos humanos. Hay curiosidad, creatividad, originalidad, serendipia, hay una especie de “fe”, de empuje irracional, que te hace seguir una idea. La imaginación, la creatividad, la originalidad, la visión, el instinto, son factores muy importantes.

En la humanidad, en que se están haciendo las cosas bien en ciertos aspectos, aunque hay otros en donde no. Tengo fe en que hay una dirección y un camino que construimos de manera colectiva. El mundo tiene muchos problemas, sin embargo, se está mejor que hace un siglo, prefiero vivir hoy que hace un siglo, y preferiría vivir dentro de un siglo que hoy, porque creo que la humanidad camina.

Tengo la impresión de que es una buena época para la ciencia. ¿Dirías que vivimos una época dorada de la investigación científica?

Ha habido muchos descubrimientos importantes. Recientemente se tomó una nueva foto de un agujero negro. La misión DART e mandó al espacio para interceptar un asteroide y el Premio Nobel de Física del año pasado reconoció al tema de información cuántica. Hay muchas noticias pequeñas que a lo mejor no llegan a las portadas pero que son ejemplo de un avance imparable. El mundo científico está más activo que nunca, estamos viviendo una especie de era dorada, sí.

 ¿Qué opinión tienes respecto a la inversión del sector privado en astronomía y de su intervención en viajes espaciales?

El espacio nos pertenece a todos, sin embargo, no está bien legislado y cada uno hace lo que le da la gana. Confiamos en el buen sentido común porque ahora mismo opera sin leyes.  Cuando Elon Musk lanzó miles de satélites al aire, lo hizo porque quiso y nadie le puede detener y eso nos afecta a todos. La participación privada en los viajes me parece positiva porque impulsa el avance y el desarrollo. Respecto a la investigación, por lo menos en física las empresas no se meten mucho, el verdadero domino lo tienen las universidades y el sector público, por lo tanto, creo que la cosa está un poquito más bajo control.

En el tema de medicina hay guerras de farmacéuticas, boicots.

El mundo se mueve con intereses muy variopintos y no quiero ser el ingenuo que piensa que las decisiones se toman para beneficiar solo a la humanidad. Las cosas son más complejas, pero por suerte en el mundo de la física no se entremezclan tanto con la política como en otras ramas como la salud. Por otro lado, estoy consciente de que las cosas no son fáciles. Hay una interacción entre ciencia, política, empresa y economía. El avance científico es un bien que genera mucha riqueza y hay intereses que van más allá de lo que nos gustaría.

¿Cómo ha cambiado la forma de hacer divulgación científica?

La sociedad en la que vivimos hoy no se parece nada en la que vivió Carl Sagan, uno de los grandes divulgadores. Hay nuevas formas y herramientas para comunicar, el mundo está más interconectado que nunca y eso hace que la divulgación sea más rica y también que haya nuevos mecanismos. Vivimos en una época muy bonita porque la información se ha democratizado, con sus puntos a favor, en contra y peligros. La divulgación ha evolucionado en paralelo con la sociedad.

Mucho y con orgullo, de pequeño quizás me habría resultado un insulto, hoy lo veo como un halago.

¿Te hubiera gustado tener un referente como tú?

Sí, ese es el motor de mi trabajo. Descubrí la física demasiado tarde y de rebote, a los 22 años.  Siempre he tenido esa curiosidad de cómo habría sido mi reacción con 15 años si me hubieran contado las cosas de una forma diferente. Suelo hacer el ejercicio de hablarle a mi “yo” de 17 años.

¿Qué consejos le darías al Javier de 17 años?

Mi yo de 17 años es como cualquiera de la calle. He conseguido darme cuenta que las mismas dudas, mismas inseguridades que tenía yo las tenemos todos, le diría que crea en sí mismo, que no dude, que vaya con todo porque al final. Muchas veces somos nosotros nuestros propios enemigos y quienes por falta de confianza nos ponemos piedras en el camino.

¿Cuáles son las dudas que mueven tu vida?

Tengo muchas y diversas. Mi trabajo se fusiona tanto con mi vida que ya no hay un límite claro. Una de las cosas que más agradezco de mi trabajo es que implica una forma de pensar, vivir, experimentar el mundo y la vida. La ciencia aporta respuestas muy válidas e interesantes a la pregunta de ¿qué hacemos aquí? El mayor poder de la ciencia es ayudarnos a encontrar nuestro lugar en el Universo.

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