CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).–El fin del ciclo Lorenzo Córdova está envuelto en diversas tempestades. El INE y todo el andamiaje electoral pasan por un verdadero viacrucis. Lorenzo Córdova entrega un instituto bajo el signo de la incertidumbre y en medio de grandes contradicciones. Salen cuatro consejeros generales, entran sus remplazos en medio de polémicas y señalamientos por cercanías políticas con Morena. En especial se ha impugnado el nombramiento de la nueva presidenta, Guadalupe Taddei.
Sin embargo, el relevo puede distender la patológica relación que Córdova estableció con AMLO y la 4T. Mientras Lorenzo conminó al INE a seguir resistiendo los embates del gobierno y defender la democracia, la nueva presidenta, en cambio, expresó mantener la institucionalidad y procurar la austeridad, expresión que hacía tiempo no se escuchaba en la herradura dorada de la democracia electoral.
La memoria es corta, pero en 2017 el INE fue cuestionado severamente por notorias omisiones en los procesos electorales de Coahuila y en especial por haber dejado pasar graves irregularidades en el Estado de México. El expresidente del IFE Luis Carlos Ugalde –quien sabe bien del descrédito electoral– advirtió en ese momento que la falta de credibilidad del INE estaba propiciando que el órgano electoral pasase por su peor momento en el entorno político de nuestro país. Parametría recogía en encuestas que entonces registraban una desconfianza de más de 60% de la ciudadanía. Distinguidos intelectuales y activistas, como Sergio Aguayo, Denise Dresser, Javier Sicilia, Emilio Álvarez Icaza y Cuauhtémoc Cárdenas, por ejemplo, pidieron la inmediata destitución de los miembros del aquel consejo general. Aguayo sentenció que “el INE era un peligro para México”. Exigieron nombrar nuevos consejeros de corte ciudadano, lo que daría una contundente señal de imparcialidad y autonomía (El Financiero, 18 de julio de 2017).
Córdova salió a defenderse, con cierta arrogancia, sentenciando en un foro: “Golpear al árbitro electoral como estrategia política debilita la democracia y abona el terreno para que regrese el autoritarismo”. A todos los críticos del INE nos colocaba como golpistas de la democracia. Finalmente reconoció en entrevista con Proceso que el INE perdía terreno y debía “recuperar la credibilidad ciudadana y ganar la confianza de los votantes de cara al 2018” (José Gil Olmos. “El INE en la búsqueda de la credibilidad perdida”, Proceso, 29 de junio de 2017).
En aquel entonces se decía en los pasillos de Tlalpan que el INE era presidido por Lorenzo Córdova, pero el poder y la gestión real estaba en Marco Antonio Baños, principal operador del PRI en el instituto. “Lorenzo reina, pero quien gobierna es Baños”.
Después de las elecciones de 2018, Córdova volvió al triunfalismo. Hizo dos afirmaciones provocadoras. Sostuvo en El Universal que con la elección que tuvo una diferencia de 30 puntos, “los teóricos del fraude se quedaron sin materia”; y segundo: “INE recuperó la credibilidad de la ciudadanía”.
A partir de la última elección presidencial se enfrentan dos narrativas antagónicas. La de aquellos que defienden a la máxima institución electoral –entre ellos, la mayoría de los analistas de los medios tradicionales– como una institución sagrada de la democracia mexicana, cuyo momento culminante fueron las marchas ciudadanas multitudinarias bajo la consigna de “el INE no se toca”. La segunda corresponde a un sector que desaprueba la conducta del INE, sobre todo a partir de su comportamiento desganado en las consultas populares, en particular en la de revocación de mandato 2022. Las lecturas irreductibles son reflejo del clima de polarización que lo deforma todo e impide lecturas sensatas.
La institución electoral ha soportado mutaciones impuestas por los partidos políticos ante fallas evidentes en procesos electorales cuestionados o momentos cruciales del país. Muchos intelectuales, más que defender al INE, entreveran su rechazo político e ideológico hacia AMLO y usan la defensa del INE como subterfugio para confrontar a la 4T. Construyeron una fortificación sitiada por el embate abierto y agresivo del lopezobradorismo. Defenderán con argumentos inclinados a la ciudad sitiada, en defensa de la inmaculada autonomía e independencia que nunca han existido. Intelectuales que hasta hace poco fueron fieros críticos del instituto ahora son sus más fervientes defensores.
Debo reconocer que Lorenzo Córdova me decepcionó con el paso del tiempo. Lo conocí como analista, compartimos foros y me parecía lúcido. ¿Cuál es para mí su mayor falta? Ante la debilidad conceptual y estructural de la oposición, fue haberse erigido como contrapeso político. Junto a Ciro Murayama, sus planeamientos se fueron corriendo hacia posturas abiertamente críticas ante el gobierno. Los que hemos asumido una responsabilidad como consejeros electorales ciudadanos sabemos que es una falta capital y un error mayúsculo enfrentarse abiertamente a la autoridad gubernamental. Ello debilita la función del árbitro electoral. Hay muchos otros métodos al alcance. Independientemente de las provocaciones constantes y agresiones de AMLO, Córdova extralimitó sus funciones como autoridad electoral al plegarse a los diferentes núcleos opositores al gobierno. Me recuerda el lamentable episodio del árbitro de futbol Fernando Hernández, en el América contra León de este sábado 1 de abril, quien al momento de amonestar soltó un rodillazo al futbolista de León. Lorenzo Córdova entró en rebelión a la política de austeridad del gobierno federal, una de las más importantes ofertas de campaña de AMLO. Ahora quiere interpretar el papel de víctima.
El ciclo de la era Lorenzo Córdova se cierra. Está a la espera de un juicio quizá más objetivo que el mío. Padecí a Córdova siendo autoridad electoral del Edomex. Los consejeros que salen del cuadrante, sin duda, permitirán refrescar la relación del INE con el Estado. Lamentablemente los exconsejeros están marcados por varios estigmas: Lorenzo Córdova, el protagonismo. Ciro Murayama se envició con su soberbia. Roberto Ruiz Esparza, marcado por su inconsistencia: se inició de la mano del PAN, enfrentó el establishment del INE, luego se hizo morenista para posteriormente plegarse al ala de Córdova. Adriana Favela guardó al final una discreción calculada. Quizá para favorecer sus proyectos personales. Pero se destacó como una cacique electoral en la comarca mexiquense. Favela es responsable de la gris y sesgada composición del actual Consejo del IEEM: tiene cuatro subalternos incrustados en el Consejo mexiquense. Favela es de facto una operadora política al servicio siempre del PRI.
Sin duda se requiere revisar y transformar el viejo modelo del IFE/INE que viene desde los noventa del siglo pasado. Esto será sólo posible bajo un gran acuerdo entre los partidos y la ciudadanía. La actual crispación polarizada impide, por el momento, cambios necesarios de gran calado.