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“Con la poesía intento darle sentido a una experiencia que dejó sin sentido mi vida”: Luis García Montero |Video

El 27 de noviembre de 2021 murió la escritora Almudena Grandes. Un año y tres meses antes, se enteró justo con su pareja, el poeta Luis García Montero (1958), que padecía cáncer. Durante el mismo lapso de tiempo, él acudió a la poesía para intentar encontrar sentido ante el que considera, uno de los reveses más fuertes de su vida.

“A través de la poesía intenté darle respuesta a todo lo que me había provocado la pérdida y el duelo, ha sido una manera de buscar una salida más allá del dolor”, explica el granadino respecto a uno de sus poemarios más intensos y dolorosos.

Acostumbrado a una complicidad crítica en términos de escritura con Almudena Grandes, García Montero, autor de Completamente viertes y La intimidad de la serpiente, revive aquella época en su nueva obra Un año y tres meses (Tusquets), un libro escritor prácticamente en secreto.

En el poema escribes: “la muerte no es un asunto literario”, sin embargo, Un año y tres meses nace de ahí.

Para hacer un libro sobre una muerte que te afecta mucho, tienes como compañía la historia de la poesía. En el poemario se cuelan versos y reflexiones que vienen del Arcipestre de Hita, Jorge Manrique, Jaime Sabines, Walt Whitman o Federico García Lorca. La muerte ha sido un gran tema literario porque nos afecta a los seres humanos y la poesía es a su vez un diálogo sobre la condición humana. Hay mucha literatura sobre el tema, sin embargo, cuando la muerte te afecta de manera grave y cercana, parece que la vida estalla y lo que estás abordando ya no es un asunto literario sino algo que está en lo profundo de tu propia condición y por lo tanto el poema se convierte en una confesión de vida.

Cierto, en otro verso escribes que nunca te imaginaste ser quien apagaría el cuarto, es un libro confesional pero también de acompañamiento.

Así es, es un libro confesional y de reflexión sobre una enfermedad. A mi mujer le diagnosticaron un cáncer en septiembre de 2020 y murió en noviembre de 2021, por eso el libro se titula Un año y tres meses. Con la ayuda de la poesía intento darle sentido a una experiencia que dejó sin sentido mi vida. La verdadera melancolía no se da en el pasado, sino cuando te quedas sin futuro; y en el futuro que me había imaginado era yo quien envejecía. Yo era un poco mayor que mi mujer y llevaba una vida menos sana que ella por tanto era yo quien iba a morir antes, en ese sentido me acordé de Gustavo Adolfo Bécquer cuando dice que está muerto por dentro, pero debe seguir en pie, por eso desemboco en un verso que dice “uno de los dos muertos debe seguir en pie”. Quien se queda con vida pierde la nación del “nosotros” y la identidad que definía el futuro; se ha encontrado con la oscuridad y la puerta cerrada, es un poco como el muerto viviente del que escribieron Elliot y Pablo Neruda. El libro me sirvió para pedirle a la poesía que le volviera a dar un sentido a mi vida, a la importancia del amor, a la importancia de haber podido cuidar a quien yo quería y de haber podido nombrar un “nosotros”.

¿Verbalizar o nombrar las cosas ayuda a sobrellevar el duelo?

Fue un libro muy difícil porque habla de cosas que me arañan mucho. Cuando uno es medianamente crítico no siente admiración por sus propios poemas, yo admiro a Federico García Lorca, José Emilio Pacheco o Sor Juana Inés de la Cruz. En mi caso pido a mis poemas que me permitan tener una relación de comodidad con ellos y creo que eso lo conseguí con este libro. Aparte de devolverle sentido a mi vida, he recibido una respuesta entrañable de los lectores.

¿Cambió tu relación con la muerte a partir de la experiencia y el libro?

Sí, porque es un diálogo con la propia realidad. Tengo 64 años y se me ha muerto gente muy querida, maestros, mis padres, pero ninguna perdida fue tan dura como esta. Uno va aprendiendo a aceptar su propia muerte, entre otras cosas porque necesitamos sentirnos acompañados por la gente que nos falta, ellos están vivos mientras vivamos. Es importante comprender que en la experiencia humana la muerte ocupa un lugar decisivo y ante ella hay que responder con dignidad. Respeto mucho a los creyentes, pero yo no tengo fe religiosa, ellos tienen la suerte de poder convivir con la muerte pensando en que en el más allá se reencontrarán con sus seres queridos. Yo pido a la poesía que de sentido a la pérdida con dignidad humana más que con una creencia en el más allá.

¿Qué lugar ocupa el libro en el proceso de duelo?

Empecé a escribir muy joven. Descubrí la poesía en casa de mis padres. Nací en Granada, donde Federico García Lorca es una figura muy importante porque simbolizaba una historia de mi ciudad muy difícil, a él lo asesinaron en una guerra civil veintipocos años antes de que yo naciera, era como un mito. A la hora de pensar en la vida, en la justicia y en el futuro, me acostumbré a pensar en la poesía. A través del libro intenté darle respuesta a todo lo que me había provocado la pérdida y el duelo, ha sido una manera de buscar una salida más allá del dolor, la posibilidad de mirar al mundo y seguir formando parte de un nosotros.

Supongo que Almudena Grandes sería una de tus primeras lectoras, ¿qué tipo de diálogo estableciste con ella por medio de estos poemas?

Tienes razón, en varios poemas hay mucha complicidad literaria. La tradición narrativa que ella defendía y que venía de Max Aub y de Benito Pérez Galdós, se correspondía con mi tradición poética. A la hora de verificar una literatura que mantuviese el mayor rigor posible, pero sin confundir calidad con rareza se gestó mucha complicidad. Siempre hacía bromas, cuando acababa de escribir un poema se lo leía, pero un poema tiene cincuenta o cuarenta versos, en cambio, sus novelas tenían más quinientas páginas y me las leía, entonces le decía yo soy más cómplice tuyo. Hablábamos libremente de la obra del otro, pero sin molestarnos. En el grupo de nuestros amigos, quizá quien resumió mejor esa ética de la complicidad fue Joaquín Sabina, quien decía: entre los amigos mientras se está escribiendo hay que ser lo más duro posible, porque la crítica permite arreglar el producto; ahora bien, una vez editado o lanzado el disco todos deben decir que es una obra de arte.

¿Le habría gustado el libro?

Poco después de habernos enterado de la enfermedad publiqué un poema sobre lo que significó para nosotros. Se tituló “En otra caverna” y terminaba, “todo se me olvida si tengo que aprender a recordarte”, era una forma de decir que el futuro no tenía sentido sin ella. Mientras escribí los poemas comprendí que debían formar parte del secreto, era una manera de cuidarnos. Cuando estás muy unido a alguien no hay secretos, pero con la enfermedad ese sentimiento cambió. Si tenía miedo y escribía no se lo contaba para no contagiárselo y cuando ella tenía miedo, descubrí que tampoco me lo contaba. Fue una especie de pacto que durante un tiempo nos ayudó a mantener la esperanza. Quizá solo conoció el primero, donde hablo de la necesidad de mantener la esperanza, pero el resto formaron parte de mi secreto.

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